Libros del crepúsculo

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sábado, 6 de diciembre de 2014

Un Empire State en La Habana

Por casi cinco décadas la esfera pública oficial cubana y la propia izquierda latinoamericana han hecho de la carta de despedida del Che Guevara a Fidel Castro, en 1965, una suerte de fetiche documental y, a la vez, testamento político, que explicaría la decisión del político argentino de involucrarse a partir de ese año en dos proyectos guerrilleros, el del Congo y el de Bolivia, donde moriría dos años después. Hay, sin embargo, otra carta de Guevara a Castro, de abril de 1965, que ha circulado menos y que podría ser leída, más claramente, como testamento político.
Me refiero a la larga carta que se conoce con el título de "Algunas reflexiones sobre la transición socialista" (1965), que encabeza el volumen Apuntes críticos a la economía política (Ocean Press, 2006). El momento de escritura de esa carta es el mismo que el de El socialismo y el hombre en Cuba (1965), el más conocido ensayo del Che, que muchos -especialmente en los estudios culturales universitarios de Estados Unidos- leen desconociendo el contexto en que fue escrito y las coordenadas ideológicas de Guevara en ese momento.
Ambos textos fueron escritos luego de la polémica sobre la política económica, que generó el proyecto de financiamiento presupuestario y empresas consolidadas de Guevara dentro del gabinete económico cubano y, en alguna medida, dentro, también, de una parte de la comunidad económica internacional, incluida la soviética, involucrada en el debate sobre el socialismo cubano. Además de esa discusión, en ambos textos pesa el creciente involucramiento de Guevara con los movimientos de descolonización africana, especialmente en Ghana, Guinea, Argelia, Tanzania, el Congo y Egipto, países que visitó, varias veces, entre fines del 64 y principios del 65.
En febrero del 65, Guevara había participado en un Seminario de Solidaridad Euroasiática en El Cairo, que en buena medida daría lugar a los proyectos de la Tricontinental y la OSPAAAL, donde hizo algunas de las críticas más frontales al socialismo real en Europa del Este. Durante el debate sobre la "ley del valor" y los "estímulos materiales", en los dos años anteriores, Guevara había viajado, también, con frecuencia, a los países socialistas y había madurado una crítica a lo que consideraba la errónea rearticulación de la NEP leninista, como punto de partida de una economía socialista de mercado.
En una entrevista con el periódico El-Taliah, de la izquierda norafricana, que había defendido las tesis de Jean Paul Sartre y Frantz Fanon, Guevara cuestionó el principio "taylorista" de aumentar la productividad a partir del premio salarial al mayor esfuerzo, que los soviéticos aplicaban desde la época del "stajanovismo". A partir de esas críticas, llegó a la conclusión de que la única manera de eludir, a la vez, la vía capitalista occidental y la vía socialista soviética de desarrollo, era por medio de una mezcla bizarra entre estimulación moral y apropiación salvaje de la alta tecnología de la modernidad avanzada.
La carta a Castro es una exposición detallada y, a la vez, diáfana, de ese proyecto. Guevara comienza contraponiendo al Marx de la Crítica del Programa de Gotha con el Lenin de la NEP: si el primero decía que en el periodo de transición socialista ya se suprimían algunas categorías mercantiles, el segundo propondrá el reforzamiento de los mecanismos capitalistas. De hecho, hay un momento que Guevara contrapone el Lenin de El Estado y la Revolución, que lo sigue inspirando, y el Lenin de la NEP, a quien achaca todo el conservadurismo y el burocratismo del socialismo real, y sugiere que entre uno y otro debió haber un Lenin intermedio, que sería el ideal para pensar la transición cubana.
En otro pasaje de la carta, el propio Guevara se da cuenta de que su solución -articular una economía moral de "hombres nuevos", que producen por un ideal, más que por incentivos materiales, y una transferencia agresiva de los mayores avances científico-técnicos, que coloque la producción bajo patrones de alta racionalidad instrumental- puede ser percibida como fantasiosa. La manera en que trasmite esa duda a Fidel Castro -el tono didáctico que Guevara usa siempre en su carta retrata mejor al destinatario que al remitente- no tiene desperdicio y podría servir para ilustrar el extraño proyecto de modernidad de quien tal vez sea la figura central de la izquierda latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX:

"Se nos puede decir que todas estas pretensiones nuestras equivaldrían a pretender tener aquí, porque los Estados Unidos lo tienen, un Empire State y es lógico que nosotros no podemos tener un Empire State pero, sin embargo, sí podemos tener muchos de los adelantos que tienen los rascacielos norteamericanos y técnicas de fabricación de esos rascacielos aunque los hagamos más chiquitos. No podemos tener una General Motors que tiene más empleados que todos los trabajadores del Ministerio de Industrias en su conjunto, pero sí podemos tener una organización, y, de hecho, la tenemos, similar a la de la General Motors. En este problema de la técnica de administración va jugando la tecnología; tecnología y técnica de administración han ido variando constantemente, unidas íntimamente a lo largo del proceso de desarrollo del capitalismo, sin embargo, en el socialismo se han dividido como dos aspectos diferentes del problema y uno de ellos se ha quedado totalmente estático. Cuando se han dado cuenta de las groseras fallas técnicas en la administración, buscan en las cercanías y descubren el capitalismo".

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