A grandes rasgos podrían detectarse dos maneras de pensar el comunismo en el debate teórico contemporáneo: la que propone la filosofía neomarxista (Zizek, Badiou, Ranciere, Buck-Morss, Bosteels, Groys...) y la que predomina en la historia política (Francois Furet, Robert Service, Richard Pipes, Orlando Figes, David Prietsland, Archie Brown o, incluso, Eric Hobsbawm...). Según la primera, el comunismo es, sobre todo, una idea o una tradición ideológica y comunitaria transhistórica, que nace mucho antes del surgimiento de la URSS y que subsiste, aún, en nuestros días. Según la segunda, el comunismo fue una experiencia política concreta y delimitada en el tiempo, circunscrita al orden, el sistema o el régimen creados en la Unión Soviética, China, Europa del Este y demás países incorporados a la vía "socialista" en Asia, África o el Caribe, es decir, Cuba, o a las corrientes de la izquierda orientadas en esa dirección, aunque no llegaran al poder.
Por ejemplo, en el libro de David Prietsland, The Red Flag (2009), se estudian todos los sistemas que produjeron una estatalización de la economía y de la sociedad civil y un régimen de partido único e ideología de Estado "marxista-leninista", incluido, naturalmente, el cubano. En otro libro, The Rise and Fall of Communism (2011), de otro historiador, Archie Brown, lo mismo: la historia del comunismo es la historia de todos movimientos, partidos, líderes o ideologías que se encaminaron o intentaron encaminarse hacia la construcción de un Estado con esas características. El concepto básico en esas historias es "comunismo", así entendido, no totalitarismo, aunque la mayoría de los autores da por descontado que todo comunismo es un totalitarismo. Cuando esos historiadores usan el término "socialismo" es evidente que se refieren a ese tipo de "socialismo real" y no a la socialdemocracia o a cualquier otra variante socialista. Tampoco se trata del "estalinismo", porque éste enmarca la experiencia comunista, únicamente, en el periodo de Stalin, después de Lenin y hasta 1953 o 1956. Es evidente que hubo y hasta hay comunismos después de esas décadas y fuera del entorno geográfico más inmediato de Rusia o Europa del Este.
En mis libros me inclino más claramente por la idea del comunismo de los historiadores, aunque también leo a los filósofos neomarxistas y, de algún modo, entiendo su afán por colocar la tradición comunista en una duración más larga, que les permita defender alguna opción comunista en el presente. Entre esos filósofos hay uno que ha intentado, por cierto, mezclar ambas maneras de entender el fenómeno. Me refiero a Boris Groys, quien en La posdata comunista (2015), publicada hace años en Suhrkhamp y rescatada recientemente en español por Cruce Casa Editora, en Buenos Aires, sostiene que el comunismo es un fenómeno político del siglo XX, incomprensible sin la experiencia "soviética" -no únicamente "estalinista"- y que, a pesar de ello, no está definitivamente cancelado en el siglo XXI.
En síntesis podría concluirse que la idea del comunismo de los historiadores es sumamente crítica, por no decir negativa, mientras que la de los filósofos busca salvar elementos del pasado comunista. Cuando un historiador escribe sobre el comunismo está obligado a describir el orden social, la estrategia económica aplicada por el Estado o el régimen político de tipo totalitario construido. Es muy difícil que esa descripción conlleve algún tipo de exaltación de la experiencia comunista, con independencia del país en cuestión. En la historia política académica, predominante en Occidente, la noción de comunismo es altamente crítica por no decir peyorativa. De ahí que sorprenda que, todavía hoy, a pesar de todo lo escrito sobre el tema desde Furet hasta Brown, haya quien piense que el estatuto del concepto de "comunismo" en la academia occidental es positivo.
La mejor definicio de esa demencia la hizo Margaret Tatcher, que dijo que era una invencion de intelectuales soberbios que pretendian organizarle la vida a los demas. Marx hizo un analisis del Londres de su epoca que es absurdo aplicar a nuestros tiempos, donde la tecnologia lo ha cambiado todo. Cualquier trabajador vive ahora con comodidades que ni sonyaban los reyes de antanyo. Por demas, es infantil pensar que cuando los pobres esten en el poder van a ser "buenos" con los de abajo. Ya se ha visto que los humanos no se dividen en clases, sino que son buenos o males independientemente de la posicion en la escala economica que ocupen. Es ingenuo pensar que hay "clases" cuando la historia demuestra que las prostitutas pueden ser emperatrices, como Teodora de Bizancio, y los reyes pueden terminar guillotinados como delincuentes... Hay estratos por los que se sube o se baja segun las cualidades individuales y la habilidad para hacerlas valer. El comunismo y el socialismo no es mas que una especie de mafia con diferente ideologia a la de esa organizacion no tan secreta.
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