
Dice Ette que algunos pasajes de La expresión americana (1957), como aquellos que hablan del “pesimismo de los alimentos de Hegel” o invita a los “sibaritas ingleses a hundirse en el argentino bife” o protesta contra la españolización de Picasso, contra tantas y tantas maniobras para “extraerlo de la tradición francesa” y “desamericanizarlo”, remitiéndolo obsesivamente a los toros y las caras malagueñas, deben ser leídos como carcajadas, risas, burlas de Lezama contra los estereotipos nacionalistas e identitarios.
El propio Lezama lo dice a propósito de la representación del mundo americano en la Filosofía de la historia de Hegel: “si vuelvo a él, es un tanto con el propósito de burlarlo, señalando para su fastidio, una de las veces en que la idea no coincidió con la realidad, pues en ese soberano espíritu, parece como si los hechos y lo empírico domesticados siguieran su ideograma previo, las irritadas exigencias de su mando conceptual”.
Aquí Lezama, dice Ette, es un criollo, un republicano, un heredero de Fray Servando Teresa de Mier, José Martí, Walt Whitman y Herman Melville, un americano –más que un latino, un hispano o un “nuestroamericano”- que defiende su Nuevo Mundo, su Hemisferio, su continente, su orilla atlántica de los clichés de la vieja Europa, especialmente de la que quedó aturdida por los excesos del racionalismo neoclásico.