Libros del crepúsculo

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domingo, 24 de agosto de 2014

La estética de la soledad en el desierto

Aviones que se desvanecen en el aire, sin dejar rastro, soldados que regresan de un largo cautiverio entre terroristas islámicos y que, al llegar a Estados Unidos, no son recibidos como héroes sino como posibles conversos, que continuarían la yihad en el corazón del imperio, candidaturas a la presidencia que se arman sobre redes de sexo y dinero, nepotismo y ambición… Buena parte de las noticias que estremecen nuestra cotidianidad ya han sido codificadas por la trama de series televisivas como Lost o Homeland, Scandal o House of Cards.
No vivimos la era de la estetización del terror sino algo más inquietante: la era de la naturalización política de una estética del terror. La decapitación del periodista norteamericano James Foley ante las cámaras globales, según se ha revelado recientemente, por un joven londinense que milita en la organización Estado Islámico, además de un acto criminal y aterrador es una acción estética, como, al decir de Jean Baudrillard, en declaración que escandalizó a más de uno, también lo fuera el derribo de las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
Los dos hombres solos, en medio del desierto, uno de rojo y otro de negro, es una imagen que convoca toda la estética de la soledad en el espacio infinito. Tema pensado por Blaise Pascal y recreado por Antoine de Saint-Exupéry, en su novela Terre des hommes, y que, como observa el filósofo Alfonso López Quintás, acoge toda una tradición moral de crítica a la modernidad occidental y, especialmente, a la secularidad y el laicismo de la civilización urbana.
Desierto y barbarie, como formas ancestrales de la negación de Occidente, pero también como escenarios de la soledad, de la radical y "auténtica" individuación del ser humano, como criatura de Dios. No es extraño que el verdugo y su víctima sean mostrados, por el Estado Islámico, como lo que son, dos hombres occidentales, y que la propia estética del terror que ambos escenifican haga guiños a un cúmulo de resonancias, que puede encontrarse lo mismo en cuadro de Giorgio de Chirico que en una carátula de Pink Floyd.

2 comentarios:

  1. Amén de los detalles en torno al hecho, que no conocía bien y hasta puse en duda, creo que esta reflexión va más allá del habitual maniqueismo con el que se mira este despertar del terror vs civilización hoy día. Pero bien que nos desvías a ahondar más adentro. Hasta qué punto este terror no ha tenido su semilla en el lado "civilizado" de la Historia? Como ficciones, como devaneos estéticos, con tantas tretas políticas de raíces torcidas que satanizaban al enemigo...en fin...

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  2. Me ha estremecido tu comentario, Rafe, casi tanto como una mujer con sombrero.... "O". estuvo muy activo en que lo leyera, y claro, valía la pena, como siempre que accedo a tu blog (muy, muy a menudo).Una persona, muy inteligente por cierto, me decía que vivimos en medio de una enorme obscenidad. Y le encuentro razón. No en el sentido de la restricción de los cuerpos y todas esas pesadillas "a la Foucault¨. Alguno de mis clientes ha accedido al video de la muerte del periodista, decapitado. Horror y éxtasis.

    Hace un mes, celebraríamos (?!!) un año más de los acontecimientos de la restauración de los borbones (año 1830). Quizá la única razón de celebración de aquello es la aparición en escena de Julien Sorel, un héroe que atraviesa casi dos décadas, en "Le Rouge et le Noir". Aunque si de estética se trata, vale la pena mencionarlo. Si hablamos de estética, también se nos viene a la memoria la última película de Zurlini, "El Desierto de los Tártaros". Es en su silencio, en su economía, en su restricción absoluta cuando empezamos a sentir sed, sed de verdad.

    La correspondencia entre lo que ocurre y lo que es imaginario colectivo, qué es entonces, Rafe?!

    No me contestes.Sólo un abrazo.

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