Además de historiador, Tarcus es un archivero incansable de la historia intelectual latinoamericana. El Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina que dirige en Buenos Aires y que edita la magnífica revista Políticas de la memoria, es una experiencia que, de reproducirse en otras capitales del área, ayudaría mucho a la democratización del pasado de la propia izquierda y, por tanto, a la contención de sus no pocas tendencias autoritarias en el presente.
Uno de los últimos volúmenes editados por Tarcus es Cartas de una hermandad (Buenos Aires, Emecé, 2009), en el que se compila y edita, por vez primera, buena parte de la correspondencia que sostuvieron Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Luis Franco, Ezequiel Martínez Estrada y Samuel Glusberg. El periodo de ese epistolario es lo suficientemente extenso, entre 1912 y 1964, como para seguir las marcas históricas del siglo XX en la obra de esos cinco grandes intelectuales argentinos.
La correspondencia más tardía es, naturalmente, la de los tres más jóvenes: Martínez Estrada (1895-1963), Glusberg (1898-1987) y Franco (1898-1988). De la correspondencia de Martínez Estrada y Glusberg reproduzco fragmentos de las cartas relacionadas con la Revolución Cubana y la estancia del primero en la isla, a principios de los años 60.
La historia oficial cubana ha presentado al autor de Radiografía de la pampa y Martí revolucionario como un defensor incondicional del socialismo insular. Algunos libros del periodo habanero de Martínez Estrada, como En Cuba y al servicio de la Revolución Cubana, El verdadero cuento del Tío Sam y El nuevo mundo, la isla de Utopía y la isla de Cuba, refuerzan esa imagen de lealtad granítica.
Sin embargo, una buena parte de la correspondencia de Martínez Estrada, a partir del invierno de 1963, revela a un escritor de la izquierda latinoamericana que, como muchos de su generación, respalda a la Revolución y luego se desencanta de sus elementos autoritarios. Las últimas cartas de Martínez Estrada a Glusberg trasmiten ese momento en que el intelectual argentino siente “muertas ya la ilusión y la fe”, como en el hermoso tango, “Como dos extraños”, de Laurenz y Contursi.
La Habana, 9 de marzo de 1961
“Se habla y se vive con franqueza. En dos años la Revolución ha transfigurado a un pueblo abatido y abandonado, en una colmena jubilosa. Todos nos queremos, nos ayudamos y tratamos de hacer lo mejor y lo más posible. El socialismo está en las cosas y en los espíritus; se lo sabe porque se lo vive simplemente… Todavía no se ha estabilizado la situación acomodándose a nuevas formas y métodos de trabajo y cooperación, de modo que hay mucho que hacer y no se sabe con precisión qué. Pero se está haciendo. Los gobernantes ceden a la inspiración de las gentes todas y van concretando la aspiración a un mundo mejor, sin ideologías ni dogmas”.
La Habana, 6 de septiembre de 1961
“Por lo que le digo antes comprenderá usted cuál ha sido mi situación aquí: de casa a la Casa, y de regreso. Sin conocer a nadie, ni ver a nadie. Parece ser que el PC me enjabonó la vereda, pues no les resulto consanguíneo, y éste es pecado mortal. Pero como he vivido aislado, sin meterme en la cosa política, pude tirar. La verdad es que la Revolución está en otras cosas, y yo aparezco como hurgador de papeles con las preocupaciones de los burgueses que se distraían con las letras. En algo es cierto, y yo lo siento sin que me lo digan. Lo que nosotros sabemos hacer –digamos así- vendrá más tarde, cuando se termine con la amenaza de la contrarrevolución interna y con la amenaza, cada días más inminente, de un nuevo desembarco esta vez en gran escala”.
Bahía Blanca, 5 de diciembre de 1963
“Lo que Ud. me dice de Labrador Ruiz es cierto. Yo no lo he visto en La Habana; estaba en “sus cosas”, más o menos radiado, en los primeros sacudones que sacó de quicio a mucha buena gente y colocó a gente ávida de trepar. Para muchos la Revolución fue una “trepadera”. También yo estuve dos años encerrado, sin que nadie fuera a verme, ni se enterara de que existía, con una oposición muy grande de los martianos patentados. Unos, los del José Martí de la Academia de Historia y Letras; otros, los “nuevos” que no saben qué hacer con él, pues sospechan que es un liberal al que no pueden meter en ningún casillero. Hoy, de lejos y con nuevos datos, puedo decirle que el Martí revolucionario que yo me puse a extraer de los bazares y las papelerías, a nadie interesa. Ni ha interesado. Ni interesará. Ahora están fabricándose una cultura de martillo y tenaza, porque consideran que es marxista-leninista tirar alquitrán a las bibliotecas de noche”.
Bahía Blanca, 4 de febrero de 1964
“He quedado sin comunicación con Cuba. Cerradas las vías urinarias y respiratorias. Tengo la primera fase de Martí revolucionario (800 páginas) dactilografiadas. Les importa un rábano Martí y sus sueños revolucionarios ¿Quién habla de eso ni de lucha de clases, con la mesa puesta, la cabecera ocupada y los infelices mirando por la ventana?”