Lo que más he disfrutado de Sumisión (2015), la última novela de Michel Houellebeck, no es la fantasía de una Francia gobernada a la altura de 2022 por el partido islámico moderado de Mohammed Ben Abbes -hay algo en esa sátira futurista que, creo, no funciona bien, por estereotipada, y los críticos que han comparado la novela con Huxley u Orwell olvidan la verosimilitud que estos últimos imprimieron a sus antiutopías-, sino las especulaciones teológicas y, sobre todo, esos personajes profesorales de La Sorbona, como Robert Rediger, el rector convertido a la religión musulmana, especialista en el filósofo esotérico René Guenon (1886-1951), a quien leyó como culminación de la crítica de Nietzsche al cristianismo, o Jean-Francois Loiseleur, experto en los últimos poemas prevanguardistas, teosóficos y espiritistas del viejo poeta parnasiano Leconte de Lisle (1818-1894), o el propio protagonista, que dedica toda su vida a estudiar la biografía y la obra de Joris Karl Huysmans (1848-1907).
Todo Huysmans está glosado en Sumisión, el traducido al español, de sus novelas más conocidas, Al revés (1884), En rada (1887), Allá lejos (1891) y En camino (1895), y el no traducido, especialmente el último, el de la conversión al catolicismo, que arranca con esta última novela y que se explaya en las ficciones y prosas finales de La catedrale (1898), L'Oblat (1903), Les foules de Lourdes (1906) y Trois Églises et trois Primitifs (1908). Los apuntes de Houellebeck sobre la sexualidad y la comida en la vida privada y en la obra literaria de Huysmans son del mayor interés, si partimos del desconocimiento de ambas que persiste en castellano. Lamentablemente, el tratamiento de Huysmans está subordinado a la analogía de su conversión al catolicismo con la conversión al islamismo del protagonista y sus colegas de La Sorbona, en un paralelo entre dos decadencias, las de los inicios del siglo XX y el XXI, y dos ascensos del monoteísmo que no se sostienen, no digamos en la historia, sino en la propia ficción.
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