En el Babelia de este fin de semana entrevistan y reseñan al escritor español José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), a propósito de su nuevo volumen de memorias Examen de ingenios (2017). No he leído el libro aún, pero por lo que señalan Juan Cruz y Javier Rodríguez Marcos se trata de otro texto memorialista más, como Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir, armado a partir de retratos de escritores conocidos, admirados o despreciados.
Por los pasajes que se reproducen, en cada retrato, especialmente de escritores peninsulares, el rechazo parece mezclarse con la admiración, aunque en algún momento llega a "aborrecer" la "prosa reseca", la "pobreza lingüística cercana a la indigencia", la "desvencijada sintaxis" y el "estilo pedregoso" de Pío Baroja y, en menor medida, de Benito Pérez Galdós, a quienes atribuye "el devenir de la comúnmente zafia novela realista de los siglos XIX y XX". A una pregunta sobre el peso de ese viejo realismo, en el siglo XXI, responde el escritor nonagenario a Iker Seisdedos:
"La literatura española está muy quieta, se mueve muy poco. El realismo lo contamina todo. Las novelas realistas, figurativas, herederas del naturalismo decimonónico, son las que funcionan con éxito. Siempre digo que el sencillismo es la excusa de los poco dotados, pero resulta que eso es hoy de lo más meritorio. Pues muy bien, adiós muy buenas, a mí esa literatura no me interesa para nada".
El juicio de Caballero Bonald sobre los escritores latinoamericanos del siglo XX, especialmente, sobre Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, es más favorable. Al parecer distingue entre la "excelencia" y los "defectos" de algunos títulos de Vargas Llosa, pero son menos los escritores latinoamericanos que juzga con la misma severidad que dedica a los peninsulares. Uno de esos escritores es, por cierto, Guillermo Cabrera Infante, cuyo permanente desafío al realismo no pareció seducirlo demasiado.
Algo que, por lo visto, valora mucho Caballero Bonald es la manera en que el escritor pasea su poética por el espacio literario. Cierto sectarismo o falta de flexibilidad estética, en escritores de probada calidad, como el poeta José Ángel Valente, que, por otra vía, identifica, también, con la egolatría de Camilo José Cela, lo lleva a hablar de autores que asumen el rol de "fiscales del distrito literario", pontificando siempre sobre jerarquías estilísticas que muchas veces funcionan como sublimaciones de una mal disimulada inseguridad creativa.
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