
Los
economistas liberales, al estilo de Paul Krugman o Joseph Stiglitz –leídos como
autoridad lo mismo por Barack Obama que por Hugo Chávez- hablan, sin embargo,
de otro capitalismo en crisis. Para ellos lo que está colapsando no es toda la
economía de mercado sino instituciones y prácticas específicas del capitalismo
financiero global. Esos economistas serían tan malos lectores de Marx, como lo
fueron Stalin o Castro, si presumieran que la actual crisis capitalista anuncia
el fin del mercado y la vuelta a la planificación estatal de la economía.
El
orfanato del viejo comunismo quiere ver en esta crisis la estigmatización de
toda forma de propiedad que no sea la estatal o la comunitaria. Y quiere ver,
también, la enésima venganza de esa milenaria imaginación anticrematística, que
hace del dinero y la mercancía metáforas del mal humano. Cuando Krugman y
Stiglitz hablan de return of depression o de freefall o "sinking" de la economía
mundial no están queriendo decir lo que los viejos y nuevos comunistas quisieran
interpretar: que se avecina la debacle final de toda economía de mercado.
Ese
comunismo es el que, en propiedad, podría llamarse antimarxista. Un comunismo
para el que el legado de Marx no es su
teoría del capitalismo sino su utopía comunista. Cuando, como bien advierten Hobsbawm,
Eagleton y algunos de los mejores marxistas vivos, ambas dimensiones han
demostrado ser contradictorias. De la teoría del capitalismo decimonónico de
Marx no se desprende mecánicamente, como pensaron los manualistas soviéticos,
la “necesidad del advenimiento comunista”.
El capitalismo
financiero global puede estar en crisis, puede provocar “burbujas
inmobiliarias”, “recesiones griegas” y todo tipo desaceleración económica, pero
la economía de mercado, es decir, la compra y venta de bienes y servicios, o la
coexistencia de múltiples formas de propiedad privada o pública, lejos de
debilitarse, se arraiga en el mundo. Marx fue el primero en llamar la atención
sobre la equivocada identificación entre capitalismo y mercado y sobre la,
igualmente errada, suposición de un único tipo de capitalismo.
Los
huérfanos del comunismo han sido malos lectores de Karl Marx, pero también de
Alexis de Tocqueville y de Max Weber. En la actual crisis del capitalismo financiero
global quieren ver, además, un colapso de la democracia. Como si esta última
fuera una forma política determinada por esa dimensión del capitalismo. Como si
la democracia no fuera, también, una consecuencia lógica del avance de la
igualdad de oportunidades generada por el mercado y de la cada vez más
difundida cultura de los derechos humanos en el planeta.