La obra de José Martí es una de las más intervenidas de la historia intelectual hispanoamericana. Intervenciones que operan en un rango amplio de posibilidades hermenéuticas, que van desde el plano elemental de los usos políticos del texto hasta las correcciones pedestres de sus editores. Basta un recorrido superficial por las ediciones de las Obras completas (1952) de Lex, la de la Editora Nacional de Cuba/ Editora del Consejo Nacional de Cultura/ Editora del Consejo Nacional de Universidades, entre 1963 y 1965, y la de la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, en 1975, para encontrar numerosas contradicciones en la paleografía de los manuscritos de Martí o en la transcripción de sus textos editados.
Pongo, entre muchos a la mano, uno de los menos graves ejemplos. En una de sus primeras crónicas para la Revista Universal de México, en marzo de 1875, Martí, que había pasado por París a fines del año anterior, escribe sobre la muerte del escritor Paul-Henri Foucher, cuñado de Víctor Hugo. La versión publicada de la crónica dice: "Foucher era activo, tanto como inteligente, y tanto como creador de obras parisienses. Criado al calor de Víctor Hugo, de él tuvo los reflejos, y el poeta vigoroso quedó siempre el sol". Los editores de las Obras escogidas en tres tomos, del Centro de Estudios Martianos, en 1992, decidieron que la última frase contenía una errata en un artículo y la cambiaron por "y del poeta vigoroso quedó siempre el sol". En la última versión electrónica de las Obras completas, del mismo Centro de Estudios Martianos, se ha producido una nueva corrección de la frase, que queda como "y al poeta vigoroso quedó siempre el sol".
No sé si esta última corrección corresponde a una observación paleográfica, pero, realmente, la versión de la frase que apareció en la Revista Universal puede ser la correcta. En ese pasaje Martí está reaccionando contra quienes acusaban a Foucher de ser un mero imitador de Hugo, quien, a juicio del cubano, era inimitable. "Nadie más que otro Miguel Ángel copiará a Miguel Ángel. Y Víctor Hugo a Víctor Hugo". De ahí que el poeta vigoroso (Hugo) siga siendo el sol, el astro rey del firmamento literario francés. Al final de la crónica Martí lo deja claro cuando escribe: "Así Víctor Hugo es una montaña coronada de nieves, de la que a montones se escapan rayos que recibe del mismo Padre Sol". La frase "y el poeta vigoroso quedó siempre el sol", tal vez sea la correcta, mientras que las otras dos contendrían erratas, no de Martí, sino de sus editores.
Libros del crepúsculo
lunes, 17 de septiembre de 2012
viernes, 14 de septiembre de 2012
El lacrimómetro de Bella
La otra noche se presentó en el museo Casa del Risco de San Ángel, en la ciudad de México, un libro póstumo de Eliseo Alberto, titulado Viento a favor (Cal y Arena, 2012), que recoge, como otros dos anteriores en la misma editorial, Dos cubalibres (2006) y La vida alcanza (2010), crónicas escritas por Lichi en sus más de veinte años de vida y periodismo en México.
Escuchando a los presentadores, el periodista Rubén Cortés -cuyo prólogo reproduciré en los próximos días-, el escritor mexicano Rafael Pérez Gay, la hermosa e inteligente hija de Lichi, María José, y la actriz Blanca Guerra, me percaté de que algunas de las crónicas de Viento a favor salen de pasajes de libros que el autor de Caracol Beach había proyectado en sus últimos años.
Casi todos los textos dedicados a su padre, el poeta Eliseo Diego, a su madre Bella García Marruz, a la hermana de ésta, la poeta Fina García Marruz y a su esposo, Cintio Vitier, recogidos en este volumen, formaban parte de un libro inédito de Lichi, que llevaría por título La novela de mi padre. Una suerte de biografía intelectual de Eliseo Diego y, a la vez, de cuaderno de memoria familiar, concebido como tributo del hijo.
Una de esas crónicas, la titulada "Las cosas que yo amo", que leyó Blanca Guerra la otra noche, narra un episodio del romance entre Eliseo Diego y Bella García Marruz. Esta, según su hijo, expresaba el gusto por la buena poesía llorando. Cuando un poema le gustaba, rompía en llanto. Los poetas de Orígenes le leían poemas en voz alta, buscando una aprobación que se medía por la cantidad de lágrimas de Bella, a quien llamaban "el Lacrimómetro".
