Libros del crepúsculo

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martes, 2 de diciembre de 2014

El gran debate

Ignorada por los estudios culturales, subestimada por los biógrafos del Che Guevara -en la mejor biografía, Jon Lee Anderson, la menciona de pasada, en un par de páginas, con algunos errores- y reducida por los economistas a un embrollo técnico, la polémica sobre la política económica, en Cuba, entre 1963 y 1965, es de una relevancia inexcusable para entender la historia del socialismo cubano y de buena parte de la izquierda latinoamericana.
Hace más de diez años, las editoriales Ocean Press y Ocean Sur, la rescataron, en inglés y en español, en El gran debate. Sobre la economía en Cuba. 1963-1964 (Ocean Sur, 2003)  y ha comenzado a ser estudiada por marxistas latinoamericanos, como el argentino Néstor Kohan, o por algunos académicos de la isla, como Teresa Machado Hernández y Ángel Alberto Alberteris González, aunque desde un enfoque integrador, puesto en función del consenso, que resta dramatismo y polarización a aquel choque de ideas.
Es cierto que los que intervinieron en ese debate eran todos marxistas, pero lo que debatían era, en buena medida, la elección entre dos modelos excluyentes de comprensión de la sociedad y el Estado. Los estudiosos advierten que, en contra de una idea bastante extendida, la polémica no fue entre el Che Guevara, defensor del "sistema presupuestario de financiamiento" de las empresas, y Carlos Rafael Rodríguez, partidario del "cálculo económico" y la autogestión empresarial.
Rodríguez no intervino directamente en la discusión, aunque las ideas que esgrimieron los críticos de Guevara habían sido planteadas por él, desde 1960, en ensayos como "La clase obrera y la Revolución", "Planificación y Revolución", "La Revolución en su aspecto económico" y "La defensa de la economía nacional". En todos esos ensayos, Rodríguez defendía una industrialización subordinada a una economía agraria enfocada a la independencia, por medio de la integración al mercado socialista, que no perdiera de vista lo que llamaba "la presión del consumo".
La idea que intentó desarrollar Guevara, tras su profunda decepción con la URSS luego del Pacto Kennedy-Kruschev de 1962, que, a su juicio, había humillado a Cuba, era una crítica a ese concepto de planificación, inscrito al patrón soviético. Guevara pensaba que, en las condiciones subdesarrolladas de Cuba, no había que seguir el esquema de la transición socialista propuesto por Lenin con la NEP, a partir de un capitalismo de Estado, sino construir a la vez, como sugerían trotskystas y maoístas, el socialismo y el comunismo, saltando la primera etapa de la transición.
El proyecto de Guevara fue rechazado por otros miembros del gabinete, como el Ministro de Comercio Exterior, Alberto Mora, que defendió la vigencia de la ley del valor en la economía cubana de los 60. La respuesta de Guevara a Mora, en la que exponía abiertamente su crítica al Lenin de la NEP y al capitalismo de Estado, fue apoyada, con matices, por el escritor Miguel Cossío Woodward, por el Ministro de Hacienda, Luis Álvarez Rom, por el economista trotskysta, judío-alemán, Ernest Mandel, y por el también economista Alexis Codina, colaborador de Guevara en el Ministerio de Industrias.
Del otro lado, el de la defensa de mecanismos de mercado en la economía socialista y de la crítica al predominio de los "estímulos morales" de Guevara, se colocaron, además de Mora, el Presidente del Banco Marcelo Fernández Font, el economista Joaquín Infante Ugarte y el marxista francés, Charles Bettelheim. Las intervenciones de Bettelheim y Mandel en el debate proyectaron la polémica, que se libraba en las revistas Nuestra Industria Económica, Comercio Exterior y Cuba Socialista, en el horizonte de la Nueva Izquierda occidental, por medio de resonancias en publicaciones como la parisina Partisans y la newyorkina Monthly Review.
Los biógrafos de Guevara coinciden en que los proyectos guerrilleros del Congo y Bolivia se produjeron en medio de un creciente cuestionamiento de sus tesis económicas dentro de la clase política cubana. En una carta sobre el tema que envió Guevara a Castro, conocida con el título de "Algunas reflexiones sobre la transición socialista", en abril de 1965, predomina un tono testimonial, de derrota o de soledad, ante la alternativa de cualquier proyecto de política económica, en Cuba, que aspirara a demarcarse plenamente del modelo soviético.
Guevara decía a Castro que el "sistema presupuestario" aspiraba a "eliminar las categorías capitalistas: mercancías entre empresas, interés bancario, interés material directo como palanca, y, a la vez, tomar los últimos adelantos administrativos y tecnológicos del capitalismo". Pero reconocía que fallaban "los dos pilares del sistema: la creación del hombre comunista y la creación del medio material comunista". El proyecto parecía, al propio Guevara, tan fantasioso como que el hombre nuevo edificara, en La Habana socialista, un Empire State y una General Motors.
En el largo plazo, el modelo de cálculo económico venció, ya que la planificación de la economía socialista en Cuba ha respondido, desde principios de los 70, a esas premisas. En los últimos años, con la entronización del capitalismo de Estado, esa orientación llega a un punto irreversible. Pero entre 1967 y 1968, durante la Ofensiva Revolucionaria, la idea guevariana tuvo su momento, y algunas secuelas de la polémica pueden leerse, todavía, en colaboraciones de Humberto Pérez y Jorge Gómez Barranco en Pensamiento Crítico. Como admite Néstor Kohan, luego de la Ofensiva Revolucionaria, nunca más, ni siquiera durante la llamada "Rectificación" de los 80 o el "periodo especial" de los 90, se experimentó en Cuba con aquellos extremos del anticapitalismo.


  

1 comentario:

  1. Quizá sea de interés para quienes siguen este debate tomar en consideración el ensayo que Juan Martínez Alier publicó en 1972, "El debate sobre el modo de gestión de la economía, 196-1965". Apareció en el libro Cuba: economía y sociedad que editó junto a Verena Martínez Alier.

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