En alguna parte hemos señalado lo perniciosa que, a nuestro
juicio, ha sido la idea de José Martí como “poeta en actos” para el culto
martiano mismo y para los discursos más autoritarios de la identidad cultural
cubana. Otra variante de la misma se encuentra en el debate público o
subterráneo sobre la obra del poeta habanero Rubén Martínez Villena
(1899-1934), entre los escritores cubanos de los años 40 y 50.
Poetas
y críticos de la generación de Orígenes,
como Cintio Vitier y Gastón Baquero, especialmente, pusieron a circular en la
esfera pública cubana de aquellas décadas la idea de que la entrega de Martínez
Villena a la política y su temprana muerte, de una enfermedad pulmonar crónica,
habían impedido la maduración de su poesía. Vitier, por ejemplo, hablaría del
“arcaísmo convencional” y de lo poco “significativos” que eran los sonetos “El
cazador”, “Fin de velada” y “La medalla del soneto clásico”.
Sin
embargo, el propio Vitier y también Baquero sostenían que el drama de la
biografía de Martínez Villena obligaba a “juzgarlo con especial respeto”, dada
la “profunda fuerza de contradicción que habitaba en el autor de La pupila insomne –título que un
panfletista contemporáneo ha convertido en equivalente del “Centinela alerta”
de los integristas españoles del siglo XIX-, fuerza hastiada, tierna, irónica o
colérica, cualquiera que sea el grado de inmadurez de sus entregas”.
La más extrema refutación de estos juicios no
se debe a Raúl Roa, como generalmente se piensa, sino al crítico comunista Juan
Marinello. El 16 enero de 1950, aniversario de la muerte de Martínez Villena,
Marinello develó una tarja de bronce en la casa natal del poeta, el número 68
de la calle Máximo Gómez de Alquízar, costeada por el ayuntamiento local y por
el Partido Socialista Popular y esculpida por Juan José Sicre y el pintor
Romero Arciaga.
Prueba de la plural admiración
política que despertaba Martínez Villena en las últimas décadas republicanas
fue que la Comisión Municipal creada para patrocinar el homenaje estuvo integrada
por militantes, además del PSP, del Partido Liberal, el Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo), el Sindicato de Torcedores, el Círculo Familiar, el Centro
San Agustín, el Colegio de Maestros, el Colegio de Barberos y los ayuntamientos
vecinos de Alquízar: Bauta, Caimito del Guayabal, Santiago de las Vegas,
Bejucal, San Antonio de los Baños, Güira de Melena, La Salud y Quivicán.
En el acto de develación de la
placa, en el que tocó la banda del Reformatorio Torrens, Juan Marinello
pronunció un discurso en el que, entre otras cosas, cuestionaba a los críticos
literarios que manejaban el tópico de la “inmadurez” poética de Martínez
Villena. Marinello, en otra vuelta de tuerca al juicio de José Martí sobre los
“poetas de la guerra”, llevará la idea de la “poesía en actos” al extremo de
defender como “poetas” a José Stalin y Mao Tse Tung. Ambos, Stalin y Mao,
habían escrito poemas juveniles, pero su verdadera poesía debía leerse en la
Historia, ya que era “poesía en actos”:
“La calidad lírica de Rubén no cambio
sino de sendero, y su maestría de las palabras se afiló y aceró en la polémica
insuperable. Su don poético, inseparable y vitalicio en su esencia a pesar del
violento repudio, le facilitó mil veces, sin él saberlo, el cordial magisterio;
y la gracia verbal hija del dominio del idioma y de la posesión de sus
secretos, fue en él arma victoriosa. Poetas fueron, a su tiempo, José Stalin y
Mao Tse Tung. Y los poetas de hoy y mañana no les deberán, es cierto, los más
logrados modelos de su arte, pero sí el tamaño de los cantos futuros. Así
ocurrirá, en los límites nacionales, con Rubén Martínez Villena. Todavía por
algunos años los poetas se lamentarán de que nuestro gran joven no cobijara con
versos su casa de grandezas. Les pido que miren más al fondo del tiempo y de
las cosas”.