Entre tantas cosas interesantes, para comprender mejor la modernidad de la esfera pública cubana, antes de la Revolución de 1959, el libro Periodismo y nación. Premio Justo de Lara (2013), de Germán Amado-Blanco y Yasef Ananda Calderón, que hemos comentado aquí, contiene el discurso que pronunció el Jefe de Propaganda de las tiendas El Encanto en la premiación del periodista Rafael Suárez Solís, ganador del Justo de Lara en 1939, y las palabras de agradecimiento de Suárez Solís, donde se lee:
"¿Qué es una noticia sino lo que merece un comentario? Y no vale decir que el comentario corre a cargo del público. Creo, por el contrario, que las noticias dejan de serlo en cuanto el común de los lectores intenta explicarlas. Los dictadores suelen imponer la censura a los comentaristas precisamente para que las noticias por ellos inventadas sigan su curso, entre filas de lectores silenciosos, camino de la perturbación. Si nos sobrara el tiempo y la paciencia, pudiéramos llegar a convenir que las catástrofes del mundo actual se evitarían en cuanto los dictadores no hicieran las noticias, y si unos periodistas que se levantasen con la primera luz del día se encargaran de comentar los escasísimos sucesos dignos de ser publicados en los periódicos."
También insertan Amado-Blanco y Calderón el dictamen que, a nombre del jurado, escribió José Lezama Lima, favorable a Luis Amado Blanco, ganador del Justo de Lara en 1950 con un artículo sobre el Día de la Bandera, en Información. El texto de Lezama, que no sé si se ha recogido en sus antologías editadas -en el Índice Onomástico del valioso Diccionario. Vida y obra de José Lezama Lima (2000) de Iván González Cruz, no aparece Luis Amado Blanco- y que fue leído por él mismo en un almuerzo del Club de Leones en el Vedado Tennis Club, muestra a un poeta lector de periódicos que entiende la opinión pública como una "mansión de murmullos", en la que penetra el periodista, de un modo parecido a como el escritor penetra en la sustancia del ser:
"Tanto la potencia vigilante, como los infinitos recursos de concentración y despliegue -o aquel inesperado que resuelve con ingrávido sello-, pasan por igual al poema que cuenta con lejanos y legendarios espectadores; como el artículo de periódico que siente los ojos que lo espuman de inmediato, que lo pinchan y lo arremolinan. Pues un periodista, ya sea el sombrío contrapunto de imágenes de Jack London o el trascendental hecho escueto de John Reed, parece estar como sumergido en los infinitos recursos de una conversación con variaciones y desarrollos fugados, y que, de pronto, el brote de un hecho cualquiera, conduce la corriente de aquellas mutaciones verbales hasta el momentáneo relieve que despiertan, antes que la propia brevedad de su tiempo los opaque y los hunda".
Hay aquí un Lezama atento a la prensa, inmerso en la esfera pública habanera, que además de columnista de Diario de la Marina, abarrota su sala de Trocadero de ejemplares de Bohemia, Información, El Mundo y El País. Un Lezama, que ya lejos de sus juveniles protestas contra lo "sucesivo" y lo "mundano" de la opinión pública, reconoce cuánto debe la "vanguardia" y el "culto a la inmediata novedad" de Picasso y Delaunay, Tristan Tzara y Gertrude Stein, al picoteo de noticias y comentarios en la prensa. Un Lezama, en suma, que entiende al periodista como un arquetipo no enemistado con el del poeta, ya que ambos serían, en todo caso, distintos "relatores de lo irreal":
"Penetra el periodista en una mansión donde los murmullos y los gritos, la sordina y los crescendos de la materia opinable, desean ser descifrados, pues como esos insectos de efímera fábula el hombre contemporáneo parece dividir el tiempo en chisporroteante actualidad de cada día. Penetra también el poeta en esa espejeante mansión de la diversidad, pero su discurso tendrá que reencontrarlo en la reminiscencia o lo inefable con las más inauditas precisiones. Pero ambos tendrán siempre que partir del ahora en el tiempo y del aquí en el espacio. Cuando uno de los grandes poetas de nuestra época nos dice que su verso, "pasa sin pasar, meciendo su ausencia", se le despertó viendo a su criada atravesar el patio, nos revela las más graciosas e impensadas tangencias. Así el poeta parece como el periodista o relator de lo irreal ponderable, como el periodista se nos presenta, en la serena región de los arquetipos, como el poeta de lo irreal, de lo inmediato suyo".
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