Libros del crepúsculo

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jueves, 31 de julio de 2014

El hispanista y los hispanos

He regresado, después de muchos años, a la Hispanic Society of America en Washington Heights y he encontrado las salas principales de la institución y la mayor parte de la colección, incluidos los catorce lienzos de "Las regiones de España" de Joaquín Sorolla, restauradas y cuidadas. Esta vez, noté con mayor claridad el contraste entre el hispanismo noventayochesco, que acoge ese edificio neoclásico, y la cultura hispana que lo rodea, en ese barrio de puertorriqueños, dominicanos y cubanos al norte de Manhattan.
No hay manera de encontrar el Caribe en la "visión de España", que la Hispanic Society encargó a Sorolla en los primeros años del siglo XX. Se trata de un ocultamiento en el que, seguramente, pesó tanto la subvaloración de lo caribeño y lo americano, propia del discurso colonial, como el malestar por la pérdida de las islas de Cuba y Puerto Rico en 1898. Había en el panhispanismo de aquellas décadas, que personificaba un Rafael Altamira y Crevea, la queja del imperio derrotado contra el imperio vencedor, que se imprimió en buena parte de las instituciones de cultura hispánica que se crearon en Estados Unidos y América Latina a principios del siglo XX.
Luego de recorrer la impresionante cabeza de San Francisco del Greco, los caballeros borbónicos de Goya, el Unamuno con origamis de Zuluaga, las sevillanas y las jotas, los atunes y las cabras, las playas y las montañas, los toros y los caballos, los nazarenos y los vascos de Sorolla, sale uno a la calle y se encuentra rodeado de merengue y reggaeton, empanadas "La Monumental" y fondas de "mofongo" y "mofonguito". Fue acierto y, a la vez, ironía de la historia que la fundación del magnate Archer Milton Huntington, destinada a celebrar la grandeza decadente de la cultura peninsular, quedara encuadrada en uno de los mayores barrios hispanos de Nueva York.
Este tycoon de los ferrocarriles y la navegación murió en 1955, por lo que, probablemente, llegó a constatar en vida el inicio de la mutación demográfica de Washington Heights. Hoy, en el ala derecha del edificio se encuentra una sede del Boricua College, pero si leemos, pacientemente, los nombres inscritos bajo los capiteles veremos muy pocos hispanoamericanos. Bolívar se encuentra bajo el arco principal, junto a Colón y Cervantes. Sor Juana, Heredia, Olmedo y Bello están casi ocultos, en una esquina, seguidos de Cortés, Pizarro y los grandes conquistadores y viajeros que incorporaron lo americano al repertorio cultural del imperio castellano.  

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