Libros del crepúsculo

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lunes, 6 de junio de 2016

Cuba en la novela póstuma de Carlos Fuentes

Aquiles o El Guerrillero y el asesino (2016), la novela póstuma de Carlos Fuentes coeditada por el Fondo de Cultura Económica y Alfaguara, trata sobre la vida y la muerte del guerrillero colombiano Carlos Pizarro Leongómez, fundador del M-19, que a fines de los 80 desmovilizó ese movimiento armado, firmó la paz con el gobierno y lanzó su candidatura a las elecciones presidenciales de 1990. Pizarro, como es sabido, fue acribillado a balazos por un sicario en un vuelo de Bogotá a Barranquilla ese mismo año.
La primera escena de la novela de Fuentes es, naturalmente, aquella balacera en pleno vuelo, pero por el camino el escritor mexicano repasa, una vez más, la historia de América Latina y, sobre todo, la historia de Colombia y el rol de la violencia en la misma. La historia latinoamericana, dice Fuentes, está marcada por el "azoro". El azoro de las guerras civiles, las intervenciones extranjeras, los caudillos, las dictaduras y las revoluciones frustradas, como la cubana: "Cuba azorada de que el caimán se muerda la cola".
Si algo atrae a Fuentes del personaje de Pizarro es que haya sido un guerrillero que intentó abandonar toda pretensión de marxismo o comunismo en su movimiento y que, llegado el momento, se atreviera a dejar las armas para intentar refundar una izquierda democrática en Colombia. Pero Cuba no sólo aparece como ejemplo de aquellas revoluciones que se niegan a sí mismas: también figura en la novela de Fuentes como caso emblemático de una cultura insular o marina en América Latina.
Fuentes recuerda que en los años 50, cuando él editaba la Revista Mexicana de Literatura en México, José Lezama Lima editaba Orígenes en La Habana y Jorge Gaitán Durán la revista Mito en Colombia. En las tres publicaciones, sostiene atinadamente Fuentes, se debatía el problema de lo nacional en la cultura, pero en Cuba, por su dimensión "trasatlántica", se planteaba de diferente manera. El cubano, sostiene Fuentes, regresando acaso sin saberlo a los tópicos de Lezama en su famoso coloquio con Juan Ramón Jiménez, "tiene un fantasma corpóreo, la cultura negra, y un cuerpo fantasmal ideológico, el del occidente colonial".
Eso hacía al insular cubano, agrega en retrospectiva de los debates intelectuales de los 50, más integrado culturalmente que los habitantes de las naciones continentales, de "tierra firme" "o de claustro", como México y Colombia, que "no teníamos un pacto de cultura con nuestros componentes adversos". No estoy seguro de que esta observación tenga demasiada validez, ya que el nacionalismo cultural cubano, ha sido hegemónicamente blanco, católico y/o comunista, pero es curioso que Fuentes volviera a aquellas polémicas letradas en una novela sobre una guerrilla que se desmoviliza en los 80 y transita a la democracia en los 90.
Por cierto, que a la hora de ilustrar por qué, a su juicio, el nacionalismo cultural cubano está más integrado que el mexicano, Fuentes anota: "¿No es tan cubano -o más cubano, un estricto poema de Cintio Vitier que una línea barroca de Lezama Lima...?" Cuando el contrapunto debió recurrir, por lo menos, a Nicolás Guillén o cualquier otro escritor negro. Y más adelante, agrega algo mucho más problemático: "la negritud cubana es un latido oscuro, un secreto, una ceremonia de pecado y reparación, a la vez que de salud y éxtasis mortal, que bien puede coexistir (lo que es complemento indispensable) con la larga trayectoria occidental cubana, de Heredia  a Carpentier, ambos prácticamente franceses".

2 comentarios:

  1. Lo del "pacto de cultura" y en general la mayor o menor integración no será una forma de tratar el tópico de la transculturación?

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  2. Sí, definitivamente, pero, como sabemos, hay variantes de la transculturación también en Brasil, Colombia o México, no sólo en Cuba.

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