Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

jueves, 6 de septiembre de 2018

Un trotskista argentino debate con el Che Guevara

El historiador argentino Martín Ribadero ha reconstruido, recientemente, la rica trayectoria del intelectual y político Jorge Abelardo Ramos, una de las figuras centrales de la izquierda latinoamericana en el arranque de la Guerra Fría. Ramos fue uno de los tantos trotskistas que eludieron los prejuicios comunistas contra los populismos latinoamericanos, especialmente contra el peronismo. Aunque nunca dejó de ser crítico de esa corriente política, valoró positivamente el respaldo que le brindó la clase obrera.
Fue aquella familiaridad con los contextos nacionales de la política latinoamericana, plasmada en algunos de sus libros fundamentales, como América Latina: un país (1949) o Historia de la nación latinoamericana (1968), la que lo llevaría a aproximarse sin dogmatismos ni fervores a la Revolución Cubana. En cuanto el Che Guevara comienza a desarrollar la tesis de que la experiencia cubana no era excepcional sino modélica, adoptable por todos los países latinoamericanos, Ramos se le enfrenta con un razonamiento histórico preciso:

"Creemos que Cuba se trata de una peculiaridad tan profunda, tan original, que difícilmente pueda encontrarse un paralelo en las historias de las revoluciones contemporáneas, ni siquiera en la historia de las antiguas. Coincidimos con Guevara en que difícilmente el imperialismo pueda engañarse otra vez en América Latina, como le ocurrió en Cuba. Pero prescindiendo de la sagacidad del imperialismo, importa mucho más que los revolucionarios de América Latina no se engañen en cuanto a la historia de la Revolución Cubana y, sobre todo, en cuanto se refiere a sus propias perspectivas estratégicas".

Según Ramos, quien probablemente siguiera de cerca las posiciones de Nahuel Moreno sobre el socialismo caribeño, había "empirismo" e "infantilismo" en la idea de que Cuba era "vanguardia" y no "excepción" en la lucha revolucionaria. Las revoluciones no eran repetibles ni exportables: esa pretensión cargaba con los viejos estereotipos comunistas frente a la tradición populista, ya que negaba la diversidad ideológica de las izquierdas, especialmente, de las izquierdas nacionalistas o no pro-soviéticas. El error del Che Guevara, según Ramos, se basaba en una comprensión pobre de la historia de América Latina y, también, en una teorización estrecha de la subjetividad política:

"¿Cómo ha podido concebir Guevara la idea singular de que en América Latina han faltado alguna vez las "condiciones subjetivas", es decir, la decisión personal, la audacia, la fe, la victoria, el desprecio por el enemigo? Son precisamente las "condiciones subjetivas" las que han sobrado y costado ríos de sangre en Latinoamérica. ¿Túpac Amaru, no era expresión de "condiciones subjetivas"? ¿Y Sandino, en Nicaragua, carecía de "condiciones subjetivas"? ¿Y los obreros y mineros de El Callao que se levantaron en 1948 estaban huérfanos de "condiciones subjetivas"? ¡Toda la historia del siglo XX en América Latina es la historia de los motines, levantamientos y luchas más audaces! No, compañero Guevara, en nuestro continente no han faltado "condiciones subjetivas", han sobrado. Lo que han faltado, por cierto, son las otras, las "condiciones objetivas"."

Ribadero advierte que las objeciones de Ramos a Guevara no suscribían los dogmas de los comunistas prosoviéticos frente al modelo de la lucha guerrillera campesina. Más bien, lo que impulsaba la crítica de Ramos era el rechazo a una nueva hegemonía dentro de la izquierda latinoamericana, no basada en la vieja red de partidos comunistas sino en una nueva, articulada en torno a las guerrillas marxistas procubanas. En resumidas cuentas, el reclamo del trotskista argentino era que, para producir la Revolución, no se pasara por encima de una izquierda nacional, ligada a la radicalización del populismo clásico en los años 50.




No hay comentarios:

Publicar un comentario