Carlos Pabón es un nombre ineludible cuando se piensa en el estado de la esfera pública y el campo intelectual de San Juan, Puerto Rico, en las dos últimas décadas. Profesor de Historia en el recinto de Río Piedras, Pabón pertenece a la generación de académicos y escritores que en los años 90 introdujo el repertorio del pensamiento postmoderno en el debate cultural y político de la isla. Su obra y la de otros de la misma generación, como Juan Duchesne Winter, Juan Carlos Quintero-Herencia, Aurea María Sotomayor, Arturo Torrecilla, Rubén Ríos Ávila, Juan Gelpí..., nucleados en torno a algunas revistas de aquellos años, como Nómada, Bordes y Postdata, es un testimonio de las reverberaciones que el postmodernismo produjo en América Latina y, especialmente, en el Caribe, a la altura del cambio de siglo.
En casi todos aquellos intelectuales, como en los de la misma generación en Cuba, los referentes postmodernos y postestructuralistas engrosaron una plataforma de cuestionamiento del nacionalismo, el marxismo ortodoxo, la homofobia, el machismo y el racismo, que reproducían los discursos identificatorios de la izquierda o la derecha. Si hay un libro emblemático de aquella insurgencia discursiva, en lo que a la crítica del nacionalismo puertorriqueño, independentista o autonomista, se refiere, es Nación postmortem: Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad (2002). En algunos viajes que hice a San Juan, entre fines de los 90 y principios de los 2000, pude constatar la desestabilización de creencias y estereotipos que provocó uno de los ensayos de aquel libro, titulado "De Albizu a Madonna. Para armar y desarmar la nacionalidad", movilizando una suerte de cruzada contra el postmodernismo entre nacionalistas y marxistas puertorriqueños, muy parecida a la que se vivía por esos mismos años en Cuba.
En la última década, Pabón se ha movido hacia temas relacionados con la historia mundial, el holocausto y la violencia en el siglo XX. Afortunadamente, el ensayista ha hecho un alto en sus investigaciones y ha reunido sus intervenciones más recientes en el debate puertorriqueño, que siente, no sin nostalgia por los 90, cada vez más apagado. Otra vez el tema del status de Puerto Rico -independencia, estado libre asociado, estadidad- vuelve a ser interrogado aquí, junto con una revisión histórica del legado de las izquierdas nacionalistas y socialistas de la mayor pertinencia, la crítica al debilitamiento de la figura del intelectual público en la era digital o interpelaciones de fenómenos coyunturales, en los que se cifra buena parte de los dilemas del campo intelectual, como la última huelga estudiantil.
El título del nuevo libro de Pabón no podría ser más preciso: Polémicas: políticas, intelectuales, violencia (2014). Las lecturas de Pabón han cambiado ligeramente -sigue leyendo a Arendt y a Benjamin, todavía cita a Foucault y a Lyotard y sigue suscribiendo el ideal de una "democracia plural y radicalizada" de Laclau y Mouffe, a la vez que se abre más a pensadores neomarxistas como Jacques Ranciére y Slavoj Zizek y reitera su interés en el nuevo concepto de "lo común", desarrollado por la socióloga mexicana Raquel Gutiérrez Aguilar-, pero su gesto teórico es el mismo: crítica de los esencialismos y las fáciles teleologías, llamados a historiar sin complacencias la izquierda y a vindicar el rol del intelectual público, aún en tiempos de globalización e internet.
En el ensayo "¿Qué queda de la izquierda?", Pabón compendia sus argumentos y expone la continuidad de su obra crítica. La izquierda nacionalista o socialista en Puerto Rico -¿habría que agregar que también en Cuba y América Latina?- no rompe aún con las viejas visiones identitarias de la sociedad y prefiere aferrarse, por mero instinto populista o electoral, al fetiche de la soberanía, antes que reconocer las nuevas formas de subjetivación política que está produciendo el siglo XXI, ya sea para capitalizarlas a su favor o para resistirlas desde discursos y prácticas alternativos. No todo lo que está produciendo este siglo, en materia de constitución de nuevos sujetos políticos, es favorable a la democracia, según Pabón. La fragmentación de la esfera pública, por ejemplo, tiene sus ventajas para la visibilidad de la heterogeneidad civil, pero sus desventajas a la hora de vertebrar marcos deliberativos y críticos en la sociedad política.
Gracias, Rafael.
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