Libros del crepúsculo

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jueves, 24 de julio de 2014

Una tarde con Jorge Valls



Hace unos días, varios amigos nos reunimos, en Nueva York, con el poeta, escritor y político cubano, Jorge Valls Arango (La Habana, 1933). “A veces, no recuerdo lo que he olvidado”, dijo en un momento Valls, pero la memoria de este intelectual me pareció tan viva como hace veinte años, cuando lo conocí, en Miami, en casa de nuestra común amiga, la académica y política católica cubana, María Cristina Herrera.
Con 81 años -de los cuales ha pasado 20 en el presidio y 30 en el exilio- Valls sigue pensando la cuestión cubana desde las mismas premisas que fundamentaron su maduración política en los años 50. Católico de simpatías socialdemócratas, Valls fue de los jóvenes estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, que decidieron oponerse a la interrupción de la democracia cubana el 10 de marzo de 1952, con el golpe de Estado de Fulgencio Batista.
Valls estuvo en las proximidades de varios movimientos de oposición a ese régimen, armados o no, como el Movimiento Nacional Revolucionario de Rafael García Bárcena, la Sociedad de Amigos de la República, el Diálogo Cívico y el Movimiento de la Nación, impulsado, entre otros, por Jorge Mañach. Sin embargo, la organización a la que finalmente se sumó fue el Directorio Revolucionario.
Escuchando a Valls, confirmamos algo que la historia oficial ha intentado negar durante más de medio siglo: el peso que tuvo el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) en el Directorio. Valls habla con admiración de políticos de ese partido, como Aureliano Sánchez Arango, Alberto Inocente Álvarez, Rubén de León García o Félix Lancís, que, desde algunos ministerios de los gobiernos de Grau San Martín y, sobre todo, Carlos Prío, emprendieron una política social e internacional, orientada a ampliar derechos sociales e incrementar las relaciones con América Latina.
En esas políticas, Valls veía una continuidad con las ideas de Antonio Guiteras y el primer Directorio, en los años 30, que no duda en calificar como “nacionalistas” y “socialistas”. Otras experiencias políticas latinoamericanas, como el APRA peruano, Acción Democrática en Venezuela, parte del peronismo argentino e, incluso, el PRI mexicano, convergían en aquel proyecto de izquierda. Durante 1958, exiliado en México, Valls comprobó esa tendencia política regional en la revista Humanismo, dirigida por Raúl Roa.
Hoy Valls recuerda que su diálogo con miembros de otras organizaciones antibatistianas, como el Movimiento 26 de Julio o la Juventud Socialista era frecuente y diáfano. Del 26 de Julio y, especialmente, de Fidel Castro, rechazaba sus orígenes ortodoxos, que asociaba con la “demagogia” y el culto a la “pureza” de Eduardo Chibás, a su entender, de consecuencias nefastas para Cuba.
Su amigo Marcos Rodríguez, acusado por importantes figuras del Directorio de haber delatado a los cuatro de Humboldt 7, tras el asalto al Palacio Presidencial del 13 de marzo de 1957, era miembro de la Juventud Socialista. 50 años después del fusilamiento de “Marquitos”, Valls sigue defendiendo sus declaraciones en aquel juicio, que, en buena medida, decidieron su arresto y encierro por veinte años. Valls está convencido de que Marquitos era inocente.
Fiel desde joven al artículo 25º de la Constitución de 1940, que abolió la pena de muerte en Cuba, Valls vivió los primeros años de su larga condena, en la fortaleza de La Cabaña, en un calabozo que daba al patio donde se fusilaba, ya a esas alturas, a opositores que nada tuvieron que ver con el último gobierno de Batista. Escuchar los ruidos del paredón, las órdenes de fusilamiento y los gritos de los condenados, fue un suplicio dentro de otro.
El concepto básico de la filosofía política de Jorge Valls es la que llama “dignidad de la persona humana”. Hoy esa premisa se ve amenazada de múltiples maneras, en el  mundo, por los mecanismos de control del ciudadano que genera la globalización. Pero en algunos países, como Cuba, la limitación de libertades que avanza sobre el siglo XXI se suma a la ausencia de democracia, división de poderes y Estado de Derecho.

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