En los últimos años se ha acumulado una serie de
estudios sobre la historia de la izquierda en México, que es pertinente
relacionar con un cambio de época. Las razones más profundas de esa renovación
historiográfica tienen que ver con la crisis que vive el modelo de transición
democrática armado en los 90, pero también con el agotamiento de los referentes
tradicionales de la izquierda latinoamericana del siglo XX, cuya evidencia más
persuasiva es el desastre venezolano.
A
pesar de que las causas de esa producción pueden ser tan coyunturales como las
recientes elecciones, no hay que descartar el papel del tiempo en la memoria
colectiva y la historia escrita. Los ciclos generacionales advertidos hace un
siglo por José Ortega y Gasset pesan, no sólo en la mentalidad personal o
colectiva, sino en la vida intelectual. Vivimos el medio siglo de las revueltas
juveniles del 68 y los treinta años de la caída del Muro de Berlín, dos
fenómenos cruciales para la reconfiguración de la izquierda contemporánea.
Menciono
cinco libros de los dos últimos años, que llaman a recontar la historia de la
izquierda en el siglo XX. Resultado de una prolongada investigación, Daniela
Spenser publicó, finalmente, su ambiciosa biografía de Lombardo Toledano.
Spenser revisó archivos de Gran Bretaña, Estados Unidos, los Países Bajos,
Suiza, República Checa, Rusia y, por supuesto, México. La historiadora narra al
detalle e interpreta con sutileza el rol de Lombardo Toledano en la fundación y
dirección de la CTM, durante la consolidación del régimen post-revolucionario.
Pero
también se detiene en el papel del líder sindical en la creación y conducción,
hasta su crisis final en 1963, de la Confederación de Trabajadores de América
Latina (CTAL). Lombardo aparece en esta biografía como el hombre de Moscú, no
sólo en México sino en el movimiento sindical latinoamericano antes y durante
el calentamiento de la Guerra Fría. Su declive, en los 60, tuvo que ver tanto
con la radicalización marxista que produjo la Revolución Cubana como con el
anquilosamiento del socialismo soviético frente a la Nueva Izquierda del 68.
Carlos
Illades, uno de los más serios y prolíficos historiadores de la izquierda en
México, ha publicado dos libros ineludibles sobre el tema: el volumen colectivo
Camaradas (2017), que editó la
Secretaría de Cultura y el Fondo de Cultura Económica, y El marxismo en México (Taurus, 2018). En ambos se recorre la
trayectoria intelectual y política de los socialistas y comunistas mexicanos,
desde la creativa y heterodoxa década de los 20, hasta la deriva estalinista y
prosoviética de la Guerra Fría, pasando, desde luego, por el trotskismo, el
anarquismo y otras corrientes reacias a los dogmas de Moscú.
Los
libros de Spenser e Illades dan cuenta de la crisis que el 68 y el 89
representaron para la izquierda partidaria del socialismo real en México. Si el
primer año supuso el mayor desafío desde el flanco heterodoxo de la izquierda,
el segundo implicaría el inicio de una migración masiva hacia el nacionalismo
revolucionario, que llega hasta nuestros días. Esa diferencia explica, entre
otras cosas, el poderoso atractivo que sigue ejerciendo el 68 como promesa de
una izquierda libertaria.
Sobre
el 68 se ha escrito y publicado mucho y todavía faltan por aparecer algunos
volúmenes decisivos en lo que queda de año. Pero el contraste con el 89, en
tanto símbolo de la derrota de la utopía, se lee en libros como México 1968. Experimentos de la libertad.
Constelaciones de la democracia (2018) de Susana Draper, editado por Siglo
XXI, y el más reciente, El 68. Los
estudiantes, el presidente y la CIA (2018), de Sergio Aguayo, a cargo de
Ediciones Proceso. Cada uno en su perspectiva, los estudios culturales en el caso
de Draper y la historia política en el caso de Aguayo, desembocan en el duelo
ante una promesa asediada por los grandes –y no tan grandes- poderes de la
Guerra Fría en América Latina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario