Quien recorra las páginas de Periodismo y nación. Premio Justo de Lara (La Habana, Editorial José Martí, 2013), reciente antología de Germán Amado-Blanco y Yasef Ananda Calderón, comprobará el arraigo que tenía la prensa crítica en la vida pública cubana anterior a la Revolución de 1959. Por supuesto que siempre hubo prensa oficial en Cuba, como en todas partes, pero el ejercicio de opinión pública que era reconocido y premiado por las instituciones culturales del país y por el propio gremio de periodistas era aquel que, preferentemente, cuestionaba la ideología o la política gubernamental.
El premio Justo de Lara fue una donación de las tiendas El Encanto, que concedía un jurado designado por diversas instituciones culturales (la Dirección o el Instituto de Cultura del gobierno en turno, la Sociedad Económica de Amigos del País, el Colegio Nacional de Periodistas, la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana…) y que se otorgó, entre 1934 y 1957, al mejor artículo de opinión aparecido en la prensa cubana. Era un premio a la opinión libre y bien expresada, que, en más de veinte años, favoreció a periódicos de todas las tendencias ideológicas (Diario de la Marina, Bohemia, El Mundo, Prensa Libre, El País, Información, Noticias de Hoy, Alerta…)
El primer premio fue concedido a Jorge Mañach, por su artículo "El estilo de la Revolución" (1934), aparecido en Acción, periódico de la organización ABC, y luego recogido en su espléndida colección de ensayos, Historia y estilo (1944). El último Justo de Lara lo ganó Raúl Roa, por "¿A dónde va Cuba" (1957), que publicó El Mundo, y que glosamos en el post anterior. La suma del premio era de 1000 pesos, el doble o el triple que la mayoría de los muchos premios de periodismo que había entonces en Cuba, aunque menos que el Juan Gualberto Gómez (1500 pesos) o que el José Ignacio Rivero (2000 pesos), que se crearon en los 40.
Como es frecuente en los concursos culturales, el ganador de un año era jurado en el siguiente. Es por ello que Mañach formó parte del jurado de 1935, que dio un premio compartido a Arturo Alfonso Roselló, por "Una fórmula de justicia social", en El País, sobre las huelgas obreras de ese año, y a Francisco Ichaso, por "La exposición de Ponce, un caso de orden público", en Diario de la Marina, sobre le reacción académica y conservadora contra la famosa muestra de Fidelio Ponce en el Lyceum. Ichaso, por cierto, sería uno de los miembros del jurado, que premiaría, al año siguiente, a Pablo de la Torriente Brau por su gran artículo "Guajiros en Nueva York", en Bohemia, sobre la exposición de Antonio Gattorno en Manhattan.
La gran mayoría de los artículos premiados con el Justo de Lara, entre 1934 y 1957, fueron de tono oposicionista. Además de Mañach y Roa, Ichaso y De la Torriente Brau, otros premiados, antes del golpe de Estado de Batista, en 1952, fueron Mirta Aguirre y Gastón Baquero, Ramón Vasconcelos y Luis Amado Blanco. Los seis premios Justo de Lara que se concedieron después del 10 de marzo de 1952 fueron críticos, directa o indirectamente, del régimen de Batista. El de José R. Hernández Figueroa, "Los insumergibles", el 22 de marzo de ese año, en El Mundo, era frontal, contra la élite militar y política que ejecutó el golpe, el de Ernesto Ardura, "La oración del silencio", también en El Mundo, al año siguiente, una diatriba contra la manipulación del centenario de Martí por el gobierno de Batista, y el de Jorge Luis Martí, "Reacciones en cadena", otra vez en El Mundo, aunque más filosófico, un llamado al equilibrio entre razón y pasión en la política cubana, cuyo principal destinatario era el régimen, no la oposición.
El Mundo fue el periódico más favorecido por los premios Justo de Lara, bajo la dictadura de Batista. Todos los artículos galardonados, entre 1952 y 1957, se publicaron en ese diario. Todos menos uno, "Mi amigo Borbonet" de Humberto Medrano, que premió Raúl Roa, como miembro del jurado, por haber ganado el año anterior, y que apareció en Prensa Libre, publicación de la que Medrano era subdirector. Como Hernández Figueroa y Ardura y de un modo más evidente que Roa, Medrano se oponía al gobierno de Batista por medio de una semblanza elogiosa de un opositor, el oficial Enrique Borbonet, involucrado en la conspiración militar de "los puros", junto a los coroneles Ramón Barquín y Manuel Varela, en abril de 1956.
Lo más significativo, a la luz de la historia posterior de Cuba, era que esos premios a artículos de opinión crítica eran concedidos, también, por instituciones del propio gobierno. El titular de la Dirección General de Cultura y, luego, del Instituto Nacional de Cultura del gobierno, léase, Carlos González Palacios o Guillermo de Zéndegui, era el presidente del Colegio Designador del jurado que premiaba con el Justo de Lara a los articulistas ganadores. Una seña distintiva de identidad de los regímenes autoritarios -a diferencia de los totalitarios- es que los gobiernos, adscritos a ese modelo, toleran y hasta premian a sus oposiciones intelectuales.
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