Siempre me ha
intrigado la admiración paralela que Edmund Wilson sintió por Lenin y Nabokov: el escritor exiliado y el caudillo bolchevique, el confiscador y el confiscado. La obra crítica de Wilson, entre To the
Finland Station (1940) y A Window on
Russia (1974), está llena de alusiones a Lenin como político, pensador y
escritor. Wilson, como es sabido, aprendió ruso en su juventud y leyó en esa
lengua a algunos de los escritores del siglo XIX que más admiró: Pushkin,
Tolstoy, Chejov, Dostoievsky y Gogol.
Entre los rusos del
siglo XX, las preferencias de Wilson estaban con Pasternak y Nabokov. A
Solzhenitsyn lo leyó al final de su vida y, aunque a veces le resultaba
“monotonous”, llegó a apreciarlo, en contra del juicio de Nabokov, para quien
el autor de Archipiélago Gulag era
“third rate”. Como ha estudiado Tomás Abraham, en su ensayo Situaciones postales, Wilson compartió siempre sus lecturas rusas con Nabokov y la académica y traductora Helen Muchnik,
quien lo ayudaba con el “ruso-soviético”, que decía no comprender bien.
Nabokov fue uno de
los grandes amigos de Wilson. Desde los años 40, sus familias pasaban fines de
semanas juntas en Wellfleet, Cape Cod, donde los Wilson habían comprado una
casa de veraneo. Todavía en 1971, Wilson
escribía a sus amigos “Valodia” y Vera, rivales en el ajedrez veraniego, con una confianza notable, bastante inusual para el estilo un tanto frío del
epistolario de Wilson. ¿Qué habrá pensado Nabokov de la admiración que su amigo
sentía por Lenin? En el libro de Andrea Pitzer sobre Nabokov se roza el tema y el
citado Letters on Literature and Politics
(1974) de Wilson ayuda a responder la pregunta.
A principios de los
60, en plena Guerra Fría, Wilson pensaba que Lenin era uno de los grandes
estadistas de todos los tiempos, comparable con Lincoln y Bismarck. Cuando en
1971, Leonard Kriegel afirmó, en un libro sobre Wilson, que éste había
aprendido ruso para poder leer a Lenin, el crítico sonrío y envió a su biógrafo
una carta en la que afirmaba haber aprendido ruso para leer a Pushkin. Lenin
podía ser un escritor “dull”, pero, como le reprocharía a Helen Muchnic, a
propósito de su libro Russian Writers.
Notes and Essays, la relación entre Lenin y Gorky y los propios juicios de
Lenin sobre Tolstoy y Chejov eran ineludibles en el estudio de la literatura
rusa.
Ahí está el detalle: usted se esfuerza, una y otra vez, en conciliar esos destinos, el del historiador político y el crítico literario, olvidando que en el caso de Wilson alcanzaron resultados sisparejos. El libro "To the Finland Station" es bastante malo, como ya advirtió en su momento Nabokov. Es decir, se puede hacer ensayo sociologista y crítica literaria, pero la cosa parece salir mal, y la literatura de verdad suele estar en otra parte... Sainte-Beuve también escribió novelas, ¿usted las ha leído?
ResponderEliminarLamento contradecirlo, una vez más. Los ensayos históricos de Wilson son tan buenos como los literarios. ¿"To the Finland Station", "malo"? Pregúntele a Louis Menand o a cualquier buen historiador de las ideas en Estados Unidos, qué opina de ese clásico. El estudio que allí hace Wilson de las narrativas históricas de la Revolución Francesa (Michelet, Renan y otros) y de los orígenes del pensamiento socialista entre utopistas y anarquistas franceses es, desde mediados del siglo pasado, un modelo en su género. No sólo ese sino otros ensayos históricos de Wilson, como los dedicados a la Guerra Civil en Estados Unidos, son reconocidos hoy dentro de lo mejor de la ensayística del siglo XX. No es Nabokov, precisamente, la autoridad que hay citar para valorar la calidad de un ensayo histórico y, mucho menos, sobre la revolución bolchevique rusa. Mejor lea lo que dice Nabokov de "Axel's Castle" o cualquier otro de los ensayos literarios de Wilson, sin contar, por supuesto, lo que pensó sobre los textos que Wilson dedicó a "Lolita", "Sebastian Kinight", "Pnin", "Bend Sinister" u otras obras suyas.
ResponderEliminarjjj, Rojas se esfuerza, tras el agotamiento de la historia intelectual, abrirse camino a través de la del ensayo y la critica literaria como el guatacon de escuela. Ahora mira hacia la nueva ciudad, nueva york, donde trabaja, haciendo arqueología pueblerina de cuyos autores dotaban el espacio literario. con obras mediocres...
ResponderEliminarGracias por valoraciones tan precisas y ponderadas, pero sepa que estos posts no requieren de mayor "esfuerzo". Los escribo por placer. Y bueno, si para Ud. los libros de Wilson son "obras mediocres", qué le vamos a hacer. Tampoco creo que la historia intelectual esté "agotada". Algunos libros recientes que hemos reseñado en este blog apuntan a lo contrario.
ResponderEliminarun positivista descriptivo, Rafael sus textos son risibles...
ResponderEliminarGracias, nunca me había imaginado como un escritor humorista.
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