
Se cumplen por estos días veinte años de la aparición del primer número de la revista
Encuentro de la Cultura Cubana, fundada en Madrid por Jesús Díaz. La primera vez que supe de aquella publicación fue antes de que existiera, en una reunión del Instituto de Estudios Cubanos, en Miami, en el verano de 1994, donde Díaz expuso el proyecto a un grupo de escritores y académicos, entre los que recuerdo a Antonio Benítez Rojo y a Heberto Padilla. Luego, en el verano siguiente, con la idea mucho más perfilada, Jesús Díaz y Pío Serrano, Director y Subdirector, anunciaron la inminente aparición de la revista a los participantes del evento,
Cuba. La isla posible, organizado por Iván de la Nuez en Barcelona.
Con un homenaje a Tomás Gutiérrez Alea, la máxima figura del cine insular, y unas palabras introductorias del veterano poeta exiliado Gastón Baquero, donde se leía que "la cultura es un lugar de encuentro", la revista fue el más claro desafío a la fractura nacional provocada por la imposición de un régimen totalitario en Cuba. El momento para intentar aquella reintegración del campo intelectual cubano era propicio: había caído el Muro Berlín, había desaparecido el campo socialista y una copiosa diáspora de artistas e intelectuales de casi todas las generaciones -desde Manuel Moreno Fraginals, nacido en 1920, hasta Iván de la Nuez, nacido en 1964-, que había desarrollado su obra, hasta entonces, dentro de la isla, se instalaba en diversas ciudades americanas y europeas.
Encuentro fue obra de aquella diáspora, pero ya en el primer número abrió sus páginas a lo mejor de la cultura producida desde los orígenes del exilio. Exiliados de primera hora como Luis Aguilar León, Nicolás Quintana o Aurelio de la Vega, o del Mariel, como Juan Abreu, Néstor Díaz de Villegas o Reinaldo García Ramos, o de las generaciones cubanoamericanas, como Lourdes Gil, Gustavo Pérez Firmat o Roberto G. Fernández, se incorporaron rápidamente a la red de colaboradores de la revista. No sólo eso, desde el primer número hasta el último, el 53/54 del verano-otoño de 2009, la publicación contó siempre con una amplia participación de artistas y escritores de la isla. Tan sólo habría que recordar que
Encuentro rindió homenaje a Gastón Baquero, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Antonio Benítez Rojo y Lorenzo García Vega pero también a Eliseo Diego, Fina García Marruz, Antón Arrufat, César López y Abelardo Estorino.
Encuentro no sólo homenajeó a clásicos de la cultura cubana: también dio cuenta de la renovación de las artes y las letras cubanas entre los 90 y los 2000. Allí se leen algunos de los "novísimos" como Ena Lucía Portela, Ronaldo Menéndez o Waldo Pérez Cino, las principales figuras del grupo
Diáspora(s) (Rolando Sanchez Mejías, Carlos Alberto Aguilera, Pedro Marqués de Armas, Radamés Molina, Rogelio Saunders...) y hasta escritores nacidos en los 70 como Gerardo Fernández Fe y Duanel Díaz. Ilustraciones de la revista corrieron a cargo de pintores del primer exilio como Cundo Bermúdez, Mario Carreño, Guido Llinás y Gina Pellón, de artistas emblemáticos de los 80, como José Bedia, Flavio Garciandía, Marta María Pérez Bravo y Arturo Cuenca, pero también de los 90 como Carlos Garaicoa, Sandra Ramos o Eduardo Muñoz Ordoqui.
El único de los grandes escritores del exilio cubano, vivos entonces, que no participó directamente en
Encuentro fue Guillermo Cabrera Infante. Jesús Díaz le escribió personalmente, invitándolo a colaborar y proponiéndole uno de los primeros homenajes, pero el autor de
Tres tristes tigres se negó. Aunque minoritarios, hubo sectores del exilio que se opusieron desde un inicio a ese proyecto editorial, a pesar de su incluyente convocatoria. Pero nunca esa oposición fue equivalente a la sostenida campaña de boicot y descalificación contra la revista y sus editores, que emprendió el poder de la isla desde el mismo año 1996 y que llegó a la histeria entre 2001 y 2006, con la "batalla de ideas". El ataque a
Encuentro se convirtió en uno de los objetivos centrales de la Seguridad del Estado, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Cultura.
El concepto de cultura que expuso
Encuentro es uno de los más abarcadores que conoce la historia intelectual cubana. Cultura era, para la revista, el arte, la literatura, el cine, la arquitectura, la música, la danza, pero también la historia, la política, la economía, las relaciones internacionales, el periodismo, la sociología, la antropología, la ecología, en dos palabras, las ciencias sociales que tanto aborrecen algunos blogueros y libelistas electrónicos de la última diáspora cubana. La tan vilipendiada academia cubanoamericana (Carmelo Mesa Lago, Jorge I. Domínguez, Roberto González Echevarría, Marifeli Pérez Stable, Alejandro de la Fuente, Jorge F. Pérez López...) siempre sintió como suya una publicación que no era estrictamente académica.
Nunca antes -ni después- se produjo en Cuba o en el exilio una revista tan plural. Podría decirse que
Encuentro fue el único ensayo de democracia, al menos en la cultura, que hemos conocido. Algunos asocian la publicación con otras previas, en las que Jesús Díaz estuvo involucrado, como el primer
Caimán Barbudo o
Pensamiento Crítico. Pero tanto esas, como cualquier otra revista, dentro o fuera de la isla, en el último medio siglo, resultan demasiado sectarias comparadas con
Encuentro. Ni siquiera
Lunes de Revolución, a pesar de su notable pluralismo, llegó a ese grado de apertura por su exclusión de buena parte de la cultura republicana y del primer exilio.
Como todas las grandes publicaciones de todos los tiempos,
Encuentro dejó de publicarse por divisiones internas que algún día habrá que contar. Sin embargo, a juzgar por la apoteósica fragmentación de la esfera pública cubana, que se ha experimentado en los últimos cinco años, parece inevitable asociar el fin de la revista con el fin de una época. El contraste entre el nivel de decoro que caracterizó las polémicas de
Encuentro con la bajeza que campea en algunos de los principales medios electrónicos de la isla o la diáspora no podría ser mayor. Lo que queda de
Encuentro, por ejemplo, en la página electrónica
Cubaencuentro, es una negación palmaria de ese legado. Fuera de algunas excepciones puntuales como Carlos Espinosa Domínguez, Haroldo Dilla, Roberto Madrigal o, más recientemente, Marlene Azor, lo que se lee en esa página es una muestra del peor panfletismo electrónico cubano.