Libros del crepúsculo

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sábado, 7 de junio de 2014

Irving Howe, crítico literario



Nueva York es la refutación viva del artificial deslinde de saberes y escrituras que impone el campus universitario o el rancio hábito letrado de colocar la literatura fuera o por encima de la política, en una suerte de limbo purificador. Como Edmund Wilson o Lionel Trilling, Irving Howe (1920-1993) fue uno de esos críticos literarios que, al situarse de cuerpo entero en la esfera pública de la urbe, entendió y practicó la crítica literaria como un arte ensayístico, que no se desentendía de los problemas sociales y políticos de su tiempo.
Como profesor del Graduate Center o de Hunter College, Howe dedicó buena parte de su vida a estudiar y enseñar escritores ingleses y norteamericanos como Thomas Hardy, William Faulkner y Sherwood Anderson. Su estudio sobre Faulkner, que apareció en Random House en 1952, pocos años después de la concesión del Nobel al autor de Absalom, Absalom!, todavía se reeditaba en los años 90. Su biografía de Anderson, más o menos de la misma época, fue uno de los primeros libros que puso en claro el enorme ascendente que tuvieron las novelas y, sobre todo, los relatos cortos de Horses and Men (1923) y Death in the Woods (1933), en escritores de la generación siguiente, como el propio Faulkner o Hemingway.
La literatura era, para Howe, un arte público por antonomasia, una exposición de poéticas y personas ante los ojos de un lector, que se veía involucrado en un diálogo comunitario. La literatura y, especialmente, la novela, se habían convertido en otra modalidad del arte de masas y debían ser estudiadas a partir de esa efervescencia de subjetividades, donde se entrelazan lo estético y lo político. En su libro Politics and the Novel, Howe enfrentó el asunto, aunque, a mi entender, subestimando una tradición de novela política norteamericana (Frank, Dreiser, Steinbeck, Dos Passos…), que no quiso rescatar en su cuestionamiento de la supuesta desideologización de la narrativa en los Estados Unidos de la postguerra.
La idea de la crítica literaria de Howe tiene su origen en el rol de intelectual público de Nueva York que asumió desde muy joven. Su vida entre revistas (Partisan Review, Commentary, The Nation, The New Republic, The New York Review of Books…), la fundación y dirección de Dissent, hasta su muerte en 1993, o su propio involucramiento en la creación de una izquierda socialista democrática en Estados Unidos, que dotaría a este país de la socialdemocracia que, a su entender, le faltaba, pesan, sin duda, sobre el tipo de crítica literaria que defendió durante medio siglo. Edward Alexander ha contado esa vida apasionante en una biografía donde lo político y lo literario forman un entramado conflictivo y, a la vez, indisociable.
Pero además de una crítica literaria, la biografía de Howe como intelectual público de Nueva York determina su interés en la historia de su ciudad y, especialmente, de la comunidad hebrea de Europa del Este, de la que provenía. Esas coordenadas explican tanto una obra entrañable, como su monumental World of Our Fathers (1976), la historia de los judíos de Europa del Este, asentados en el East Side de Manhattan en el siglo XX, como el compromiso permanente de Howe con la crítica al totalitarismo comunista y su defensa de los intelectuales disidentes del bloque soviético, desde la época de Stalin, empezando por Trotsky y terminando con Solzhenitsyn y Kundera. Si hubo, alguna vez, una izquierda socialista y antitotalitaria en Nueva York, fue en los alrededores de Dissent e Irving Howe, entre 1956, año de la invasión soviética a Hungría, y 1989, con la caída del Muro de Berlín.

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