El arraigo de frases admirativas como “mujer con clase” u
“hombre de mundo” en el habla cotidiana de nuestras sociedades debería
convencernos del triunfo del capitalismo en la cultura popular contemporánea.
La lucha de clases y el nacionalismo han sido hábitos culturales de los dos últimos siglos, pero a
la vuelta de la nueva centuria parecen ser menos populares que la celebración
de la riqueza y el confort.
Con su obrita Relative
Values (1951), tan dada a montajes y remakes en el último medio siglo, Noël
Coward derrotó una eminente tradición literaria, que se remonta a Balzac y
Flaubert, a Henry James y Edith Wharton y Evelyn Waugh, obsesivamente empeñada
en retratar la codicia y la maldad de la aristocracia o la burguesía. Hoy, los
ricos y los cosmopolitas son representados como modelos a seguir, incluso por
las culturas populares de las zonas más pobres del planeta.
El capitalismo y la globalización han triunfado
culturalmente. Es lo que nos dice el filósofo italiano Raffaele Simone en su
libro El monstruo amable. ¿El mundo se
vuelve de derechas? (2011), publicado hace meses en Madrid por Taurus, con
prólogo de Joaquín Estefanía. La ganancia, el consumo y el lucro han
constituido un Zeitgeist prolongado
que, como un “monstruo amable”, abraza la cultura global de nuestros días.
Aún la pobreza o la desigualdad, en manos de ese monstruo
amable, se vuelven marcas de la moda flapper
o camp. En los dos últimos siglos
–piensa Simone siguiendo a tres pensadores disímbolos: el liberal Alexis de
Tcoqueville, el conservador José Ortega y Gasset y el comunista Pier Paolo
Pasolini- el capitalismo ha producido una mutación antropológica, contra la que
no parece haber escapatoria o antídoto eficaz. Tiene razón Simone cuando
asegura que incluso el marxismo o el comunismo han sido colonizados por ese
monstruo amable, pero yerra al encapsular a este último en “la derecha”.
El filósofo italiano desconfía de los discursos
anticapitalistas, cobijados por liderazgos de la izquierda europea o
latinoamericana y sus expresiones sobre los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia o Ecuador son
severas. No encuentra Simone anticapitalismo ahí: a lo sumo usos y
administraciones del capitalismo por parte del Estado o de una élite del poder
que no se distingue, en modo alguno, de la forma de vida capitalista y
tecnológica de nuestros días.
Pero, como advierte en su reseña para Nueva Sociedad José Fernández Vega, Simone se equivoca al
identificar conceptualmente el capitalismo con la derecha. Desde mediados del
siglo XIX hay izquierdas capitalistas y hoy son esas las izquierdas
predominantes, ya no en el mundo sino en el Tercer Mundo. El sentido geográfico
o meramente físico de la localización de
las derechas y las izquierdas, en cada nación del planeta, se pierde en la
formulación de esa otra variante del “pensamiento único”.