El Memorial a las víctimas judías del nazismo, en Berlín, al sur de la puerta de Brandenburgo, frente al Tiergarten, más específicamente en el área que abre la intersección entre las calles Hannah Arendt y Cora Berliner, fue diseñado por el arquitecto norteamericano Peter Eisenman. Según la documentación que difunde el propio monumento, la idea original era que aquel campo de bloques de concreto, sobre una superficie ondulada, produjera en el transeúnte una experiencia laberíntica, de desorientación y soledad, que lo transportaran a la situación límite de las víctimas y los sobrevivientes del holocausto.
En los bajos del Memorial, yace un pequeño archivo gráfico, que documenta la monstruosa estadística del nazismo. Los diseñadores fueron cuidadosos a la hora de elaborar el terrible censo, ya que entre los millones de muertos producidos por aquel totalitarismo no sólo incluyeron a los judíos sino también a gitanos Sinti y Roma, checos, polacos y húngaros, socialistas alemanes y campesinos soviéticos. Una de las estancias más impactantes del sótano del Memorial es la que proyecta sobre el suelo decenas de fragmentos de cartas, postales y diarios redactados por prisioneros de los campos de concentración y exterminio, muchos de ellos, niños.
La idea de Eisenman fue construir un lugar de duelo, pero era inevitable que una estructura laberíntica como la del campo de bloques de concreto, invite al juego. Niños de la misma edad de los que abajo escriben a sus seres queridos, sin esperanza ya de volverlos a ver, corren entre los rectángulos de cemento, jugando a las escondidas o a los atrapados. Duelo y juego o duelo a través del juego es la sensación que finalmente se apodera del espectador en medio del Memorial, sobre todo, si se observa el juego de los niños, arriba, luego de haber leído los últimos testimonios escritos de las víctimas, abajo.
Algún día la justicia histórica (si es que esta realmente existe) pujará para que se construya un Memorial a las víctimas de la limpieza étnica en Gaza. Quizá, a través de esta frivolidad encinta, se logre concientizar al mundo acerca de la "situación límite" de las víctimas y los sobrevivientes del genocidio sionista.
ResponderEliminarEste Memorial es muy interesante porque rompe con la “tradición” de este tipo de monumentos. Creo que, aparte de Alemania, no hay otros Estados, históricamente responsables de masacres de esta índole, que levanten monumentos a sus víctimas. Y, a pesar de que el Holocausto Nazi es el más conocido, no ha sido, lamentablemente, el único caso de exterminio metódico en contra de opositores a un régimen o miembros de una religión. Además de este factor, otro de los elementos que hace especial a este memorial, es como ud. hace notar, la intención de despertar, mediante su arquitectura la desesperanza, el laberinto gris sin fin que debió haber sido este horror y en este sentido quiere “interactuar” con sus visitantes y no ser otra mole más de concreto o placa conmemorativa que no invitan a la reflexión. Creo que al visitar estos memoriales se tiene la idea de que “hay” que sentir el duelo y si esto no se logra se crean sentimientos de culpa. ¿qué pasa si ante tantas imágenes de terror no puedo sentir empatía hasta el punto de entristecer? Los niños que juegan en este laberinto, son la cuarta generación de los involucrados en esta historia, conocerán sólo indirectamente de los hechos y el monumento, así es, bajo el sol de primavera se vuelve un lugar ideal para jugar a las escondidas. No sé cómo ligar la idea pero el libro de J. Semprún “Was für ein schönen Sonntag” ayuda a entender esta idea de que también en los campos de concentración salís el sol… No se explicar la idea pero creo que no sólo en el Memorial duelo y juego están más cerca de lo que imaginamos.
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