La última esposa de Henri Cartier-Bresson fue la también fotógrafa belga Martine Franck, quien fuera discípula y colega suya en la agencia Magnum. En sus últimos años, cuando Cartier-Bresson dejó la fotografía y regresó a la pintura, que había sido su primera vocación, Franck le hizo algunos retratos que hoy se cuentan como piezas arquetípicas del género. El retratista de Borges y Camus, Matisse y Sontag, Picasso y Sartre, Capote y Miller, era finalmente retratado.
Cartier-Bresson no dejó tantos retratos de Martine Franck como ésta de su esposo. En los 60, sin embargo, mientras Franck retrataba a Sophia Loren o a Michel Foucault, fue captada por Cartier-Bresson con las piernas cruzadas, aunque en una postura de cierta dificultad, en el apartamento de ambos en París. Con frecuencia a esta foto se le llama "Las piernas de Martine Franck", pero el título correcto de la foto es "Martine Franck, París, Francia, 1967", por lo que la idea de Cartier-Bresson era hacer un retrato de la fotógrafa.
Un retrato como sinécdoque, en el que las piernas hablan por el todo o en el que el cuerpo entero e, incluso, el rostro de la artista, no se ocultan, sino que se defieren del escorzo que tienden piernas sobre el sofá. Aunque la postura, como decíamos, no es cómoda, el retrato trasmite sosiego, relajación y hasta placidez. No es difícil imaginar que el brazo derecho de Martine Franck, acodado sobre el muslo, termine en un cigarro entre los dedos o que la mirada de la fotógrafa, ahora modelo, recorra serenamente las páginas del libro que lee.
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