El escritor español Javier Cercas ha dedicado buena parte de su obra
literaria a narrar la guerra civil que dividió la península ibérica en los años
30. En novelas como Soldados de Salamina,
La velocidad de la luz, Anatomía de un
instante, El impostor o El monarca de las sombras, la Segunda
República, la guerra y el franquismo son realidades que dan cuerpo a la ficción
o que se apoderan de la memoria de los personajes.
Ya en Las leyes de la frontera percibíamos un escape a aquel vasallaje de
la historia, pero ahora, en Terra Alta,
el abandono de ese archivo temático se hace explícito. La acción tiene lugar en
fechas recientes, los meses que siguieron a los atentados islamistas en Barcelona
y Cambrils en 2017, en los alrededores de Terra Alta y Gandesa, provincia de
Tarragona. Por esa zona desemboca el Ebro y sucedió la famosa batalla en que se
enfrentaron encarnizadamente las tropas republicanas y nacionalistas.
Varios personajes de Terra Alta aluden con frecuencia a la
batalla del Ebro. Uno de los personajes dice que en esa zona de Cataluña
pareciera “como si en los últimos ochenta años no hubiera pasado nada”. Y otra
responde: “Aquí, más tarde o más temprano, todo se explica por la guerra…. De
todos modos, de lo que la gente habla en realidad, si te fijas, no es de la
guerra. Es de la batalla del Ebro. Son dos cosas distintas. La batalla duró
cuatro meses, la guerra duró tres años. La batalla fue un horror, pero tuvo
cierta dignidad”.
Quien esto afirma es una bibliotecaria
por cuya voz habla, en buena medida, el narrador. El curso y desenlace de la
batalla del Ebro sintetizan la guerra civil a la perfección. La eficaz ofensiva
de Rojo, la heroica resistencia de Líster y la acción de las Brigadas
Internacionales simbolizan la fuerza militar y política del bando republicano.
Olga, la bibliotecaria de Terra Alta,
lo vuelve a decir: “la batalla la hizo gente de medio mundo… Pero el resto de
la guerra fue un horror a palo seco, un espanto sin paliativo”.
Los combates en el Ebro
catalán, en el verano de 1938, marcaron la internacionalización de la guerra,
el Pacto de Munich, el retraimiento de Gran Bretaña y Francia y la retirada de
las Brigadas Internacionales. La balanza internacional se inclinó hacia un lado,
pero la causa republicana no dejó de ser intensamente popular en esa zona. El
resto, dicen los personajes de Cercas, es historia y, sobre todo, curiosidad de
turistas, como si intentaran cerrar una herida.
Terra Alta sucede en el escenario de aquel conflicto, pero cuenta
una historia plenamente contemporánea. Lo que sucede en esta ficción tiene que
ver con el asesinato de una pareja de ancianos empresarios, fraguado por el
yerno ambicioso de la familia, pero también con feminicidios y atentados terroristas.
Lo que aquí se narra es el mundo de la nueva violencia del siglo XXI: una
violencia tan letal como la de las guerras civiles, pero de la que difícilmente
puede salir una literatura épica.
Y, sin embargo, Terra Alta está concebida como un
homenaje a la gran narrativa romántica del siglo XIX, especialmente, a Los Miserables de Victor Hugo. El
protagonista, un joven criminal que se hace policía, se identifica, no con Jean
Valjean, sino con el inspector Javert, a pesar de poner a su hija el nombre de
Cosette. Javert, dice, es un “falso malo”, obsesionado con la justicia. A la
teología conservadora del Opus Dei empresarial, Cercas opone la teología
justiciera del joven delincuente redimido como policía.
Como otras novelas de Javier
Cercas, Terra Alta es una ficción
sobre el arte de la escritura narrativa. Pero da la impresión de que aquí no
interesa tanto la frontera entre la historia y la ficción, la realidad y la
novela, como la dificultad de hacer del arte narrativo un testimonio de la
violencia del siglo XXI. Parece habernos tocado, a los habitantes de estos
tiempos, un tipo de violencia de la que es imposible derivar algo dignificante
como la vieja batalla del Ebro.
La guerra civil vuelve a asomar la cabeza, como un monstruo inevitable, hacia el final de la novela. A través del personaje de Daniel Armengol, un empresario de origen español exiliado en México, cuyo padre republicano había sido asesinado por un joven franquista de su pueblo, Cercas reasume el dilema central de su narrativa: los duelos de la memoria. Sin embargo, en Terra Alta ese dilema no deja de ser lateral y sirve al narrador, en buena medida, como confirmación de que aunque sean otros los dispositivos de la violencia, en el siglo XXI las paradojas de la justicia siguen siendo las mismas de la época de Victor Hugo.