Quien haya leído a Marx en serio habrá notado que una de las dificultades de su lectura como teórico reside en que constantemente la exposición de la teoría se ve interrumpida, cuando no aderezada, por la diatriba. En el Marx escritor el teórico va siempre de la mano del polemista. Y este último aspecto, el del combate de todo tipo de rivales, que lo llevó por momentos al abuso del sarcasmo y la ironía, pasó a Lenin y otros de sus discípulos del siglo XX.
Ese estilo se convirtió en marxistas menos brillantes y más acartonados en algo más que un estilo: se convirtió en un tipo de pensamiento querellante, en el que la argumentación no avanza si no se encuentra en estado de disputa. Las mentes de esos querellantes no alcanzan nunca la paz, la serenidad analítica, que distinguimos, por ejemplo, en pensadores tan disímiles como Alexis de Tocqueville, Max Weber o Martin Heidegger.
Quien mejor bautizó el estilo de Marx fue el editor norteamericano Charles Anderson Dana (1819-1897), fundador de dos célebres periódicos newyorkinos, The New York Daily Tribune y The Sun y editor, también, de José Martí. Dana era un liberal de simpatías socialistas, que comenzó su carrera admirando a Proudhon y la terminó oponiéndose al Secretario de Estado, James G. Blaine, aunque por el camino estuvo cerca del General Grant. La admiración por Grant y el rechazo a Blaine unieron a Dana y a Martí.
Dana fue también el creador, junto a George Ripley, de The New American Cyclopaedia, entre 1857 y 1863, en la que Marx fue contratado para escribir la entrada sobre Simón Bolívar. El artículo de Marx, titulado “Bolívar y Ponte”, era un buen resumen de las ideas prejuiciadas que el padre del comunismo tuvo sobre América Latina. A Dana no le gustó el artículo de Marx sobre Bolívar y le escribió sugiriéndole algunas correcciones. En febrero de 1858, Marx comenta a Engels:
“Además Dana me pone reparos a causa de un artículo más largo sobre “Bolívar”, porque estaría escrito en un partisan style, y exige mis authorities. Estas se las puedo proporcionar, naturalmente, aunque la exigencia es extraña. En lo que toca al partisan style, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque”.
Soulouque!, el líder de los jacobinos negros haitianos, presidente vitalicio y luego coronado como emperador Faustino I. En algo, sin embargo, no estaba totalmente desencaminada la lectura de Marx, quien probablemente leyó la polémica entre Constant y De Pradt sobre Bolívar: este último era un fervoroso admirador de la Constitución de Haití, un modelo republicano con presidente vitalicio y senado hereditario que transcribió en la Constitución de Bolivia.
Pero los estereotipos de Marx sobre Bolívar, heredados de muchos autores liberales europeos de mediados del siglo XIX, estaban, por lo visto, bastante arraigados, ya que dos años después, en ese derroche de partisan style que es Herr Vogt (1860), vuelve contra el caraqueño: “la fuerza creadora de mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”.
Dana entendía el partisan style como estilo partidista, en el sentido norteamericano de la frase, no como estilo partisano, en el sentido que podría tener en Europa. Sin embargo, el partidismo de Marx estaba más cerca de un partisanismo, en términos de Carl Schmitt: una visión dicotómica del mundo en el que la vieja batalla teológica entre el Bien y el Mal se transmutaba en un combate secular entre oprimidos y opresores. Curiosamente, Bolívar, según Marx, estaba en el bando de los opresores.