Asegura Lichi que el poema de su padre que enamoró a su madre fue "Nostalgia de por la tarde", incluido en el cuaderno En la Calzada de Jesús del Monte y dedicado a ella. Los últimos versos del mismo son, en efecto, una declaración de amor, en la que se habla de un "llanto ajeno por la cara". Luego de releer ese poema se entiende porqué Bella García Marruz podía decir frases como ésta a su hijo Rapi: "¡Qué lindo día pasé ayer, en casa de Carlitos: me lo pasé llorando!"
He visto al pez de indestructible púrpura,
en la mañana arde como criatura perpetua de la llama,
olvida los trabajos mugrientos de su sangre,
yace perfecto y la madera sagrada lo levanta.
Pero quién vio jamás
el ruedo misterioso de tu falda
mientras cortas las rosas en la tarde
ni el roce y la tristeza de la lluvia
como un ajeno llanto por mi cara.
Porque quién vio jamás las cosas que yo amo.
Escuchando a los presentadores, el periodista Rubén Cortés -cuyo prólogo reproduciré en los próximos días-, el escritor mexicano Rafael Pérez Gay, la hermosa e inteligente hija de Lichi, María José, y la actriz Blanca Guerra, me percaté de que algunas de las crónicas de Viento a favor salen de pasajes de libros que el autor de Caracol Beach había proyectado en sus últimos años.
Casi todos los textos dedicados a su padre, el poeta Eliseo Diego, a su madre Bella García Marruz, a la hermana de ésta, la poeta Fina García Marruz y a su esposo, Cintio Vitier, recogidos en este volumen, formaban parte de un libro inédito de Lichi, que llevaría por título La novela de mi padre. Una suerte de biografía intelectual de Eliseo Diego y, a la vez, de cuaderno de memoria familiar, concebido como tributo del hijo.
Una de esas crónicas, la titulada "Las cosas que yo amo", que leyó Blanca Guerra la otra noche, narra un episodio del romance entre Eliseo Diego y Bella García Marruz. Esta, según su hijo, expresaba el gusto por la buena poesía llorando. Cuando un poema le gustaba, rompía en llanto. Los poetas de Orígenes le leían poemas en voz alta, buscando una aprobación que se medía por la cantidad de lágrimas de Bella, a quien llamaban "el Lacrimómetro".
Asegura Lichi que el poema de su padre que enamoró a su madre fue "Nostalgia de por la tarde", incluido en el cuaderno En la Calzada de Jesús del Monte y dedicado a ella. Los últimos versos del mismo son, en efecto, una declaración de amor, en la que se habla de un "llanto ajeno por la cara". Luego de releer ese poema se entiende porqué Bella García Marruz podía decir frases como ésta a su hijo Rapi: "¡Qué lindo día pasé ayer, en casa de Carlitos: me lo pasé llorando!"
He visto al pez de indestructible púrpura,
en la mañana arde como criatura perpetua de la llama,
olvida los trabajos mugrientos de su sangre,
yace perfecto y la madera sagrada lo levanta.
Pero quién vio jamás
el ruedo misterioso de tu falda
mientras cortas las rosas en la tarde
ni el roce y la tristeza de la lluvia
como un ajeno llanto por mi cara.
Porque quién vio jamás las cosas que yo amo.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Ortografía y totalitarismo
Hace algunos años Gerardo Muñoz observaba en su blog que en los diarios tempranos de Susan Sontag, traducidos recientemente en Mondadori, bajo el título de Renacida (2011), podía rastrearse una conexión cubana a través de amigos y amantes de la isla, que conoció en París, entre fines de los 50 y principios de los 60, como Ricardo Vigón, Germán Puig y María Irene Fornés. Las notas de Sontag revelan un aprovechamiento intelectual de aquellas experiencias afectivas y sexuales, con el fin de perfilar ideas sobre el nexo entre una sexualidad liberada y la democracia política.
