Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

miércoles, 26 de marzo de 2025

Ciudades literarias del México moderno






El escritor Rafael Lemus se propuso reconstruir el mapa literario de su país, no a través de autores y obras, personajes y tramas, sino de los lugares imaginarios donde transcurren las novelas. El resultado es Atlas de (otro) México (2025), que acaba de publicar Debate. A diferencia de tantos libros de crítica literaria, en los que se esgrime una nómina de poetas y novelistas, aquí lo decisivo no son los poemarios o las novelas. Tampoco lo son, aunque un poco más que sus obras, las personas de los autores. 

Lo relevante es aquí el lugar donde transcurre la ficción, sobre todo, si ese lugar es propuesto en la novela como una comunidad posible o alternativa. En el epígrafe y el epílogo se habla de Aztlán, sugiriendo el sentido mítico de toda ciudad originaria, pero los lugares que recorre el libro son del México moderno. El primero es la Nueva Filadelfia de la novela El monedero (1861) de Nicolás Pizarro, escritor liberal del siglo XIX, amigo de Ignacio Manuel Altamirano e Ignacio Ramírez, que ha estudiado el historiador Carlos Illades. 

 En aquella novela de Pizarro tiene lugar una escena alucinante en la que, en medio de la Guerra de Reforma, Benito Juárez, acompañado por Melchor Ocampo y Santos Degollado atraviesan Atoyac, en Jalisco, y divisan en el horizonte un pueblo llamado Nueva Filadelfia. Los políticos liberales preguntan al guía qué sitio es ese, a lo que el guía responde: “un lugar en el que el pobre no es pobre” y “las tierras, los ganados, las semillas y los edificios son de todos”. 

 En una jurisdicción parecida a la de este comunitarismo liberal del siglo XIX habría que ubicar el experimento eugenésico de Villautopía, locación de la novela Eugenia (1919) del escritor cubano-mexicano Eduardo Urzaiz. Tan raro como Pizarro en las historias tradicionales de la literatura mexicana, Urzaiz, médico y psiquiatra de formación, fue muy cercano a la reforma educativa y cultural que impulsó Salvador Alvarado en Yucatán. 

 La novela de Urzaiz, según la interpretación de Lemus, intentaba ser genuinamente utópica. Para crear una sociedad perfecta y superar las guerras, el Estado debía convertirse en agente de la reproducción biológica. Los bebés serían incubados por mujeres y “hombres feminizados”, preseleccionados, que evitarían la degeneración de la humanidad. A diferencia de la eugenesia del evolucionismo racista europeo, la de Villautopía parecía responder más al ideal del “hombre nuevo” del socialismo agrario yucateco. 

 Pero no todas son utopías en el atlas de Lemus, como sí son todas las de Federico Guzmán Rubio en Sí hay tal lugar (Taurus, 2025), un libro que habría que leer en diálogo con este. Hay aquí ciudades más familiares en la cartografía literaria de México, como Comala, el pueblo triste de Pedro Páramo (1955), instalado en aquel horizonte gris en que cohabitan los vivos y los muertos. 

 O Quauhnáhuac de Malcolm Lowry en Bajo el volcán (1947), la novela sobre los trances etílicos del cónsul Geoffrey Firmin, el Día de Muertos de 1938. El delirium tremens de Firmin brotaba en cuartos de hoteles y cantinas luminosas en una ciudad que, como recuerda Lemus, era una superposición de dos ciudades reales: Cuernavaca y Oaxaca. Ese doble lugar no podía ser sino el paraíso y el infierno a la vez. 

  Lemus también recorre Galeras, el ejido ficticio del Bajío, donde sucede la trama de la gran novela sinarquista, El fin de la esperanza (1948) de Rafael Bernal. Galeras se parece a Comala, pero más transparente o realista, menos fantasmagórica. También se parece a Ixtepec, el pueblo de Recuerdos del porvenir (1963) de Elena Garro. 

