Libros del crepúsculo
miércoles, 16 de agosto de 2017
Esplendor y declive de la reseña literaria
Leo en una traducción que nos trae el último número de la revista poblana, Crítica, que bien dirige el amigo Armando Pinto, un viejo artículo de la escritora y, durante un buen tiempo, crítica literaria profesional Elizabeth Hardwick. Se titula "El declive de la reseña literaria" y parece escrito a principios de los 60, ya que en buena medida propone un balance de la literatura norteamericana escrita y publicada en los gloriosos años 50.
Lo sorprendente es que aquella década, en que la crítica literaria gozaba de tan buena salud en los book reviews del Times, el Tribune y el Saturday, o en revistas como el New Yorker, Harper's y Atlantic -no menciona Hardwick The New York Review of Books, por lo que seguramente escribió la nota antes de la fundación del mítico suplemento en 1963-, le parecía a la autora de Bartleby in Manhattan, un periodo de "declive" de la reseñas literarias.
A los suplementos de Nueva York, Hardwick, casada por entonces con el poeta Robert Lowell, contraponía los de Londres: el Times Literary Suplement y el Observer. Allí encontraba "un sólido estándar tan intrínsecamente más elevado que el nuestro que la comparación detallada es imposible". Las dos causas de aquella decadencia eran el mercado y la pereza y el mejor ejemplo que tenía a la mano eran las reseñas que el medio literario de Nueva York dedicó a Lolita de Nabokov:
"La condición de la reseña popular ha decaído tanto, el efecto de sus placenteros juicios es tan deprimente para el público lector en general que los astutos editores de Lolita han tratado de estimular las ventas citando malas reseñas junto con, por supuesto, las buenas, repetitivas y habituales. Orville Prescott: "Lolita es sin duda una noticia en el mundo de los libros. Desafortunadamente es una mala noticia". Y Gilbert Highest: "Lamento que Lolita haya sido publicada, e incluso que haya sido escrita".
Las reseñas "malcriadas", las de la pataleta y el ataque gratuito a la reputación del autor eran, según la melvilleana Hardwick, síntomas del mismo malestar. Buenas reseñas, agregaba, eran aquellas de Edmund Wilson en Vanity Fair o en The New Republic allá por los años 20....! Qué diría Hardwick si se diera una vuelta por los pocos estanquillos que nos quedan en el siglo XXI. Su nostalgia hace de la nuestra una patético lamento, desprovisto ya de cualquier elegancia.
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Podria deberse a lo puro del escritor marcando eventos personales, siendo que ahora puede ser un equipo encargado de llevar la historia aun fin establecido
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