A principios de 1969, Rossanda y un grupo de intelectuales del PCI (Lucio Magri, Luigi Pintor, Aldo Natoli, Valentino Parlato) decidieron lanzar una publicación titulada Il Manifesto, donde tomaron posiciones afines a la Nueva Izquierda y en creciente contradicción con la línea prosoviética del comunismo europeo. En Italia esa línea se iba debilitando gradualmente bajo el liderazgo de Luigi Longo y, sobre todo, Enrico Berlinger, uno de los principales impulsores, junto con el francés Georges Marchais y el español Santiago Carrillo, del eurocomunismo en los años 70.
En los primeros números de Il Manifesto aparecieron ensayos a favor de la Revolución cultural maoísta de K. S. Karol, socialista polaco-francés, compañero de Rossanda, y una crítica frontal a la invasión soviética a Checoslovaquia. Sus editores fueron acusados de “faccionalismo” y “revisionismo de izquierda” y expulsados del PCI. A partir de entonces Il Manifesto y Rossanda se constituyeron, abiertamente, en una caja de resonancia de la Nueva Izquierda antiburocrática y descolonizadora en Italia.
En el primer número de la revista Libre, editada en París por Juan Goytisolo, Jorge Semprún, Teodoro Petkoff, Adriano González de León y Mario Vargas Llosa, Rossanda aparecía entre los firmantes de dos cartas enviadas a Fidel Castro, por intelectuales latinoamericanos y europeos, en protesta por el arresto del poeta cubano Heberto Padilla en La Habana. Las cartas las firmaban también sus compatriotas Italo Calvino, Pier Paolo Pasolini y Lucio Magri.
En el último número de Libre, dedicado a la “liberación de la mujer”, Rossanda colaboró junto a Susan Sontag, Marta Lynch, Francoise Giroud, Jean Franco y otras feministas de la Nueva Izquierda. En su colaboración, decía que en el nuevo marxismo de la generación del 68, al aspirarse al derrocamiento paralelo del patriarcado y el capitalismo, no había contradicción entre la lucha de clases y la emancipación femenina.
A una pregunta del editor, Mario Vargas Llosa, sobre cuál era la actitud de los hombres hacia la mujer liberada, respondía que en Il Manifesto las “mujeres (ella misma, Luciana Castellina o Giuliana Sgrena) se encontraban al mismo nivel que los hombres”. Y concluía: “afectuosamente, pienso también que en su emancipación, cuando las mujeres sean libres, la pobre vida viril de los hombres será menos siniestra”.
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