Finalmente puedo leer el importante estudio de Juan Avilés Farré sobre los primeros anarquistas, a fines del siglo XIX, titulado La daga y la dinamita. Los anarquistas y el nacimiento del terrorismo (2013), publicado por Tusquets. Se trata de un estudio histórico, específicamente enmarcado entre las décadas de 1860 a 1890, en Europa. Como era de rigor, Avilés Farré arranca con Bakunin y su Alianza Internacional de la Democracia Socialista, fundada en Ginebra en 1868, y con su colaborador Necháyev, autor de unos Principios de la revolución, que llegaron a tener mayor difusión que los propios escritos de Bakunin. De ahí se mueve a la figura de Kropotkin, su papel en las acciones de los narodniki rusos y su influencia sobre Malatesta y los anarquistas italianos y sobre José García Viñas y Tomás González Morago, líderes del anarquismo en Barcelona y Madrid.
Luego Avilés Farré repasa la ramificación del anarquismo en Europa y América, los principales atentados contra Humberto I de Italia, Alejandro II de Rusia y el Presidente del Consejo de Ministro español Antonio Cánovas del Castillo, los procesos de Chicago y Montjuic, el caso Duval, el asalto nocturno a Jerez de la Frontera, los crímenes de Émile Henry en Francia, el culto a la dinamita y, por supuesto, la asociación de La Mano Negra. Aunque bastante inclinada al anarquismo español, se trata de una historia muy completa y amenamente narrada de esa importante rama del socialismo finisecular, que aportó no pocas ideas y métodos a toda la tradición revolucionaria del siglo XX.
Sin embargo en las primeras y las últimas páginas de su libro, Avilés Farré propone entender el anarquismo como una primera modalidad de terrorismo moderno que desembocaría en las acciones del fundamentalismo islámico a principios del siglo XXI. A partir de una definición laxa de terrorismo como "violencia clandestina, ejercida contra personas no combatientes, con el propósito de generar un clima de temor favorable a los objetivos políticos de quienes la perpetran", Avilés Farré engloba bajo un mismo concepto ideologías, procesos, actores y métodos muy distintos y acciones violentas de diferente índole como los atentados contra cabezas de gobierno, el terror jacobino o bolchevique, la violencia popular, las guerras encubiertas de un Estado contra otro o los genocidios y los etnocidios. Si el libro hubiera eludido esas breves páginas metahistóricas, habría logrado mejor su objetivo de captar la especificidad del terrorismo anarquista a fines del siglo XIX.
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