Hoy en El Cultural de La Razón, Víctor Manuel Mendiola escribe un ensayo brillante sobre "El cementerio marino" de Paul Valéry. Recuerda el crítico y editor mexicano las muchas traducciones al castellano de aquel poema, empezando por las de Jorge Guillén, Gerardo Diego y Agustín García Calvo en España. Pero, entre todas, escoge la del cubano Eugenio Florit, no sin antes recordar que hay otra traducción cubana del poema de Valéry, debida a Mariano Brull, en 1930, quien también tradujo "La Joven Parca" en 1949, para ediciones Orígenes.
Desde el encabezado y el primer verso, las diferencias entre las traducciones saltan a la vista. A diferencia de Brull o de Guillén, que reproducían el exergo en griego de Píndaro o dedicaban la traducción a alguien, Florit entraba a prisa en el poema y estampaba su sello de traductor en el primer verso: "Techo tranquilo, senda de palomas". No "Ese techo, tranquilo de palomas" o "Techo tranquilo surcado de palomas" o "Bóveda estanca -vuelo de palomas".
En uno de los momentos centrales, donde otros traductores, como Guillén, traducían "¡Al idólatra aparta, perro espléndido!", Brull y Florit la escribían en femenino: "¡Ahuyenta, perra espléndida, al idólatra!" Buscaban, desde luego, enfatizar la representación femenina de la muerte, como en "La Joven Parca", donde se hablaba de una "vecina de la noche eterna, versátil y pérfida, inteligente y peligrosa, pálida y prodigiosa".
En el sexteto, a mi juicio, central del poema, se impone la tregua y no hay mayor contradicción entre los traductores. Allí el sentido del cementerio como lugar en que el porvenir se rutiniza y los restos de la vida se disipan en el aire, adquiere esa transparencia conceptual o geométrica de la poesía de Valéry, que José Lezama Lima asociaba al término de "figura". Según Lezama, en la poesía de Valéry, la figura -del cementerio en este caso-, "se realiza como una convención que puede prolongar el acto naciente, pero que evaporada de nosotros se mantiene en la atmósfera de la mecánica analítica del lenguaje":
El porvenir, aquí, sólo es pereza;
El claro insecto escarba en sequedades;
Todo quemado, mustio, sube al aire,
A yo no sé qué esencia rigurosa...
La vida es vasta, como ebria de ausencias
Y es dulce el amargor, claro el espíritu
No hay comentarios:
Publicar un comentario