Hay, sin embargo, otra zona donde la conexión cubana es rastreable, aunque de un modo menos evidente. Me refiero a los comentarios de Sontag sobre la lectura marxista de Weber por Wright Mills, tan importante para la posición de éste sobre Cuba, y, sobre todo, a la especulación sobre el vínculo entre caligrafía y dictadura. En un momento se pregunta Sontag si existe alguna relación entre la ortografía cirílica de Stalin y Lenin y la construcción del totalitarismo comunista en Rusia. Esa relación, evidente en el diseño gráfico por ejemplo, ¿no se extendería también al diseño de las instituciones y las leyes?
martes, 4 de septiembre de 2012
El socialismo como fe secular
Uno de los ensayos más disfrutables del intelectual checo Ivan Klíma, en su volumen El espíritu de Praga (2010), que editó Acantilado hace un par de años, es el dedicado a la literatura del realismo socialista. Líder intelectual de la Primavera de Praga y de la Revolución de Terciopelo, Klíma fue lo suficientemente flexible o sabio como para reconocer el valor de buena parte de la literatura soviética o prosoviética (Mayakovsky, Bábel, Reed, Sholojov...) Fue, en cambio, implacable con Maxim Gorky.
Recuerda Klíma que Gorky escribió unos reportajes sobre los campos de concentración en las islas Solovetsky, en los que el autor de La madre decía haber visto "establos de caballos y vacas en un estado de tal limpieza que el fuerte hedor que suele emanar de esos lugares era inexistente". Los contrarrevolucionarios que allí vio le parecieron a Gorky del "tipo emocional, monárquicos, aquellos que antes de la Revolución se llamaban los Cientos Negros, exponentes del terrorismo, espías económicos y todas las malas hierbas que la justa mano de la historia ha arrancado del campo".
Había, según Gorky, un "lirismo" en el gulag, que "despertaba un anhelo casi tortuoso de trabajar con más rapidez y más fervientemente para la creación de una nueva realidad". A esta capacidad para ver con los ojos de la religión cristiana el totalitarismo comunista le llama Klíma "fe secular". Una buena variante de esta última la lee en el poeta checo S. K. Neumann, que había sido vanguardista en los 20, amigo y editor de Franz Kafka, pero que en 1936, cuando aparece el Regreso de la URSS de André Gide, le responde al escritor francés desde Praga, con un Anti-Gide en checo.
Neumann llamaba a los críticos occidentales de Moscú, como Gide, "ruinas lamentables de sanguijuelas, esponjas y parásitos, teóricos quisquillosos, románticos que, en su vanidad y odio, son incapaces de reconocer los logros". Se refería naturalmente a los logros del paraíso soviético. La fe secular no sólo llevaba a Neumann a decretar impoluto el comunismo soviético sino a demandar la regulación de la libertad de prensa, con el fin de impedir la publicación de calumnias contra Stalin. Un Tribunal del Santo Oficio para aquella Iglesia del Socialismo Científico:
"El socialismo no puede permitir que nadie diga todo lo que se le ocurre. No puede permitir que cualquiera cree un partido y una organización alrededor de cualquier cosa. El socialismo es un plan y un orden que debe ser observado por todo el mundo. El socialismo no es libre competencia, no puede apoyar el individualismo en la producción de ninguno de los elementos de la superestructura. El socialismo reconoce sólo la personalidad que entiende el significado y la necesidad de que todo el mundo se adhiera al plan, y que se adhiera a él realmente".
Recuerda Klíma que Gorky escribió unos reportajes sobre los campos de concentración en las islas Solovetsky, en los que el autor de La madre decía haber visto "establos de caballos y vacas en un estado de tal limpieza que el fuerte hedor que suele emanar de esos lugares era inexistente". Los contrarrevolucionarios que allí vio le parecieron a Gorky del "tipo emocional, monárquicos, aquellos que antes de la Revolución se llamaban los Cientos Negros, exponentes del terrorismo, espías económicos y todas las malas hierbas que la justa mano de la historia ha arrancado del campo".
Había, según Gorky, un "lirismo" en el gulag, que "despertaba un anhelo casi tortuoso de trabajar con más rapidez y más fervientemente para la creación de una nueva realidad". A esta capacidad para ver con los ojos de la religión cristiana el totalitarismo comunista le llama Klíma "fe secular". Una buena variante de esta última la lee en el poeta checo S. K. Neumann, que había sido vanguardista en los 20, amigo y editor de Franz Kafka, pero que en 1936, cuando aparece el Regreso de la URSS de André Gide, le responde al escritor francés desde Praga, con un Anti-Gide en checo.
Neumann llamaba a los críticos occidentales de Moscú, como Gide, "ruinas lamentables de sanguijuelas, esponjas y parásitos, teóricos quisquillosos, románticos que, en su vanidad y odio, son incapaces de reconocer los logros". Se refería naturalmente a los logros del paraíso soviético. La fe secular no sólo llevaba a Neumann a decretar impoluto el comunismo soviético sino a demandar la regulación de la libertad de prensa, con el fin de impedir la publicación de calumnias contra Stalin. Un Tribunal del Santo Oficio para aquella Iglesia del Socialismo Científico:
"El socialismo no puede permitir que nadie diga todo lo que se le ocurre. No puede permitir que cualquiera cree un partido y una organización alrededor de cualquier cosa. El socialismo es un plan y un orden que debe ser observado por todo el mundo. El socialismo no es libre competencia, no puede apoyar el individualismo en la producción de ninguno de los elementos de la superestructura. El socialismo reconoce sólo la personalidad que entiende el significado y la necesidad de que todo el mundo se adhiera al plan, y que se adhiera a él realmente".
domingo, 2 de septiembre de 2012
Despertares de la historia
Por azar, o no, he leído en las últimas semanas dos libros que no podrían ser más opuestos en estilo e idea. La novela Liberación del escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989), que, aunque escrita en el verano de 1945, acaba de ser vertida al español por primera vez en ediciones Salamandra. Y el libro El despertar de la historia (Clave Intelectual, 2012) del filósofo francés, Alain Badiou, en versión espléndida de Begoña Moreno-Luque.
Ambos libros, una novela y un ensayo, hablan de despertares de la historia, luego de dos pesadillas diferentes: el fascismo de principios del siglo XX y el neoliberalismo de fines de la misma centuria. Para Márai el despertar de la historia, que trajo la liberación soviética del nazismo en Europa del Este, no fue más que un sueño que abrió las puertas a otra pesadilla. Para Badiou, la primavera árabe, el 15/M y Occupy Wall Street son un despertar equivalente al triunfo de la Revolución de Octubre en 1917: un regreso a la revuelta y a la "Idea"
La lectura de ambos libros deja la sensación de que la joven Erzsébet Sós, protagonista de Liberación, podría dar algunas lecciones al anciano Badiou sobre esos despertares de la historia. Hija de un científico humanista, crítico del nazismo y con algunas simpatías por el bolchevismo, esta joven aprende en un sótano de Budapest, en el verano de 1945, que a la hora de mancillar al otro no había demasiadas diferencias entre fascismo y comunismo.
La joven Erzsébet, como los indignados de hoy, se rebela ideológicamente contra el fascismo y vive clandestina en los sótanos de Buda y Pest, atravesando furtiva los puentes entre las dos orillas del Danubio. Ella misma se resiste a las estigmatizaciones del bolchevismo, que predominaban entre la burguesía húngara. Al fin y al cabo, se dice, los comunistas son seres humanos y quienes los siguen son millones. El final de la novela le depara, sin embargo, una experiencia límite, en la que sufrirá en carne propia la barbarie de la "liberación" soviética: su despertar a la historia.
Ambos libros, una novela y un ensayo, hablan de despertares de la historia, luego de dos pesadillas diferentes: el fascismo de principios del siglo XX y el neoliberalismo de fines de la misma centuria. Para Márai el despertar de la historia, que trajo la liberación soviética del nazismo en Europa del Este, no fue más que un sueño que abrió las puertas a otra pesadilla. Para Badiou, la primavera árabe, el 15/M y Occupy Wall Street son un despertar equivalente al triunfo de la Revolución de Octubre en 1917: un regreso a la revuelta y a la "Idea"
La lectura de ambos libros deja la sensación de que la joven Erzsébet Sós, protagonista de Liberación, podría dar algunas lecciones al anciano Badiou sobre esos despertares de la historia. Hija de un científico humanista, crítico del nazismo y con algunas simpatías por el bolchevismo, esta joven aprende en un sótano de Budapest, en el verano de 1945, que a la hora de mancillar al otro no había demasiadas diferencias entre fascismo y comunismo.
