Libros del crepúsculo

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lunes, 23 de junio de 2014

Vultureffect y el género de la apostilla




En Carbono 14. Una novela de culto (2010), Jorge Enrique Lage echa mano de un ardid de la escritura que consiste en agregar, al final de la ficción, un cajón de sastre donde se almacena la retacería de apuntes y escenas que el novelista ha descartado en el proceso de edición de la trama. Esa suerte de epílogo contiene, por cierto, algunos de los anclajes más evidentes de esta historia futurista al presente de Cuba. Es ahí donde percibimos el escenario físico y moral de la ciudad de La Habana, en las primeras décadas del siglo XXI, como telón de fondo de la odisea de Evelyn, JE y el Buitre.
Si la parte final de aquel libro es un conjunto de apostillas a Carbono 14, el siguiente libro de Lage, Vultureffect (2011) –aludido en la propia novela-, es ya la mutación de aquellas apostillas en un nuevo volumen, que la editorial Unión incluyó en su colección de “cuento”. Vultureffect no se entiende sin Carbono 14 –de hecho, hay varias prosas del primero, como “Vampiros” y “Punk”, que son diálogos entre JE y el Buitre, personajes de la segunda, que discurren sobre la atracción que ejercen la calle 26, el cementerio chino o las chicas con guitarra eléctrica- pero apareció y ha circulado sin conexión explícita con aquella novela.
En Vultureffect la apostilla se hace libro que apunta, que anota al margen de cualquier texto: lecturas de Nabokov, de Handke, de Rushdie o de Burroughs, el cuerpo empapado por la lluvia de Scarlett Johansson, el Kurt Cobain de Gus Van Sant y mucho MTV, mucho zapping, shopping y dripping -el goteo de Pollock-, mucha vida nocturna angelina, mucho ocio mediático, mucha pastoral tecnológica. Los sonidos del buitre -el vulture effect- son la evidencia de una Habana futura que certifica la muerte de todas las Habanas previas. 
Una Habana más parecida a Los Angeles, Miami, Nueva York o Seattlle que a La Habana misma. Una Habana escrita como se dibuja el skyline de cualquier gran urbe del siglo XXI. La última apostilla del volumen, precisamente titulada “Skyline”, puede ser leída no tanto como poética sino como política de una escritura: “Escribir La Habana sin el color del verano. Una ciudad en la que estemos ausentes. Poner en ella algo de jerga personal, algo demasiado insoportable y pop, como si toda clase de ficciones extrañas estuvieran a punto de romper”.

1 comentario:

  1. Ok, lo intentaste...pero no...es difícil comentar libros en esencia mediocres, y salvarlos...pero bueno, cualquier cosa por creernos a esa generacion 0... cualquier cosa por creernos que se escribe aun en cuba

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