Libros del crepúsculo
viernes, 2 de marzo de 2018
La autocrítica de Mella
En los estudios sobre Mella de Christine Hatzky, Víctor y Lazar Jeifets y Manuel Muñiz, que comentábamos en el post anterior, se reproducen y glosan los documentos del proceso de expulsión y readmisión de Julio Antonio Mella en el Partido Comunista de Cuba, entre 1925 y 1927, luego de la huelga de hambre. En esos documentos, que no hace mucho rescató Julio César Guanche en su blog, aparece un inventario de los cargos que tanto el Comité Central cubano, como el Comité Ejecutivo del Comintern, como comunistas ortodoxos latinoamericanos, sobre todo, el mexicano David Alfaro Siqueiros, el argentino Victorio Codovilla y el venezolano Ricardo Martínez, levantaron contra Mella: indisciplina, individualismo, irresponsabilidad, espíritu pequeño burgués e intelectual, pactos con la burguesía... En fin, demasiada autonomía.
Más o menos es eso lo mismo que Mella reprocha a Víctor Raúl Haya de la Torre en su conocido libelo ¿Qué es el ARPA? (1928) y lo mismo que el comunista cubano atribuye a los "revisionistas" latinoamericanos, que no menciona por su nombre, en varios artículos en El Machete, luego de su viaje a Moscú en la primavera de 1927. Ahora sabemos que en ese viaje, Mella pidió autorización para pactar con los nacionalistas cubanos que planeaban derrocar a Gerardo Machado, por lo que aquellos textos podrían ser leídos como "autocríticas" o peajes pagados a Moscú, en medio de la negociación de su autonomía.
Esa interpretación de un "enmascaramiento" discursivo o retórico de Mella, dentro de la red del Comintern, conecta con la vieja tradición de la autocrítica o la confesión en la izquierda comunista. Veremos reaparecer esa práctica en los Procesos de Moscú en los 30, en las purgas de disidentes en Europa del Este entre los 50 y los 70, en el caso Padilla en Cuba y en el juicio y ejecución de Roque Dalton en El Salvador. Así como Mella mimetizaba el discurso de la ortodoxia, en sus ataques al aprismo y el revisionismo, Padilla imitaba el lenguaje de Leopoldo Ávila, José Antonio Portuondo, Mirta Aguirre y otros críticos oficiales, en la tristemente célebre sesión de la UNEAC en 1971. Una constante de todos esos procesos judiciales, dentro de la izquierda comunista, es el anti-intelectualismo.
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