La joven Erzsébet, como los indignados de hoy, se rebela ideológicamente contra el fascismo y vive clandestina en los sótanos de Buda y Pest, atravesando furtiva los puentes entre las dos orillas del Danubio. Ella misma se resiste a las estigmatizaciones del bolchevismo, que predominaban entre la burguesía húngara. Al fin y al cabo, se dice, los comunistas son seres humanos y quienes los siguen son millones. El final de la novela le depara, sin embargo, una experiencia límite, en la que sufrirá en carne propia la barbarie de la "liberación" soviética: su despertar a la historia.
sábado, 25 de agosto de 2012
Escrito en las Indias Occidentales
Varios estudiosos de la obra del poeta cubano José María
Heredia (1803-1839) han reparado en los equívocos que rodearon el origen y la
identidad de este escritor a mediados del siglo XIX, sobre todo en países anglófonos
y francófonos. Las traducciones de Heredia al inglés, reunidas por Ángel
Aparicio Laurencio en Selected Poems (Miami,
Universal, 1970), produjeron algunos de aquellos equívocos.
Uno de los traductores de Heredia, el cónsul James Kennedy,
que hizo versiones en inglés de los poemas “A mi esposa”, “A mi caballo” y “A
la estación de los nortes”, presentó a Heredia al público anglosajón como un
“poeta moderno de España” y le atribuyó su traducción al español de un poema de
Lord Byron. Lo mismo hizo Gertrudis F. de Vingut, la esposa del políglota, filólogo, traductor y editor Francisco Javier Vingut, quien tradujo “A la estrella de Venus”, de
uno “de los mejores poetas españoles”.
Otros traductores de poemas de Heredia al inglés y al
francés en el siglo XIX lo difundieron como un poeta mexicano, lo cual no es
incierto. El equívoco mayor, sin embargo, es el de la traducción que hiciera de
“En una tempestad” el poeta norteamericano William Cullen Bryant, quien también
tradujo la oda “Niágara”. La primera traducción de “En una tempestad” apareció,
en 1828, bajo el justificado título de “The Hurricane” –Heredia hablaba, en
realidad, de un huracán y no de una tempestad- con una inscripción que decía
“written in the West Indies”.
Bryant incluyó la traducción de Heredia en su libro The Talisman (1828), sin aclarar que el
poema original había sido escrito por el poeta cubano. Por varios años el poema
se atribuyó, pues, a Bryant, ya que los lectores suponían que el poeta
norteamericano lo había escrito durante un viaje por el Caribe. Lo cierto fue
que Bryant tomó “En una tempestad” de la edición newyorkina de los poemas de
Heredia que hizo el padre Varela.
En una edición posterior de la poesía de Bryant, en Londres,
el autor de The Death of the Flowers
reconoció que “The Hurricane” no era una composición suya: “this poem is merely
a translation from one by José María Heredia, a native of the island of Cuba,
who published at New York, six or seven years since, a volumen of poems in the
Spanish Language”.
viernes, 24 de agosto de 2012
Howe y Cuba
El intelectual newyorkino Irving Howe (1920-1993) es, junto con su maestro Lionel Trilling, una de las mejores refutaciones de la supuesta desconexión que, según puristas de ambos lados, debería existir entre crítica literaria y pensamiento político. La obra de ambos es inimaginable sin la literatura y la política, sin la formación de la prosa en lecturas de novelistas y poetas y en debates ideológicos sobre el fascismo y el comunismo, la democracia y el liberalismo.
A diferencia de su amigo Trilling y de otros contemporáneos suyos, como Daniel Bell e Irving Kristol, que compartieron orígenes socialistas, cercanos al trotskysmo, en los años 50, Howe no giró a la derecha entre los años 60 y 70. Hasta el final de su vida, que coincidió con la desintegración de la URSS y el fin del socialismo real, defendió lo que llamó un "socialismo democrático", denominación que presidiría conceptualmente el partido en el que militó y que aspiró al imposible de articular una socialdemocracia en Estados Unidos.
