El académico cubano Carlos Espinosa Domínguez ha reunido en un volumen los artículos que Novás escribió para Ayuda, Mundo Obrero, Frente Rojo, Noticias de Hoy y Mediodía, todas, publicaciones comunistas del bando republicano, en la península o en la isla. La voluminosa antología, publicada por el Fondo de Cultura Económica y el Consello de Cultura Gallega, abre con el artículo “Las mujeres defienden Madrid”, el 31 de octubre de 1936, en Ayuda, y cierra con “La inteligencia contra ellos”, el 10 de julio de 1940, en Noticias de Hoy.
Acostumbraba a negar que había militado en el Partido Comunista, pero, como advierte Espinosa, su pertenencia al Quinto Regimiento y sus corresponsalías en esos diarios lo convertían, de hecho, en militante del comunismo español. Sus crónicas exaltaban a Dolores Ibárruri (La Pasionaria), “que ha hecho más por la emancipación espiritual de la mujer que todas las propagandas feministas”, al brigadista italiano Francisco Leone del Batallón Garibaldi, que había migrado del Partido Socialista al Comunista, o a otros radicalizados como el asturiano Silverio Castañón, que pensaba que el Frente Popular debía unir a todas las izquierdas bajo un único partido.
Su visión del apoyo de Stalin a la República era apologética. Sobre todo al final de la guerra, cuando avizora la derrota, Novás Calvo se pone a la defensiva y cuestiona a los críticos de la ayuda soviética por insuficiente o interesada. Uno de sus blancos preferidos es el santanderino Luis Araquistáin, quien se interesó en Cuba y en México. Según Novás, Araquistáin y sus jefes en el PSOE, Francisco Largo Caballero y Carlos Baraibar, fueron responsables de alentar el “quintacolumnismo” y la disidencia izquierdista con sus críticas al apoyo soviético.
Aunque el punto de vista de Novás era estrictamente comunista, sus crónicas intentaban reflejar la diversidad ideológica y política de la resistencia republicana. Muchos socialistas, no comunistas, como el cubano Pablo de la Torriente Brau, que cayó en combate en Majadahonda, o los poetas Federico García Lorca, Pedro Garfias y José Pérez Bojart, merecían semblanzas enaltecedoras. Su relato de la salida de España, por Port-Bou, en febrero de 1939, bajo el título “Este no es un ejército vencido”, se negaba a distinguir entre banderías políticas o credos ideológicos.
Novás Calvo llegó a narrar el drama de los exiliados en Francia y en América, específicamente, en la Ciudad de México y La Habana, donde reseñó las Conferencias de Ayuda a los Refugiados Españoles en la primavera de 1940. El escritor argumentaba que América Latina, un “continente poco poblado”, con “extensiones inmensas de terreno que cultivar”, era el destino natural de los republicanos. La “emigración española” era, además, la “más idónea, la que arraiga en el país de adopción, la que (cuando no está dirigida por ninguna Gestapo) crea elementos de defensa económica y espiritual donde se establece”.
Esto escribía aquel inmigrante gallego, que de joven probó fortuna como chofer de alquiler en las calles habaneras y que, de adulto, se convertirá en una de las figuras centrales del periodismo y la literatura cubanas. Veinte años después de haber escrito aquella defensa de la inmigración, Novás Calvo debió exiliarse nuevamente, en rechazo a la instauración de un régimen comunista en Cuba. Murió en Nueva York en 1983, sin renegar de su condición de exiliado.
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