Sus artífices le llaman "debate de ideas", pero a todas luces se trata de una campaña de descalificación contra toda la gama heterogénea del reformismo socialista en la isla. Ha ido tomando forma en el último año, luego de que el VII Congreso del PCC definiera como "perniciosa" y "dañina" la política de Obama hacia Cuba. Se puede leer en publicaciones oficiales, como Cubadebate, la página electrónica del partido único, o en La Pupila Insomne, el blog de Iroel Sánchez, y ya cuenta con su propio "manual" -el término es de Silvio Rodríguez-, un libro electrónico, titulado El centrismo en Cuba. Otra vuelta de tuerca hacia el capitalismo (2017).
Sus autores -Iroel Sánchez, Enrique Ubieta, Manuel Henriquez Lagarde, Emilio Ichikawa, Carlos Luque Zayas Bazán, Elier Ramírez Cañedo, Raúl Capote, Javier Gómez Sánchez...-, son expertos en este tipo de ofensivas mediáticas. Algunos de ellos, los mayores, llevan fácil más de treinta años en esos menesteres. Han perfeccionado el método y han obtenido ganancias: condecoraciones, dirección de instituciones y acceso directo a los medios oficiales de comunicación: los impresos, los electrónicos, Granma y Cubadebate, la Televisión Nacional y la red de blogs gubernamentales.
El extremismo es rentable en Cuba: su ejercicio no sólo produce privilegios y prebendas sino que, en términos políticos, es eficaz. Tomemos, por ejemplo, dos campañas similares, previas a la que ahora mismo se emprende contra Cuba Posible: la que se dirigió contra la revista Encuentro de la cultura cubana, más o menos entre 1996 y 2006, y la que atacó obsesivamente el prestigio de Yoani Sánchez, sobre todo, a fines de la década pasada y principios de la actual.
Tiene sentido relacionar las tres campañas porque algunos de sus portavoces, como Iroel Sánchez, Enrique Ubieta y Emilio Ichikawa, establecen una continuidad explícita entre dichos proyectos, lo cual es extraño si se constata la diversidad de posiciones que hay, digamos, entre dos subsistencias de Encuentro, como Diario de Cuba y Cubaencuentro, y entre esos dos espacios y 14 y medio, por una parte, y Cuba Posible, por otra. Comprensible genealogía en los casos de Sánchez y Ubieta, que fueron enemigos acérrimos de Encuentro desde antes de que la revista surgiera, pero menos en el de Ichikawa, quien nunca, desde que comenzó a colaborar en Encuentro, todavía residiendo en la isla, hasta el número 43, de principios de 2007 -donde aparece, creo, su último artículo- expresó malestar por el "centrismo" o por el financiamiento de la publicación.
Pero vale la pena repasar la historia de las tres campañas para comprobar su eficacia. La persistente descalificación de Encuentro partió de la repetición ad nauseam de que como contaba, entre muchos otros que nunca se citaban, con financiamiento de la National Endowment for Democracy (NED), que era, según la dudosa fuente de un artículo de opinión del New York Times, "una pantalla de la CIA" -como si no se tratara de dos instituciones muy diferentes o como si a estas alturas de la post-Guerra Fría la CIA necesitase de pantallas-, la publicación, a pesar de su probada apuesta por el diálogo entre los creadores de la isla y de la diáspora, por la reconciliación nacional y la transición gradual y pacífica a una democracia soberanamente construida, seguía los objetivos de "derrocamiento" o "cambio violento" de régimen o "terrorismo mediático" del gobierno de Estados Unidos.
A Encuentro, recordemos, se le dedicó el manual Encuentros, desencuentros, reconocimiento y autorreconocimiento (2000), editado por la UNEAC y firmado por Juan Antonio García Miranda, donde se nos acusaba de "hacer llamados a la violencia", y varios dossiers en La Jiribilla, donde descaracterizaban a su director Jesús Díaz o a Raúl Rivero, a quien encarcelaron en la primavera de 2003 por, entre otras cosas, colaborar en nuestra revista. También se expulsó a Antonio José Ponte de la UNEAC por la misma razón, generando un clima de desconfianza y persecución contra los muchos colaboradores de la publicación dentro de la isla. En eso, en el quiebre de la red de la revista, dentro del campo intelectual insular, la campaña anti-Encuentro fue eficaz. Como muy poco después, también sería eficaz la estigmatización de Yoani Sánchez, sobre todo, dentro de la isla pero también en círculos de la izquierda iberoamericana.
La campaña contra Cuba Posible busca lo mismo: interferir y obstruir la interlocución, en este caso, de un grupo intelectual de la sociedad civil con la ciudadanía de la isla, con la franja aperturista del funcionariado y con sectores, sobre todo, de la izquierda global, que sienten simpatía por el reformismo socialista. Por eso, aunque los autores del manual anticentrista refieren con insistencia el protagonismo de Cuba Posible dentro del reformismo socialista, se cuidan de atribuir el significado de centrismo a todos los actores críticos, autónomos o semi-autónomos de la sociedad civil cubana y, también, a fenómenos del liberalismo o la socialdemocracia globales, como el PSOE en España o el gobierno demócrata de Barack Obama en Estados Unidos.
Los autores del panfleto El centrismo en Cuba (2017) atacan, fundamentalmente, un fenómeno ideológico, al que inventan una identidad falsa. Desde la anacrónica comparación con el autonomismo en el siglo XIX -que en la página de Cuba Posible, por ejemplo, es un referente menos sólido que Félix Varela o José Martí- propuesta por Elier Ramírez Cañedo, hasta la imaginaria orientación socialdemócrata o de "tercera vía", que le endilga Enrique Ubieta y que se deshace a la luz, por ejemplo, de las distintas aproximaciones al republicanismo, el populismo latinoamericano o el socialismo democrático, que hemos leído en las colaboraciones e interesantes dossiers coordinados por Julio César Guanche.
Esa mezcla de distorsión ideológica y caricatura política se hace acompañar del monstruo del financiamiento externo, especialmente de la Open Society Foundation y George Soros, que funciona, como los premios de Yoani Sánchez o la NED para Encuentro -y para Diario de Cuba y Cubaencuentro, todavía hoy-, como la prueba concluyente de la "contrarrevolución" y la "traición". ¿Será eficaz esta campaña, como las dos anteriores? Seguramente sí, pero no habría que olvidar que esa eficacia estrictamente política se ve siempre contrarrestada por la mediocridad intelectual que la sostiene.
Si de ideas se trata, ya Cuba Posible tiene asegurado un lugar de consulta para quienes se tomen en serio el proceso de cambio económico y social en Cuba, en la segunda década del siglo XXI. La revista Encuentro de la cultura cubana es hoy estudiada en algunas de las mejores universidades del mundo como una publicación que contribuyó, como pocas, a reintegrar el fracturado campo intelectual cubano a fines del siglo XX. Con Cuba Posible, al igual que con Cuban Studies, Temas o La Gaceta de Cuba, sucederá lo mismo: son archivos ineludibles de la cultura cubana. Muy pocos, en cambio, recordarán los panfletos de Ubieta, Sánchez, Lagarde y Cía, que sólo serán de utilidad a la hora de documentar la historia de la censura y la exclusión en Cuba.
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