Hace un par de días escuché la entrevista radial que hicieron, desde la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Gabriela Warkentin y Javier Risco
a la escritora Margo Glantz (Ciudad de México, 1930). Decía Margo que ya estaba
tan habituada a escribir un tuit cada mañana, que cuando no lo hacía,
sospechaba que algo andaba mal. Repitió
la escritora, en la conversación, algo que le leí en su espléndido volumen Y por mirarlo todo, nada veía (2018),
que editó hace algunos meses Sexto Piso.
Cuenta ahí Glantz que hace
una década, cuando se produjeron las revoluciones de la Primavera Árabe, entre
2010 y 2013, le impresionó descubrir que las redes sociales y, especialmente,
Twitter, podían movilizar tan arrolladoramente a una juventud que muchos creían
despolitizada. Su fascinación inicial ante el hallazgo del poder de las redes
sociales poco a poco fue cediendo a una vigilancia frente al aplanamiento ideológico
que producen las nuevas tecnologías.
Era algo que se advertía
desde fines del siglo pasado con la globalización mediática, pero que ahora con
las redes sociales llega al extremo. Cualquier evento se convierte en noticia
en fracciones de segundos y la horizontalidad del internet achata la historia,
poniendo al mismo nivel una masacre en África y un divorcio de estrellas de
Hollywood. Los afectos y las emociones se distribuyen parejamente en un arco
noticioso que va de la frivolidad al genocidio.
El encuentro de Margo Glantz
con Twitter vino a reafirmar la afición de esta narradora y ensayista mexicana
por la escritura fragmentaria y fugitiva. Esa ruta, que se lee en las prosas
viajeras y memoriosas de Coronada de
moscas (2012), Yo también me acuerdo (2014)
y otros textos suyos, y que se reconoce, también, en su gusto por Walter
Benjamin , Maurice Blanchot, Emil Cioran o Augusto Monterroso, ha desembocado
naturalmente en una Glantz tuitera.
Los tuits de Margo, a
diferencia de los de la mayoría de los tuiteros, no aprovechan los 140 o los
280 caracteres. Sus extensiones no están determinadas por el límite que traza
la red social para moderar una conversación irreductible. Los tuits de Glantz
tienen una extensión poética y, a la vez, aforística. Sus reglas no son las de
la moderación mediática sino las del discurso literario.
Y, sin embargo, ese uso
literario de la red social persigue un objetivo político evidente: desafiar el
aplanamiento de los sucesos en la globalización mediática. La plasmación de un
sentido literario en el tuit es una protesta contra la indistinción moral y
política que genera la mediatización del evento en la globalización. Una pausa
obligada o un desvío necesario de la corriente que nos arrastra.
La red social se vuelve medio de la literatura y
el tuit género literario en la escritura más reciente de Glantz. Las fronteras
de la expresión oral y escrita se confunden con los silencios del tuit, como se
lee en algunos colgados en esa red social en las últimas semanas. A modo de
antología, reproduzco varios al azar. No sé ustedes, pero yo leo aquí
literatura, de la mejor que se escribe en México en estos días:
“¿Tuitear equivaldrá a tomarle el pulso a la
realidad?
Lo sentimos, el número que marcó no existe.
La adicción viaja en tranvía.
A veces se filtran tuits que yo no he escrito.
Me está fallando la visión: me acuerdo de
Tiresias y también de Edipo.
Las cataratas son imprevisibles.
Placer del tuit texto.
¿Qué querrá decir cuando leo: países peligrosos
de visitar: "México. moderado pero alto"?
Tuitsfasia.
Descubro de repente que por disléxica en lugar de
decir gracias , escribo garcías.
La dislexia no engancha, la procrastinación si.
La filantropía es una de las máximas hipocresías
del neoliberalismo.
Un espectacular desmiente a Descartes en
Guadalajara: vive y no sólo existas.
Pasa que el tiempo pasa y parece que no pasa:
conversación plana como decía T. Monterroso.
No hay atajos, sentencia mi cell: esa herida
absurda que es la vida”.
Rafael
ResponderEliminarLas redes sociales son, en un esencia, una vocecilla dentro de la gran masa. Pues no escuchan por libros, por radio, por tv, pero se alarman por un trino de 140 caracteres. Como dijo Marshall McLuhan: "Hay que decir algo sorprendente sino no le prestarán atención". Quizá refiriéndose a que una frase de menos de 200 palabras puede incendiar el mundo.
Saludos desde Colombia.
Mi correo es: diegofirmiano@gmail.com por su desea conversar sobre sus ideas. UN abrazo.