Libros del crepúsculo

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martes, 23 de agosto de 2022

Zelenski y el dolor de los demás




Las fotos de Volodímir Zelenski y su esposa, Olena Zelenska, para la revista Vogue, captadas por Annie Leibovitz, llevan la explotación del duelo a un nivel de espectacularidad incómoda. Susan Sontag, quien fuera pareja de Leibovitz, habría dicho, de acuerdo con las tesis de Ante el dolor de los demás (2003), que las fotos de la pareja presidencial entre soldados y ruinas de Kiev son obscenas. 

 Vale la pena recordar en estos días que aquel libro, el último que Sontag publicó en vida, fue un desarrollo ulterior de su gran ensayo Sobre la fotografía (1977), en que sostenía una posición ambivalente sobre el poder de la imagen en la sociedad post-industrial. Después de su experiencia cercana en la guerra de los Balcanes, contexto del proyecto “Rostros de la ciudad” (1993), un conjunto de retratos de Leibovitz en las ruinas de Sarajevo, para la revista Vanity Fair, Sontag se movió a una visión más crítica sobre el papel de la fotografía en los conflictos bélicos. 

 Comenzaba Sontag recordando Tres guineas (1938), la famosa carta de Virginia Woolf sobre la guerra, que partía justamente de una reflexión sobre las fotos de los bombardeos franquistas en ciudades españolas gobernadas por la República. A diferencia de Woolf, aunque respaldando su tesis de que la recepción femenina de la imagen era especialmente empática, Sontag pensaba que las fotos de las ruinas y los muertos de la aviación franquista, no necesariamente eran documentos que llamaban a la solidaridad con la España republicana. 

 Había un morbo, un exhibicionismo en la fotografía bélica, que también producía un efecto paralizante, ligado a la presentación de la guerra como espectáculo. Los grandes consumidores de esas fotos eran personas que, resguardados en sitios de relativa paz, disfrutaban visualmente la masacre. La pregunta básica, que hacía Sontag a Woolf, podría repetirse frente a los retratos de Zelenski y su esposa, tomados por el lente de Leibovitz: ¿despiertan esas fotos solidaridad con Ucrania? Sí y no. 

 Las ruinas y los soldados de Kiev, detrás de los rostros iluminados de Volodímir y Olena, son el escenario de una naturalización del presidente ucraniano en la clase política occidental. Más que imágenes de víctimas del imperialismo ruso, las fotos trasmiten seguridad y confort. El gesto de Leibovitz podría ser contraproducente: las fotos no hablan de la destrucción y la muerte en las ciudades ucranianas sino de la legitimidad de Zelenski en Occidente. 

 Ese mensaje, definitivamente, es favorable a Putin y a su proyecto de “borrar a Ucrania del mapa”, como dijo no hace mucho Dmitri Medvedev. Ni la incorporación de Ucrania a la OTAN, ni su ingreso a la Unión Europea eran eventos tangibles antes del 24 de febrero de 2022. Lo que decidió la invasión, desde mucho antes de aquel día, fue el gran obstáculo que interpuso el gobierno de Zelenski al control de esa nación desde el Kremlin, que siempre la ha considerado “suya”, “de Rusia”. 

 Zelenski ha encabezado una resistencia más sólida de la esperada, en buena medida, porque inicialmente combinó la solicitud de ayuda a Occidente con cierta autonomía exterior y una disposición al diálogo para poner fin a la guerra. El respaldo de los países nórdicos, la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN y la difícil concertación de posiciones en la Unión Europea avanzaron gracias a esa actitud inicial, que concitó apoyos muy diversos. Ahora el caricaturesco pro-occidentalismo del liderazgo ucraniano conspira en su contra. 

 La guerra de desgaste continúa, se intensifica y Putin está apostando, justamente, a que merme el crédito internacional de Zelenski. Algunas señales de concentración del poder en Kiev son utilizadas, cínicamente, desde el Kremlin, para avanzar en ese descrédito. Estas fotos caen en el terreno fértil de la maquinaria propagandística rusa, que precisamente busca que el dolor de los demás no gire a favor de Ucrania.

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