Es conocida la admiración que los escritores norteamericanos Ernest Hemingway y John Dos Passos sintieron por la obra del pintor cubano, Antonio Gattorno, a quien veían como un Matisse o un Gaugin caribeño. Hemingway y Dos Passos conocieron a Gattorno a principios de los 30, en Cuba, y publicaron una monografía, con sendos ensayos sobre el pintor y 36 reproducciones de su obra, en Ucar y García, en La Habana, en 1935.
En su correspondencia con su amigo Arnold Gingrich, residente en Key West, Hemingway narra cómo, además de escribir el ensayo sobre Gattorno, compró varios ejemplares y ayudó a vender otros en Estados Unidos. No sólo eso, en 1936, el escritor patrocinó la primera muestra de Gattorno en Nueva York, en la galería Georgette Passedoit. La gira de las pinturas de Gattorno por Estados Unidos, que le ganó un premio en el Art Institute de Chicago, fue pensada por Hemingway y Dos Passos, ante todo, como un desembarco de guajiros cubanos en Nueva York.
Aquella fascinación de los norteamericanos con la imagen del guajiro, que se discutió hace algunos años en el blog Puente Ecfrático de Gerardo Muñoz, era, en buena medida, una derivación del interés de ambos por España. La guerra civil había estallado en la península, ese mismo año, y mientras ayudaban en la promoción de Gattorno en Nueva York, Hemingway y Dos Passos se incorporaban a las redes de solidaridad con la República. Los guajiros de Gattorno, según los escritores norteamericanos, eran españoles pobres, como los que en la península respaldaban la causa republicana.
En un texto publicado en Esquire Magazine, a propósito de aquellas muestras de Gattorno en Estados Unidos, Dos Passos puso en claro su interés por los guajiros del pintor cubano: "… And always a look of poverty, a certain malarial refinement and sadness and isolation of a transplanted race. They are the guajiros, the poor whites of Cuba, and Gattorno has put them on paper and canvas so well that once you have seen his paintings you continue to see the guajiros through his eyes".
Tristeza y soledad de "raza trasplantada", decía Dos Passos. Curiosamente, algo muy parecido dirá Pablo de la Torriente Brau en su famosa crónica sobre aquella exposición de Gattorno en Nueva York, que se publicó en la revista Bohemia con el título de "Guajiros en Nueva York", en junio de 1936, y que ganara el Premio Nacional de Periodismo Justo de Lara en 1937, poco después de su muerte en Majadahonda. Como Dos Passos, Brau hablará del "color palúdico, malárico, color de sol enfermo, color de sol de eclipse, de los pobres hombres siempre cansados y siempre incansables".
Los guajiros de Gattorno estaban animados, salían de los lienzos y observaban al espectador, abandonaban las salas de galerías y museos y caminaban por las calles de Manhattan. Pablo de la Torriente Brau daba a ese contacto con la ciudad y sus moradores el valor de una revelación. Con sus guajiros, Gattorno probaba que Cuba no estaba únicamente habitada por "rumberos y rumberas, mulatas de solar y negros de bongó". Si para los norteamericanos, el guajiro era el español trasplantado, para el republicano caribeño era la raza de la pobreza, del trabajo y de la revolución.
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