La resistencia visible de algunos pocos intelectuales cubanos, como Aurelio Alonso, Pedro Monreal y Julio César Guanche, a la campaña contra el "centrismo", expone ángulos de la mutación de la esfera pública cubana, en el siglo XXI, que vale la pena analizar con cuidado. Lo primero que habría que advertir es la pérdida acelerada de los protocolos del debate intelectual en el grupo de ideólogos que controlan los medios hegemónicos de comunicación y la red de blogs gubernamentales. El caso del blog de Iroel Sánchez, La Pupila Insomne, tal vez sea el más emblemático, pero lo más grave es que no es el único. Son decenas las bitácoras oficiales dedicadas profesionalmente a la calumnia y la difamación del reformismo socialista en la isla.
Es inevitable la observación de que la resistencia no tiene lugar en medios centrales del campo intelectual, como La Gaceta de Cuba o Temas, sino en sitios periféricos, como Segunda Cita, el blog de Silvio Rodríguez, la página electrónica de Cuba Posible y la sección de comentarios de Cubadebate. Las objeciones más articuladas a la campaña anticentrista, que a mi juicio son las de Guanche y Monreal, se publicaron en Segunda Cita y en varios comentarios a un artículo de Enrique Ubieta en Cubadebate, menos anticívico que los posts de Iroel Sánchez o Javier Gómez Sánchez, pero lleno de epítetos y descalificaciones contra Lennier López, Arturo López Levy, Haroldo Dilla y el propio Monreal.
Por último, llamo la atención de que las resistencias al anticentrismo, además de proponer una idea actualizada, crítica y plural de la historia de Cuba, de la Revolución de 1959, del socialismo insular y de la izquierda mundial, en el caso de Guanche, y un concepto de ideología apegado a las dinámicas sociales y económicas y, especialmente, al proceso de desarrollo de la isla, en el caso de Monreal, acatan la jerarquía del liderazgo del país y del Partido Comunista de Cuba. En otras palabras, estos intelectuales -no sólo Guanche y Monreal sino también Aurelio Alonso y Silvio Rodríguez- se inscriben dentro de una institucionalidad subalterna, que tiene el valor de defender espacios alternativos como Cuba Posible, pero que aspira a un vínculo orgánico con la ideología del Estado.
Estas observaciones pueden llevarnos a concluir que la reacción contra la campaña anticentrista describe tanto una fisura como una pugna por la hegemonía del campo intelectual y la ideología de Estado en Cuba. Una pugna que pasa por la resignificación del concepto de socialismo, que la vieja dirigencia, especialmente la del aparato ideológico del partido, que apadrina a los anticentristas, no acaba de asimilar. Por ahora, como bien dice Ubieta para sostener el ahistórico y falaz argumento de que en Cuba, a diferencia del "resto" de América Latina, no se necesita un "frente amplio" porque hay una Revolución en curso, quienes detentan el poder son ellos, es decir, los totalitaristas o, como la hemos llamado aquí, la derecha post-fidelista: en el futuro habrá que ver. Basta con que el reformismo intelectual encuentre verdadero respaldo en la burocracia aperturista para que las cosas se inviertan y quienes deban hacer resistencia desde la periferia sean ellos.
Todos los que se han opuesto a la campaña sostienen la necesidad de "unidad" entre los socialistas cubanos, a pesar de que, como hemos señalado en esta página desde hace años, los socialismos que defienden unos y otros son cada vez más distintos. Guanche llega a formular la demanda de unidad desde cierto testimonio de orfandad, al aludir a que la ausencia de mentores como Alfredo Guevara o Fernando Martínez impide poner a dialogar las diversas corrientes dentro de la intelectualidad orgánica. Pero los anticentristas, especialmente Enrique Ubieta y Elier Ramírez Cañedo, parecen decir que la unidad sólo tiene sentido luego de la exclusión de los centristas. De manera que van por toda la hegemonía -lo cual supone una contradicción en términos estrictamente gramscianos- o por una nueva depuración ideológica del campo intelectual cubano.
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