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Es una fortuna que el Fondo de Cultura Económica haya logrado la captura
electrónica de la revista El Trimestre
Económico, fundada por Daniel Cosío Villegas y Eduardo Villaseñor en 1934,
a meses de la presidencia del general Lázaro Cárdenas. El lector puede acceder
al archivo digital de esa publicación cardinal del pensamiento económico
latinoamericano y hacerse una idea propia de su evolución.
La suspensión del Comité
Editorial de El Trimestre Económico parte
de un juicio histórico lapidario, que no se basa en una lectura cuidadosa de la
trayectoria intelectual de la publicación. Dicen los nuevos directivos que El Trimestre Económico era una
publicación “portadora del proyecto neoliberal”, sin hacer, siquiera,
distinciones de sus fases históricas: fases como las de cualquier editorial o
revista occidental en ocho décadas.
Es muy fácil refutar esa visión
ahistórica: basta leer los índices de la revista desde 1934. En los primeros
números de aquel año, por ejemplo, aparecieron artículos como “Un órgano eficaz
para intervenir en la economía” (1934) de Roberto López, donde se argumentaba
que no era suficiente la Secretaría de Hacienda y Crédito para asegurar los
intereses del Estado y que era preciso crear una institución especializada, o
como “Los varios mercados de México” (1935) de Manuel Gamio, donde se proponía
una gran integración del mercado interno nacional.
En El Trimestre Económico se glosaron las ideas de John Maynard
Keynes, pero también se reprodujo una famosa entrevista de H. G. Wells a
Stalin, se publicaron los ensayos de Sidney y Beatrice Webb sobre la
“civilización soviética” y se defendió abiertamente la economía planificada
socialista. Entre los años 40 y 50, aquella revista mexicana fue una plataforma
central de la difusión de las revoluciones y populismos latinoamericanos: allí
aparecieron los documentos básicos de las reformas agrarias de Guatemala y
Bolivia.
Las tesis de Raúl Prebisch y la
CEPAL ocuparon un espacio considerable. Allí escribieron los chilenos Aníbal
Pinto y Osvaldo Sunkel, el brasileño Celso Furtado, el venezolano Carlos Rafael
Silva y el cubano Felipe Pazos, muy cercanos todos al propio Prebisch y al
mexicano Víctor L. Urquidi, sucesor de Cosío Villegas en la dirección de la
revista y luego Presidente de El Colegio de México. Un diplomático y economista
cepalino, Edmundo Flores, propagó las tesis económicas de las tres revoluciones
de la Guerra Fría latinoamericana: la guatemalteca, la boliviana y, finalmente,
la cubana.
El Trimestre Económico no
dedicó uno sino cinco artículos a la Reforma Agraria cubana de 1959 y al
tránsito socialista de la isla, que transformó la historia latinoamericana en
la Guerra Fría. Cuatro de de aquellos artículos, los de los mexicanos Marco Antonio
Durán y Juan F. Noyola, el del chileno Jacques Chonchol y el del marxista norteamericano Paul Baran, firma
central de Monthly Review en Nueva
York, eran celebraciones del proyecto cubano. La crítica que les hizo el
economista cubano Felipe Pazos, colaborador habitual y autor, junto con Regino
Boti, del programa económico del Movimiento 26 de Julio en 1958, no cuestionaba
tanto el sentido como la aplicación de la nueva legislación agraria en Cuba.
Entre los años 60 y 80, El Trimestre Económico se abrió a las
tesis de la Teoría de la Dependencia y del desarrollismo latinoamericano. Allí
se reseñaron la “vía chilena” y la Revolución Sandinista: Marcos Kaplan criticó
la “concentración del poder político a nivel mundial”, John Kenneth Galbraith
apostó por una “economía útil” y Branko Horvat propuso el modelo yugoslavo del
“socialismo autogestionario”. Es cierto que a partir de los años 90 se
publicaron textos de orientación neoliberal, pero los enfoques distributivos y
desarrollistas, propios de la tradición neoclásica, cepalina o dependentista
latinoamericana, nunca desaparecieron en El
Trimestre Económico.
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