Libros del crepúsculo
viernes, 5 de mayo de 2017
¿Tiranía o dictadura?
Ya hemos comentado aquí que en el lenguaje de la opinión pública, por lo general, se confunden los términos de dictadura y tiranía. La mayoría de las personas llama dictatorial a cualquier régimen no democrático, sin discernir cuándo se trata de uno autoritario u otro totalitario, y, sobre todo, sin acreditar el significado originario de cada concepto en la teoría política occidental, desde Jenofonte hasta Strauss. El historiador mexicano Daniel Cosío Villegas se percató de esa confusión tan común, cuando intentaba definir el tipo de régimen político que fue el Porfiriato, entre 1876 y 1910:
"La noción general es que fue un régimen dictatorial. Por desgracia, si uno quiere aplicar cierto rigor lingüístico, el término no se aviene a los hechos, pues una dictadura es un gobierno que, invocando el interés público, se ejerce fuera de las leyes constitutivas del país. Esta definición sugiere que semejantes poderes extralegales o ilegales se ejercen por poco tiempo y en ocasión de una grave emergencia pública, digamos una invasión extranjera o un alzamiento armado interior de grandes proporciones. Si así fuera, la definición es inaplicable al gobierno de Porfirio Díaz, que a más de durar treinta y cuatro años, respetó escrupulosamente las formas constitucionales. Los hechos concordarían más bien con el término de tiranía, el cual se define como el abuso sistemático del poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia".
Pero así como Cosío Villegas diferenciaba correctamente el significado de las palabras tiranía y dictadura, no estaba familiarizado, por lo visto, con la distinción entre totalitarismo y autoritarismo que ya desde los años 50 manejaban Hannah Arendt y Carl Friedrich. Más adelante, en el mismo texto sobre el Porfiriato, agregaba:
"Yo, sin embargo, prefiero el calificativo de "autoritario" para caracterizar el régimen porfiriano, pues esa palabra significa "partidario extremoso del principio de autoridad". Y eso era, precisamente, Porfirio Díaz, y por razones comprensibles. En parte, sin duda, debido a su oficio militar, que lo acostumbró a mandar y a ser obedecido; pero sólo en parte, no la mayor ni la de más importancia".
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