La última novela de Ian McEwan, Operación dulce (2013), es una ficción sobre las operaciones que hicieron los servicios secretos británicos en el medio cultural inglés para contrarrestar la propaganda soviética y el ascenso de una izquierda marxista que, desde su flanco comunista, trasmitía una visión idílica de las sociedades del socialismo real, en los años 60 y 70. Dedicada a su amigo Christopher Hitchens -al igual que la última de Martin Amis, Lionel Asbo: El estado de Inglaterra (2014)-, la novela cuenta la historia de la joven Serena Frome, que en sus años universitarios se interesó en la literatura disidente de la Unión Soviética y Europa del Este, especialmente en Alexandr Solzhenitsyn, y que fuera reclutada por el M15 luego de graduarse.
La primera misión que se le asigna a Frome, llamada "Sweet Operation" y coordinada entre la contrainteligencia británica y la CIA, como parte de los programas culturales de esta agencia en la Guerra Fría, fue atraer al joven escritor y académico Tom Haley a posiciones críticas del totalitarismo comunista por medio de una remuneración permanente y de una estrategia bien armada de ubicación de sus manuscritos en grandes editoriales y jurados de premios literarios. Gracias a la operación, Haley llega a compartir lecturas con el joven Martin Amis y a ganar el premio Austen con una novela distópica, titulada Los llanos de Somerset, que paradójicamente narraba la decadencia de la sociedad industrial.
Buena parte de la novela se centra en el idilio entre el joven escritor Haley y su agente policíaca y literaria Frome. Esa historia de amor y lectura, de ideología y espionaje, es el medio que McEwan elige para trasmitir otra visión de la Guerra Fría cultural en el Londres de los años 70. Hay momentos en que la novela describe atmósferas nebulosas e intrigantes, como las de John Le Carré, pero no es ésa la tradición con que dialoga preferentemente McEwan. La clave de la aproximación del novelista a la trama de la Guerra Fría cultural está, creo, en su lectura de dos libros de fines de los 90, en buena medida, contradictorios: The File. A Personal History (1998) de Timothy Garton Ash y Who Paid the Piper? The CIA and the Cultural Cold War (1999) de Frances Stonor Saunders.
Si Stonor Saunders contaba un sólo lado de aquel conflicto -los proyectos impulsados por Michael Josselson desde la CIA, relacionados con el Congreso para la Libertad de la Cultura y la revista Encounter-, Garton Ash reconstruía el gran archivo de vidas, ideas y pasiones levantado por la Stasi en la Alemania comunista. Entre ambos libros se armaba un rompecabezas en que el comunismo y el liberalismo aparecían enfrentados desde racionalidades divergentes y, a la vez, metodológicamente afines. Ambas lecturas probablemente llevaron a McEwan a colocar su historia en un plano ajeno a cualquier maniqueísmo, en el que la trama del dinero, el poder y los aparatos de inteligencia no sepulta la literatura, el pensamiento y el amor.
McEwan arranca con un epígrafe de Garton Ash que dice: "ojalá hubiera encontrado en esta investigación a una sola persona netamente malvada". Esa huida de las causalidades diabólicas y del estilo paranoide de la Guerra Fría, que capturan rígidamente a los sujetos en bandos políticos enfrentados, se plasma en la novela. Aquí ni los traidores ni los leales a las causas son monstruos y la espía y su espiado acaban espiándose mutuamente, en una suerte reproducción afectiva de la vigilancia que culmina en una historia de amor. McEwan ha escrito una novela de intrigas anticomunistas que es, a la vez, un homenaje a la gran literatura británica de todos los tiempos, convencido, acaso, de que el choque de ideologías y poderes de la Guerra Fría no logró nunca colonizar el arte.
Fifa, y cómo usted sabes eso que ahí plantea? Gracias.
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