El documental I Am
Not Your Negro (2016), del cineasta haitiano Raoul Peck, basado en el
manuscrito inconcluso del escritor afroamericano James Baldwin, Remember This House (1979), sus
recuerdos sobre Medgar Evers, Malcolm X, Martin Luther King y la lucha por los
derechos civiles en Estados Unidos en los años 60, es uno de los alegatos más
elocuentes contra el racismo de los últimos años. El film tiene como trasfondo
la tensión racial que acompañó el tramo final de la presidencia de Barack
Obama, pero va más allá en su diagnóstico del racismo en Estados Unidos.
En escenas
como la del debate de Baldwin con William F. Buckley en la Universidad de
Cambridge o la de la entrevista con Kenneth Clark en la televisión pública, se
ve al escritor negro pasar repentinamente de un rictus grave a una risa enorme
y franca, que le envuelve todo el rostro. Raras veces se veía reír así a otros
líderes del movimiento por los derechos civiles, que proyectaban en sus caras
cuatro siglos de agravio, entre la esclavitud y la segregación. Baldwin,
escritor y homosexual, trasmitía una imagen y una gestualidad diferentes,
reflejo de sus contradicciones con aquellos líderes.
La primera
divergencia que sale a flote en el film de Peck tiene que ver con la religión.
A diferencia de Malcolm X o de Martin Luther King, Baldwin era ateo, o
agnóstico, y su visión del islamismo y el cristianismo negros era sumamente
crítica y hasta irónica. Las iglesias cristianas de Harlem, que conoció de niño
y que aprendió a cuestionar leyendo a Fiódor Dostoyevski en París, le parecían
instituciones que habían cumplido un rol legitimador de la opresión y la
exclusión de los negros en la historia de Estados Unidos.
Sin
embargo, a pesar de su enorme admiración por Malcolm X, tampoco Baldwin
comulgaba con la idea de que el racismo podía atribuirse a una maldad innata del
blanco. Los blancos norteamericanos no eran racistas por odio al negro sino por
ignorancia, irresponsabilidad y cobardía. Había un núcleo ilustrado en el
pensamiento del escritor que lo acercaba al marxismo y al existencialismo de la
Nueva Izquierda occidental, para los que la descolonización no pasaba por
alguna modalidad religiosa o mística.
El tono de Remember This House (1979), en la voz de
Samuel L. Jackson, es muy parecido al de Notes
of a Native Son (1955): una evocación personal, en la que las figuras
familiares reaparecen para compensar la memoria del dolor. Pero en el lugar del
padre, la madre o las hermanas, ahora figuraban los mártires de la lucha por
los derechos civiles en los 60. Aquella honestidad, que en los textos juveniles
de los 50 se expresaba por medio del sentimiento de culpa por el exilio en
París, en la memoria del adulto se traducía en un duelo y una contrición que,
en buena medida, implicaban el lugar de Baldwin como autor reconocido en los
círculos literarios de Nueva York.
Entre la
frontalidad de Malcolm X y el pacifismo del doctor King, James Baldwin parecía
ubicarse en un punto intermedio que en alguno de sus textos resumió como
“orgullo de la amargura”. El sufrimiento de la población afroamericana no podía
ocultarse o sublimarse en maneras folkloristas o diletantes, pero tampoco debía
ser relegado como testimonio incómodo de cuatro siglos de opresión. El rechazo
a integrar racialmente las comunidades, en el orden social, por parte del
conservadurismo y, también, de sectores liberales racistas, debía ser emplazado
desde las propias bases de la civilización occidental. En esa apuesta, la amargura
del racismo sustentaba el orgullo de una identidad étnica.
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