Una de las peores prácticas, en la opinión pública y las redes sociales, en estos días de pandemia, es comparar el desempeño de cada gobierno y cada nación por el número de muertos. En esos ejercicios se produce, de entrada, una confusión entre el país y el Estado, que Elías Canetti, en Masa y poder (1960), vio como una de las perversiones afines a las guerras y las epidemias.
Canetti observaba que desde la Primera Guerra Mundial la prensa europea incurrió en ese equívoco fatal, cuando los periódicos alemanes y franceses contaban muertos para dirimir quién iba ganando la contienda. La guerra y las epidemias eran vistas como variantes atroces de las olimpiadas. Quien más sobrevivientes acumulaba se coronaba con laureles.
Hoy, en los medios y las redes, abundan esas comparaciones obscenas, puestas en función de las pequeñas o grandes batallas geopolíticas del siglo XXI. Ahí están los influencers que contraponen los cuatro mil y tantos decesos en China a los más de 30 000 en Italia. O los que, casi diariamente, muestran las bajísimas estadísticas de Venezuela y Cuba, frente a los números desorbitados de Estados Unidos, como señal de la superioridad de esos gobiernos “bolivarianos” o de la decadencia -el “abismo”, Chomsky dixit- del imperio.
Celebrar las muertes del rival, en tiempos de guerra, era, según Canetti, una de las mayores perversiones de la moral nacionalista en el siglo XX. Se daba por hecho, entonces, que el que más bajas causaba al contrario era el más patriota, el más valiente, cuando no el de “raza suprema”. Pero muchas veces, anotaba el escritor búlgaro, la cantidad de bajas tenía que ver con el volumen demográfico o la tecnología bélica.
Hoy sucede más o menos lo mismo. Como admite la OMS, todos los gobiernos se enfrentaron a una plaga desconocida y debieron actuar a tientas. La epidemia se propagó inicialmente en las zonas altamente globalizadas del planeta. De ahí el débil impacto inicial de la Covid 19 en algunas de las naciones más pobres y aisladas de América Latina o África.
En el área latinoamericana, estados como Argentina y Perú decretaron rígidas cuarentenas y obtuvieron resultados diferentes. Perú, al igual que Chile y Colombia, aplicó pruebas masivas y con ello se multiplicaron los casos de contagio pero se controlaron las muertes. Brasil también ha aplicado cientos de miles de pruebas, a diferencia de México, pero en ambos países el confinamiento ha sido más laxo. Hoy son esos dos países, junto a Estados Unidos, donde avanza más rápidamente el virus.
Los usos políticos de la plaga han permitido constatar lo lejos que estamos de haber trascendido aquella perversión nacionalista de que hablaba Canetti. Nada más hay que abrir los principales diarios de la región para leer, cada vez con menos inhibición, un conteo de muertos que hace de las víctimas de Covid 19 meros peones de las reyertas de gobiernos y oposiciones o de viejos conflictos bilaterales, de los que sólo se sale negociando.