Casi
siempre que se intenta reconstruir la imagen del padre en la poesía de Nicolás
Guillén vienen a la mente los versos iniciales de la “Elegía camagüeyana”: “¡Oh
Camagüey, oh suave/ comarca de pastores y sombreros/ No puedo hablar; pero me
gritan/ la noche, este misterio;/ no puedo hablar, pero me obligan/ el perfil
de mi padre, su índice de recuerdo;/ No puedo hablar, pero me llaman/ su
detenida voz y el sonido del viento”.
O
los pasajes de las memorias Páginas
vueltas (1982) en los que el poeta recordaba la amistad política de su
padre, Nicolás Guillén Urra, con el general Justo Gustavo Caballero Arango,
veterano de la guerra del 95 en Camagüey, quien lo nombró coronel; su
levantamiento en agosto de 1906 contra la reelección de Tomás Estrada Palma; su
oposición a la segunda ocupación norteamericana de la isla ese mismo año y su
elección como senador por el Partido Liberal, con el arribo de José Miguel
Gómez al poder.
Hay,
sin embargo, una alusión anterior al padre, en la obra de Guillén, que es la
que encontramos en la dedicatoria al poemario Cantos para soldados y sones para turistas (1937): “a mi padre,
muerto por soldados”. En un cuaderno lleno de guiños a los soldados del
Ejército del 4 de Septiembre, el batistiano por más señas –“abajo estoy yo contigo,/
soldado amigo./ Abajo, codo con codo, sobre el lodo”…; “no sé porqué piensas
tú,/ soldado, que te odio yo,/ si somos la misma cosa,/ yo, tú…”-, Guillén no
vaciló en identificar a los soldados de aquel nuevo ejército, surgido de la Revolución del 33, con los del viejo
ejército del gobierno de Mario García Menocal, que sofocó la revuelta liberal
de 1917 en Camagüey, donde murió su padre.
Un
lector de viejos periódicos, como demostraría ser el autor de El diario que diario (1972), no podía
dejar de indagar sobre la muerte de su padre, involucrado en el movimiento
liberal de “La Chambelona” contra la reelección de García Menocal. Nicolás
Guillén Urra, además de coronel de aquel viejo Ejército y senador de la
República, era un conocido periodista, director de Las dos repúblicas y otras publicaciones liberales, por lo que los detalles
de su muerte fueron reportados en la prensa habanera y camagüeyana.
A
partir de unas notas aparecidas en El
Camagüeyano, periódico conservador, el poeta interpretó que quien había
ejecutado a su padre, cuando el hijo apenas cumplía 15 años, era el cabo Bonifacio
Gandarilla, que dirigió la operación contra el campamento de Guillén
Urra. La información sobre los sucesos de la finca de San Ramón, en marzo de
1917, le daban a entender que su padre y su compañero, el también periodista
liberal Pedro Germán Bueno, no habían muerto en combate sino ejecutados. Sin
embargo, las notas que leyó Guillén y que reprodujo hace algunos años el
periodista José Manuel Villabella no permiten concluir tal cosa.
Villabella
sostiene que la “muerte en combate” de Guillén Urra fue una invención de la
prensa oficial menocalista porque así lo creía el poeta, pero no ofrece
elementos suficientes para demostrarlo. La “muerte por soldados” del padre del
Poeta Nacional ha pasado, en las efemérides oficiales del último medio siglo, a
ser el “asesinato del padre de Guillén” ¿Por qué Guillén se resistía a creer
que su padre murió en combate, si era coronel del Ejército y apasionado
defensor del Partido Liberal y de su Jefe, José Miguel Gómez?
Mientras
no se ofrezcan datos concretos a favor de la tesis de la ejecución, podrá
suponerse que el malestar del poeta comunista con el pasado liberal de su padre
lo llevó presentar a éste como una víctima de la “Pseudorrepública”. Imagen
cuya distorsión podría refutarse fácilmente con una breve antología de los
escritos de Guillén Urra a favor de José Miguel Gómez o del caudillo liberal de
Camagüey, Gustavo Caballero Arango, su padrino político.
La
incomodidad de Guillén con el pasado liberal de su padre no se expresó siempre
de la misma manera. En los poemas del citado cuaderno del 37, por ejemplo, hay
una evidente defensa del rol cívico del soldado en la República, que refleja
muy bien las buenas relaciones que hubo entre comunistas y militares, sobre
todo, en los años 30 y 40, en varias ciudades de Cuba, especialmente las de
provincia. Después del 59, Guillén, como muchos comunistas, acentuó su
antiliberalismo, llegando, lamentablemente, a simplificar el rico sentido
político de su poesía republicana.