El ensayista Jesús Silva-Herzog Márquez ha
compilado, para la editorial El Equilibrista, una antología de prosas breves de
Alfonso Reyes, que nos llegó como regalo navideño. El título La cosa boba alude a un pasaje del Diario de Reyes, de 1911, en que el joven
escritor, en medio de la agitación revolucionaria, dice refugiarse en la
escritura. No en cualquier escritura sino en aquella apegada a temas
cotidianos, íntimos, aparentemente sin trascendencia o que giraban en torno al
oficio mismo del escritor.
La idea provenía de un conocido fragmento de Las Moradas de Teresa de Jesús en que la santa de Ávila se disculpaba por tomar la página como “cosa boba” y dar rienda a suelta a curiosidades humanas que la teología más escolástica subestimaba. Lo bobo aludía tanto a la nimiedad del tema como al atrevimiento que suponía escribir sobre lo que no se sabe: la escritura era, a fin de cuentas, aprendizaje. Reyes también encontraba un estado de gracia en la soledad y el tedio de su biblioteca, donde a través de la prosa observaba los pequeños movimientos del mundo y de su persona.
La idea provenía de un conocido fragmento de Las Moradas de Teresa de Jesús en que la santa de Ávila se disculpaba por tomar la página como “cosa boba” y dar rienda a suelta a curiosidades humanas que la teología más escolástica subestimaba. Lo bobo aludía tanto a la nimiedad del tema como al atrevimiento que suponía escribir sobre lo que no se sabe: la escritura era, a fin de cuentas, aprendizaje. Reyes también encontraba un estado de gracia en la soledad y el tedio de su biblioteca, donde a través de la prosa observaba los pequeños movimientos del mundo y de su persona.
Silva-Herzog
vuelve sobre las páginas que Hugo Hiriart dedicó a Reyes en El arte de perdurar (2010) e intenta
otra versión del ya clásico paralelo entre el mexicano y Jorge Luis Borges.
¿Por qué si ambos escritores compartieron tantas lecturas, simpatías,
obsesiones e, incluso, coordenadas estilísticas, la fama del argentino no hizo
más que crecer, mientras la del mexicano se eclipsaba? La respuesta de Hiriart
fue que Reyes “se pasó de civilizado” y que su cordialidad y enciclopedismo
adoptaron, con frecuencia, un tono menor que, a la larga, lo desfavoreció.
Silva-Herzog,
en cambio, encuentra en esa literatura menor, en esos textos sobre cosas bobas,
la clave del magisterio de Reyes: “en ninguna otra región de su vastísimo
continente literario puede mostrarse ese genio que en aquellas piezas que
podríamos llamar su literatura incidental”. Lo que libera el impulso de la
escritura puede ser cualquier objeto o sensación inmediata: una cámara
fotográfica Kodak, una cena en el Savoy de Londres, una compra en las
Mantequerías Leonesas, la lentitud del correo, una cita, un epígrafe, las
moscas… Luego el sentido del texto se eleva o se adentra en regiones más
profundas, sin perder transparencia.
Hay
en esta antología de Reyes un especial cuidado en la selección de prosas
dedicadas a la historia material de la literatura. Son abundantes, aquí, los
ensayos sobre la relación del escritor con los libros, los malos o buenos
hábitos de los impresores, la conveniencia o no de llevar diarios o cuadernos
de apuntes o el uso y abuso de las citas. El perfil de Reyes que se dibuja no
cabe, estrictamente, en la figura del escritor profesional. Había en aquel
interés por el estado de la literatura mexicana e hispanoamericana un liderazgo
intelectual que explica, en buena medida, su trayectoria como diplomático,
traductor, editor y político cultural.
De
hecho, no es imposible percibir en estas prosas de Reyes una idea clínica de la
literatura y del lenguaje que previene contra el efecto dañino o tóxico de
ciertos giros del habla o la escritura. “De microbiología literaria”, un texto
de 1923, escrito en Madrid, es el mejor ejemplo. Observaba Reyes un envilecimiento
del lenguaje en la esfera pública que hacía desconfiar de cada verbo y cada
frase. Todo era enmascaramiento: quien decía “frescura” o “gracia” quería decir
“desvergüenza” y “bufonada”. La adjetivación se volvía fácil e irascible en
aquel tiempo, cada vez más lejano a la corrección política de hoy.