Las décadas más fecundas de Howe fueron los 50 y los 60, cuando colaboró en Partisan Review y fundó Dissent, se opuso al anticomunismo norteamericano y al totalitarismo de Europa del Este, y escribió sus conocidos ensayos sobre Sherwood Anderson y William Faulkner, Edith Wharton y Thomas Hardy. El libro que resumió aquella invocación simultánea de la literatura y la ideología fue Politics and Novel (1957), celebrado por la nueva generación de escritores newyorkinos.
Aunque Howe, como decíamos, no evolucionó hacia el conservadurismo, como otros jóvenes socialistas de su generación, tuvo una relación polémica con la Nueva Izquierda, alentada por el sociólogo de Columbia Charles Wright Mills y por los marxistas de Monthly Review. Uno de sus puntos de desencuentro con la Nueva Izquierda fue Cuba. Crítico del macarthysmo, Howe rechazó la oposición de Estados Unidos al socialismo cubano, pero no dejó de cuestionar la ausencia de libertades en la isla. En uno de los ensayos incluidos en la antología The Radical Imagination (1967), que polemizaba elegantemente con el clásico título de Trilling, The Liberal Imagination (1950), Howe escribió:
"Between the suppression of democratic rights and the justification or excuse the "New Leftists" offer for such suppression there is often a very large distance, sometimes a complete lack of connection. Consider the case of Cuba. It may well be true that the U.S. policy became unjustifiably hostile toward the Castro regime at an early point in its history; but how is this supposed to have occasioned, or how is it supposed to justify, the suppression of democratic rights (including, and especially, those of all other left-wing tendencies) in Cuba? The apologists for Castro have an obligation to show what I think cannot be shown: the alleged close causal relation between U. S. pressure and the destruction of freedom in Cuba".
A diferencia de su amigo Trilling y de otros contemporáneos suyos, como Daniel Bell e Irving Kristol, que compartieron orígenes socialistas, cercanos al trotskysmo, en los años 50, Howe no giró a la derecha entre los años 60 y 70. Hasta el final de su vida, que coincidió con la desintegración de la URSS y el fin del socialismo real, defendió lo que llamó un "socialismo democrático", denominación que presidiría conceptualmente el partido en el que militó y que aspiró al imposible de articular una socialdemocracia en Estados Unidos.
Las décadas más fecundas de Howe fueron los 50 y los 60, cuando colaboró en Partisan Review y fundó Dissent, se opuso al anticomunismo norteamericano y al totalitarismo de Europa del Este, y escribió sus conocidos ensayos sobre Sherwood Anderson y William Faulkner, Edith Wharton y Thomas Hardy. El libro que resumió aquella invocación simultánea de la literatura y la ideología fue Politics and Novel (1957), celebrado por la nueva generación de escritores newyorkinos.
Aunque Howe, como decíamos, no evolucionó hacia el conservadurismo, como otros jóvenes socialistas de su generación, tuvo una relación polémica con la Nueva Izquierda, alentada por el sociólogo de Columbia Charles Wright Mills y por los marxistas de Monthly Review. Uno de sus puntos de desencuentro con la Nueva Izquierda fue Cuba. Crítico del macarthysmo, Howe rechazó la oposición de Estados Unidos al socialismo cubano, pero no dejó de cuestionar la ausencia de libertades en la isla. En uno de los ensayos incluidos en la antología The Radical Imagination (1967), que polemizaba elegantemente con el clásico título de Trilling, The Liberal Imagination (1950), Howe escribió:
"Between the suppression of democratic rights and the justification or excuse the "New Leftists" offer for such suppression there is often a very large distance, sometimes a complete lack of connection. Consider the case of Cuba. It may well be true that the U.S. policy became unjustifiably hostile toward the Castro regime at an early point in its history; but how is this supposed to have occasioned, or how is it supposed to justify, the suppression of democratic rights (including, and especially, those of all other left-wing tendencies) in Cuba? The apologists for Castro have an obligation to show what I think cannot be shown: the alleged close causal relation between U. S. pressure and the destruction of freedom in Cuba".
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