 Comarcas como San José de Gracia al final de Pueblo en vilo (1969), en las que todo ha sucedido: la revolución y la contrarrevolución, la Cristiada y el cardenismo. Lo contrario a La Matosa de Temporada de huracanes (2017) de Fernanda Melchor, donde una nueva violencia parece refundar el horror en el México del siglo XXI.

lunes, 24 de marzo de 2025

Una historia de España en doce novelas




El historiador Jordi Canal, autor de una muy leída Historia mínima de Cataluña, publicada por El Colegio de México, ha escrito Contar España. Una historia contemporánea en doce novelas (2024), que edita Ladera Norte, la editorial que encabeza Ricardo Cayuela. 

Se trata de un recorrido por momentos o dimensiones de la historia peninsular a través de novelas emblemáticas. Arranca, como era de esperar, con los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, el fresco narrativo de la guerra de independencia de los españoles contra los franceses, tras la invasión napoleónica de 1808. 

Galdós contó como nadie los eventos el 19 de marzo y el 2 de mayo de aquel año, cuando los madrileños salieron a los calles, primero, a protestar contra el ministro Manuel Godoy, y luego, para defender su ciudad de los invasores franceses. En una trama muy parecida a la de cualquier república hispanoamericana del siglo XIX, al capítulo inicial sobre la independencia sigue otro sobre las guerras civiles decimonónicas. 

Canal escoge para narrar las guerras entre carlistas y liberales la novela –“nivola” le llamaba su autor- Paz en la guerra de Miguel de Unamuno, ambientada durante el sitio de Bilbao por los carlistas en 1874. Con el fin del asedio aquel año se abriría la puerta a la derrota definitiva del carlismo en 1876. 

 El escritor y periodista Ramón J. Sender, quien se exilió en Estados Unidos durante el franquismo, fue soldado y oficial en la Guerra del Rif, en Marruecos, entre 1922 y 1923. Aquella experiencia fue recreada en su novela Imán, que Jordi Canal lee como un derroche de violencia narrativa, en el que la “brutalidad fluye por doquier: profanación de cadáveres, mutilaciones, martirios en ambos lados…” 

 No se detiene este libro de Canal en el hito de 1898, cuando España pierde sus posesiones en América, tras la primera intervención militar de Estados Unidos en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero sí, desde luego, en la Guerra Civil (1936-1939), que explora a través de dos novelas, Los cipreses creen en Dios de José María Gironella, sobre los años de la Segunda República y el estallido del conflicto, y Campo francés de Max Aub, donde se cuenta la odisea del brigadista internacional Juan Hoffman, su exilio y su reclusión en Vernet. 

 El franquismo y el antifranquismo, que determinaron la tensión fundamental de la historia española del siglo XX, durante cuarenta años, se captan aquí a través de Veinte años y un día de Jorge Semprún, comunista heterodoxo y sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald. La transición democrática o el periodo posterior al franquismo es explorada a través de Anatomía de un instante, la novela de Javier Cercas sobre la intentona de golpe de Estado contra el gobierno de Adolfo Suárez en 1981. 

 Pero decíamos que el libro de Canal no se ocupa únicamente de momentos estelares de la historia de España sino de aspectos o dimensiones conflictivas de la experiencia moderna de esa nación. Un capítulo, por ejemplo, recorre el tratamiento de la vida rural y el caciquismo en la novela Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán, una radiografía de la campiña gallega en el siglo XIX. 

 También se estudian la gran movilización obrera y el activismo anarquista entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Si en Rusia es un tema que asociamos con Los demonios de Dostoyevski y en Gran Bretaña con El agente secreto de Joseph Conrad o El hombre que fue jueves de G. K. Chesterton, en España remite a La bodega de Vicente Blasco Ibáñez y, sobre todo, a Aurora roja del novelista vasco Pío Baroja. 

 Contar España dedica sus capítulos finales a los contrastes de la modernización del último cambio de siglo y a la cuestión del terrorismo de ETA en el País Vasco. El primer tema lo encuentra en Crematorio de Rafael Chirbes y el segundo en Patria de Fernando Aramburu. Entre ambas novelas se narran los dilemas de comunidades sometidas a la gentrificación y el terror.