Libros del crepúsculo

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domingo, 17 de noviembre de 2019

Lezama, La Habana y los fuegos artificiales

Ahora que la noche habanera se ilumina con fuegos artificiales, por los 500 años de la ciudad, recuerdo una vieja lectura. En uno de los artículos de José Lezama Lima en Diario de la Marina, el 12 de octubre de 1949, el poeta cubano se refiere al "ritmo" de la ciudad. Un ritmo que ve ligado a la que llama la "descomposición del puerto", y al destino de una urbe de "mil puertas". El rebasamiento de la Habana portuaria era, para Lezama, el salto a una modernidad urbana caracterizada por su contacto múltiple con el mundo. Ese rebasamiento, según el poeta, podía amenazar el "predominante azafrán hispánico" dentro de la "diversidad rodeante".
La ciudad, agrega, "tiene un ritmo de crecimiento vivo, vivaz, de relumbre presto, respiración de ciudad no surgida en una semana de planos y ecuaciones". A mediados del siglo XX, Lezama vislumbra la modernización habanera: "sus asimilaciones, sus exigencias de ciudad necesaria y fatal, todo ese conglomerado que se ha ido formando a través de las mil puertas, mantiene todavía su ritmo". Pero, curiosamente, insiste en que ese ritmo preserva una cadencia senequista, de "pasos lentos" y "estoica despreocupación", que remite, una vez más, a lo hispánico.
La resistencia de Lezama a la modernización explica también su preferencia por la Habana diurna. La ciudad sigue preservando "la medida del hombre" porque sigue siendo una comunidad que adquiere su sentido a la luz del día. Dice el poeta: "esa clásica y clara medida del hombre le lleva a abominar de la vida nocturna". Llega a decir, incluso, tras citar los Evangelios, que "después de las 12 de la noche", La Habana, "venturosamente, cierra su flor y sus curiosidades". El "juego de luces" propio de La Habana no es el de los fuegos de artificio o el de la "luna fría que nos viene al pecho y allí araña y retira", sino el de "la luz matinal y la de los crepúsculos".


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