Un recorrido por los pabellones nacionales permite advertir las preocupaciones comunes del Sur global, pero también las pronunciadas diferencias entre algunos de sus principales países.
Brasil, Argentina, Venezuela y Uruguay son las naciones latinoamericanas que, más protagónicamente, intervienen en la Bienal de Venecia.
De las cuatro, sólo tres, Brasil, Uruguay y Venezuela, son las únicas que mantienen pabellones nacionales permanentes en los Giardini de Venecia.
Durante un tiempo, el Instituto Internacional Italo-Latinoamericano (IILA) propició la instalación de pabellones o muestras temporales de otros países, como México, Chile y Cuba, en las bienales venecianas. En ocasiones, aunque el país no posea un espacio propio, algunos cineastas y artistas han tenido una presencia destacada en ese foro.
Fue así como, durante la Guerra Fría y gracias a la gestión del político Carlo Ripa de Meana, primero comunista y luego socialista, hubo bienales dedicadas a Chile, como la de 1974, fuertemente orientada a defender la experiencia de gobierno de Salvador Allende y Unidad Popular, en contra de la dictadura de Augusto Pinochet.
Ripa también promovió, con Alberto Moravia y otros intelectuales de la izquierda italiana, bienales dedicadas a la disidencia cultural en la Unión Soviética y Europa del Este.
De ese enfoque de contrapeso en la Guerra Fría se derivó un interés en el arte y el cine cubanos entre los años 60 y 80, que explicaría la asistencia de cineastas como Tomás Gutiérrez Alea y Humberto Solás y artistas como Wifredo Lam, René Portocarrero, Flavio Garciandía y José Bedia.
Este año, con la convocatoria sobre desarrollo sustentable, se observa también una orientación globalista, que toma distancia de la ascendente derecha xenofóbica y nativista italiana, parcialmente reflejada en el gobierno de Giorgia Meloni.
El clarísimo protagonismo de países como China, Sudáfrica y Brasil así lo trasmite.
En el caso de los latinoamericanos es notable el fuerte ecologismo de las muestras. La de Brasil, titulada “Tierra” y curada por Gabriela de Matos y Paulo Tavares, está centrada en las representaciones arquitectónicas y urbanísticas de las comunidades indígenas y afrodescendientes de Brasil. En la misma línea está la de Perú, que recorre el cauce y los pueblos del Amazonas andino.
El proyecto de Uruguay, a cargo de Facundo de Almeida, Mauricio López y Matías Carballal, entre otros, explora los diversos escenarios que se desprenderían de una posible Ley Forestal a adoptarse en el país suramericano. El de Argentina, por su parte, encara los efectos de la crisis del agua a nivel nacional. La misma mezcla de utopismo y ambientalismo se plasma en la obra mexicana “La cancha de basquetbol campesina”, coordinada por Diego Sapién Muñoz y el INBAL.
Muy distinto es el tono del enorme pabellón de China en el Arsenal, que lleva por título “Renewal: a symbiotic narrative”. Las decenas de maquetas presentan la modernización tecnológica y urbanística de China, en ciudades como Shanghái, Hangzhou o Cantón, como parte de un impulso de renovación consustancial a la cultura china. La naturaleza y el paisaje son absorbidos por las grandes estructuras metálicas.
Podría establecerse un contraste entre el utopismo arcaico latinoamericano y el utopismo futurista chino, a partir de estas imágenes de la Bienal de Venecia, que tendría otras implicaciones para las expectativas, cada vez más desbordadas, de que China lidere la comunidad de países del Sur global.