El escritor cubano Enrique Labrador Ruiz (1902-1991) fue un narrador laborioso y un hombre longevo, que se exilió a sus 74 años y que logró reeditar, por sí mismo, algunas de sus obras fundamentales en Estados Unidos, en una pelea personal contra el olvido.
Exiliado en 1976, Labrador vivió los 17 años claves del nuevo régimen en Cuba, tras la Revolución de 1959. Personificación del escritor profesional en el periodo republicano, perdió visibilidad en el campo literario cubano luego de la llegada de Fidel Castro al poder. La editorial La Tertulia llegó a reeditar, en 1963, su cuento Conejto Ulán, que había ganado el Premio Nacional Hernández Catá en 1946, y en 1970 ediciones Unión compiló sus mejores relatos, incluidos sus memorables "El gallo en el espejo" y "Trailer de sueños". Estos Cuentos (1970) fueron precedidos por un "Prólogo-entrevista" de Humberto Arenal, que transcribo a continuación.
Más allá de alguna disfrutable boutade criolla, la entrevista ofrece el testimonio de un escritor fuera de tiempo. Lo mismo al eludir nombres que al sacarle el cuerpo a las preguntas sobre el compromiso o sobre la relación entre "forma y contenido", Labrador se presentaba, orgullosamente, como un anacrónico ente republicano. La definición de la literatura como "gran burocracia del intelecto" es una de las mejores declaraciones públicas que se han escuchado a algún escritor cubano en el último medio siglo.
H. A: ¿Cree que la literatura es un hecho trascendente?
E. L. R: En la medida en que se enfoque. Una gran literatura, que a veces supera a la vida, es por supuesto un acto trascendente.
H. A: ¿Puede modificar la literatura la vida del hombre?
E. L. R: De un modo u otro la vida del hombre no se modifica sino por reacciones interiores; en todo caso la literatura influye.
H.A: ¿Qué autores prefiere ahora?
E. L. R: Soy lector voraz; no me siento a elegir. Me apasiona el rumbo de la actualidad en marcha.
H. A: ¿Y antes?
E. L. R: Lo mismo, pero antes todavía guardaba ciertas simpatías por autores que ya ahora no me interesan.
H.A: ¿Si no fuera escritor, qué otra profesion le hubiera gustado elegir?
E. L. R: Inventor de bagatelas... termonucleares.
H. A: ¿Cuáles son sus obsesiones más constantes como creador?
E. L. R: Llegar a una claridad sucinta, pero barroca, pero compleja; lo que no es un clister.
H. A: ¿Si escribiera de nuevo, qué temas le interesarían más?
E. L. R: Los temas que la curiosidad o el capricho me llevaran de la mano. Incluidos los vulgares que a veces están llenos de tensión y acción.
H. A: ¿Cuál considera es la obra cumbre de la literatura?
E. L. R: Hay muchas obras cumbres, y de día en día se encuentran nuevas obras que acaparan nuestra atención.
H. A: ¿Cree que puede haber un divorcio entre forma y contenido sin que afecte el total de la obra?
E.L R: Forma, contenido, es una sola cosa según mi parecer.
H. A: ¿Qué personaje o personajes prefiere entre todos los creados por usted?
E. L. R: Ninguno. Me parece que todavía yo no he dado personajes. Me fijo poco en ello. Yo busco ambientes.
H. A: ¿Le gustaría empezar de nuevo a vivir?
E. L. R: Jamás. Es un acto heroico que no debe repetirse.
H. A: ¿Qué piensa de la muerte?
E. L. R: En mi juventud hablaba mucho de ella. ¡La he evocado tantas veces! Según avanza el almanaque, te hace mirar la muerte como un acto piadoso.
H. A: ¿Cuál es su mayor preocupación literaria?
E. L. R: Llenar la cuartilla con la ilusión de la obra bien hecha.
H. A: ¿Y su mayor satisfacción?
E. L. R: Lograr eso, bien advertido que no sólo de palabras vive el escritor.
H.A: ¿Qué género literario prefiere como medio de expresión?
E. L. R: Cualquiera, con tal que no sea afectado.
H. A: ¿Cree que el escritor siempre está comprometido?
E. L. R: Naturalmente; no en balde se es imaginativo o realista; sancionador.
H. A: ¿Es el artista un profeta?
E. L. R: En muchos casos sí. Pero también se llega a ser un adefesio, un maníaco o simplemente un dorador de palabras.
H. A: ¿Quisiera darle un consejo a los escritores más jóvenes?
E. L. R: Paciencia y barajar; el silencio, ayuda; la sombra, cobija.
H. A: ¿Qué es la literatura?
E. L. R: La gran burocracia del intelecto. Todos esperamos algo de la literatura hasta jubilarnos.
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